Los aires de mi tierra colapsan mis sentidos
Félix Arbolà [colaboraciones].-
Para los que las circunstancias nos han llevado lejos de nuestra tierra, de nuestros recuerdos de la infancia, de esos paisajes que llevamos incrustados en nuestros más nobles sentimientos; de ese “ceceo” caracterĂstico que se oye en calles, casas y tertulias y ese ambiente entrañable que solo en esa provincia gaditana se vive y se goza. Toda fiesta o circunstancia que allĂ se celebra es un sufrimiento y una nostalgia difĂciles de simular para cuantos nos hallamos alejados de esta querida tierra.
No veo, ni oigo nada de lo que se refiere al Carnaval de mi “Cai”, ni me gusta ver en la tele los pasos procesionales de la Semana Santa; ni puedo admirar indiferente el paisaje Ăşnico, inenarrable y punzante que nos produce la visiĂłn de La Caleta, el árbol centenario de la Alameda y las legendarias Puertas de Tierra, que ni son puertas, ni mucho menos de tierra, sino una especie de agarraderas donde se nos engancha el alma cuando abandonamos esos lugares sabiendo que a lo mejor ya no volveremos a verlos.
Y quien dice Cádiz, capital, dice tambiĂ©n San Fernando, donde pasĂ© mi infancia y primera juventud y aĂşn recuerdo sus paseos por la calle Real, (por la acera de los listos), desde “La Mallorquina” a la Alameda, en unas idas y vueltas ininterrumpidas, que era toda la posible evasiĂłn y diversiĂłn que nos permitĂan en esa Ă©poca de restricciones, pero a las que hoy regresarĂa sin la menor vacilaciĂłn.
La Isla, esa que llaman de LeĂłn, aunque para mĂ es de mis amores, ha sido un capĂtulo en mi vida que la ha marcado para siempre. Mis primeros amores, mis mayores broncas, mis desconocidas hasta entonces pasiones y sensaciones, esos amigos que aĂşn no se han borrado de mis sentimientos y hasta los primeros rezos y pecados.
CHICLANA ME DIO LA VIDA
Todo un conjunto de sensaciones que se incrustan en tu alma y con ellos continúas hasta que te mueres. Me hubiese gustado formar parte de un cuento de hadas y quedarme anclado en esos años.
Chiclana me dio la vida, el alma, la sensibilidad, el amor a mis ancestros y el orgullo de formar parte de un rincĂłn privilegiado de una provincia donde, si alguna vez hubo un paraĂso en la tierra, allĂ debiĂł estar. No me extraña que HĂ©rcules, un semidiĂłs invencible se acercara a este lugar y ya no quisiera moverse. SabĂa que no iba a encontrar un sitio mejor para llevar a cabo sus legendarias proezas.
Dicen que fue el fundador de Cádiz y asĂ figura en su escudo, aunque no sĂ© si con la fiebre iconoclasta que domina el paĂs con la llegada de tantos “reformadores”, sigue aĂşn con sus leones o lo han sustituido por Maduro y sus vestidos de colorines, al más puro estilo carnavalero.
Mi vida lleva ya más de sesenta años sin sentir la brisa de mi Atlántico, las puestas de sol que gozan justa fama internacional y ante cuya visiĂłn, debido a su portentoso hechizo, se han forjado amores y preparado el terreno para la llegada al mundo de muchos “cabezones”; el graznido de las gaviotas revoloteando en playas y bahĂa.
El canto sereno, profundo y sentido de esa saeta que rasga el silencio de la noche en un rezo que es arte y lamento; la playa de mi Barrosa con su campo de pinares, eucaliptos, tomillos y romero, que se acercan hasta la misma orilla, para ver bailar y cantar a las caracolas que desde el fondo aspiran sus aromas.
MI TIERRA DESDE LA LEJANĂŤA
Llevo más de medio siglo sin sentarme en una terraza y ver cĂłmo a mi alrededor oigo y me hablan con ese acento inconfundible, del que solo los de esta maravillosa tierra somos capaces. Yo, a pesar mi prolongada ausencia, conservo con orgullo ese “ceceo” que me hace sentirme de “allá” y hacĂ©rselo saber a los que están conmigo.
Con esta peculiar forma de hablar ajustaré mis cuentas con San Pedro cuando intente entrar en su cortijo celestial e intente ponerme pegas a causa de mis defectos y pecados. A lo mejor, hasta le hace gracia y me perdona.
No me gusta mi Cádiz en la distancia y por ello sufro mucho, cuando me mandan o veo los alicientes y bellezas de esa tierra que sigue siendo la mĂa, y me tengo que aguantar solo con verlo desde la lejanĂa. Siento envidia de los que lo pueden tocar, ver, oler y admirar con solo abrir una ventana.
Y este sentimiento profundo y dolorido me acompañará hasta el final de mi vida, cuando ya no recuerde ni como me llamo. Lo siento correr en mi propia sangre y penetrar en mi corazón donde se relaja y adormece al compás de sus latidos.
Muy emotivo señor Félix, pero a cuento de que viene nombrar a Maduro en todo esto.
ResponderEliminarPorque le da la gana.
ResponderEliminar¿Y por que no nombrarlo?.-ñ ¿Es que nos da de comer este señor?. A mi no, desde luego.
ResponderEliminarA usted sĂ. A usted sĂ le da de comer, puesto que la balanza comercial con Venezuela (incluida la venta de armamento) es positiva para España.
ResponderEliminarPues en lugar de com prar tantas armas, deberĂa utilizar ese dinero en dar de comer a su pueblo que se matan hasta por un rollo de papel higienico y un a barra de pan. ¿Y este es el modelo que quieren imponwernos los "niños sabios"?. Que se v ayan a pon er orden en ese pueblo hamb rien to y sdesesperado, que aquĂşi al menos las tiendas tienen comidas. Con mis respeto y cordiales saludos.
ResponderEliminar¿Y de quĂ© iba a vivir usted sin la venta de armas por España?
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