Quijote y sus aventuras primaverales
Félix Arbolí [colaboraciones].-
No he querido permanecer indiferente a la celebración de “Día del Libro”. Estoy unido al mundo del libro desde mi infancia. Siempre me ha gustado leer. Al principio, cuentos, con los que me dormía soñando con sus fantásticos personajes; luego pasé a las historias reales e imaginarias que me llevaron a los más insólitos lugares y a descubrir vidas, problemas y realidades que desconocía.

En el año de forzada inactividad, pasaba las horas leyendo las obras de Rafael Pérez y Pérez, el autor de moda, que me hizo conocer los principales aconteceres y personajes de nuestra Historia y sus lances amorosos verdaderos o salidos de la mente del autor. Mi tía Carmen, de Chiclana, hermana de mi padre, los tenía y me los iba dejando para que me entretuviera. Ellos me hicieron apasionarme por nuestra Historia y hoy puedo presumir que es una materia que domino.

Junto a éstos me leí todas las obras del argentino Hugo Wast sobre el final del mundo, relatos demoniacos y heréticos y todo ese mundo negro y espeluznante que me atraía poderosamente a esa edad en que nuestra mente empieza a enfrentarse con la realidad, sin abandonar del todo la fantasía. Por suerte, he ido buscando en librerías antiguas y mercadillos de libros usados todo lo que tenían de este autor y he logrado reunir un buen número de ellos.
LEER POR GUSTO, NO OBLIGADO
La afición a la lectura ha sido una normalidad en mi vida. Nadie me lo ha impuesto, ni siquiera los profesores de San Felipe Neri, donde estudié todo el bachiller, ya que entonces no era costumbre como ahora en algunos colegios, imponer la lectura y comentario de alguna obra literaria a sus alumnos. Decisión que me parece acertada, aunque tiene su lado negativo, ya que todo lo que se hace obligatoriamente, no resulta siempre grato.

Lo que he leído y leo es por propia voluntad, nunca me han obligado a hacerlo, ni yo a mis hijos, aunque si les hablaba de lo bueno y satisfactorio que ere leer un buen libro. Hoy los dos son lectores compulsivos y el pequeño, el que nos acompañará en mi viaje a Chiclana, se lee hasta dos o tres semanales, según las paginas. Es un auténtico experto en autores y obras. Ello es un orgullo para mí.
Leer está muy bien y no es perjudicial si la obra no te emponzoña o envenena tus ideas y maneras de vivir. Pero en esto del día del libro y las excelencias del Quijote, con los que nos llevan machacando una semana, me parece más maniobra comercial, que afán de estimular la lectura como placer y manera de cultivarse. El “Quijote” lo hemos leído todos y más de una vez, la primera, obligatoriamente al imponerlo su lectura y comentario en las aulas.

ATRACÓN DE QUIJOTE
Y a todos, por este hecho se nos indigestaron en aquellos tiempos las aventuras del hidalgo manchego, el gordo y sabihondo Sancho Panza -que era el personaje más interesante de la obra a mi modesto parecer-, y la idealizada Dulcinea, una vulgar y nada atractiva moza de mesón de caminos. Luego, cuando lo leímos voluntariamente y apreciamos en cada capítulo la idea del autor y su forma de exponerla, nos dimos cuenta de su valía.
Pero que nos acordemos de Santa Bárbara solo cuando truena, me parece tan absurdo como erróneo. Que año tras año, y solo en estas fechas, todo el mundo hombres y mujeres, letrados, dirigentes, funcionarios, actores y demás vayan a leer un fragmento de esta obra públicamente, me parece una solmene idiotez, ya que no hay público permanente para oírlo, ni significa que con ese acto se va a conseguir interesar a nuestra infancia y juventud en su lectura.
Es un simulacro promocional de una obra que ya no necesita promocionarse y que me perdonen los ilustrados y “quijoteros”. Es mejor poner al alcance de todos los bolsillos el libro del ingenioso hidalgo, durante todo el año y en los colegios sin carácter obligatorio, estimular a los alumnos a leer esta obra tan divertida, sensata y maravillosa que gusta y divierte solo cuando se lee por propia voluntad y ganas de hacerlo.
No es darse un atracón de Quijote un día o tres y luego guardarlo en el arcón el resto del año. Cervantes debe estar siempre presente en nuestra mente, aunque sea pleno verano y estemos en la playa.

LA LECTURA, UN BÁLSAMO
Opino que la lectura debe ser bálsamo, entretenimiento, cultura, consejo, diversión, aprendizaje y hasta un buen pretexto para aislarse de todo lo que nos rodea y nos pueda ser un fastidio o una pena. Hay que saber lo que se lee y a quién se lee. No todo libro es bueno, ni todo autor es aconsejable como consejero. Hay libros que pueden causar un efecto nefasto en nuestra cultura y manera de enfocar la vida.
Hay otros que aburren con sus tercas y repetitivas recomendaciones para hacernos abandonar nuestras ideas e identidad y hacernos adeptos de las suyas. Hay una gran amiga en estas páginas, de San Fernando

Ni tanto leer en exclusiva es bueno, ya ven lo que le pasó a don Quijote, ni es aconsejable. El contacto con otras personas y el mundo que nos rodea o nos puede interesar es siempre conveniente. Yo recibo un promedio de setenta u ochenta correos mañaneros y algunos menos, por la tarde. De ellos, sin ni siquiera abrirlos elimino a dos terceras partes.
Pero no por ello considero Facebook un perjuicio a mi cultura y formación. He aprendido mucho en estas páginas y sobre todo, he encontrado a una serie de excelentes amigos, entre ellos la que nos abandona por una semana, que serían desconocidos en mi vida.
¿Creen que con dedicarse al libro en exclusiva van a conseguir una vida mejor y más valiosa? Ojo con los libros que leáis que no todos causan el efecto deseado. Leer, si, pero como una actividad o distracción, que nos aliente, reconforte y ayude al igual que los otros medios si se saben elegir o rechazar.

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