Confesiones de un chiclanero

Félix Arbolà [colaboraciones].-
Lo peor que se puede sentir en esta vida es rencor. Es un sentimiento tan nefasto y tan perjudicial para el que lo padece y al que va dirigido, que yo borrarĂa hasta esta palabra de nuestro diccionario. Tengo muchos defectos, como todo ser humano, no me importa reconocerlo; más aĂşn, me serena poder confesarlo. No todos podemos ser perfectos y mucho menos, santos, aunque nuestros padres se hayan empeñado en que sĂ lo seamos.
El amor de una madre es tan ciego como hermoso. El de un hijo solo se descubre en toda su plenitud, cuando nos falta esa madre tan necesaria siempre y a la que en vida no le hemos dado todo ese amor que ella siempre nos ha brindado. Mi madre quiso que yo fuera un dechado de virtudes y luchĂł hasta Ăşltima hora por ello.

Solo ha conseguido que aprecie lo mucho que la necesito, la razĂłn que tenĂa en sus advertencias y enfados y la sinceridad y grandeza de un cariño sin lĂmites, ni siquiera despuĂ©s de su muerte, porque fue tan grande que aĂşn lo sigo notando en mĂşltiples ocasiones. Y si tengo algo bueno y por lo que sentirme orgulloso, a ella se lo debo.
Yo amo a la Humanidad, asĂ con mayĂşscula. Necesito tener mi corazĂłn abierto a la bondad, a la esperanza y a la fe. Me duelen las posibles enemistades que haya podido labrarme a lo largo de mi vida, no porque los necesite para caminar hacia mi meta, sino porque me pesa el tener que soportar ese lastre sentimental en este duro caminar.
EL VIAJE A CHICLANA, UN ANTES Y UN DESPUÉS
Comprendo que es difĂcil agradar a todo el mundo y más en mi caso que, fiado en la comprensiĂłn y tolerancia de los que me leen y oyen, no tengo la precauciĂłn de meditar en profundidad mis palabras, en ese momento que necesito abrir mi alma y dejar salir los demonios que habĂa dentro.
A veces me da miedo escribir, porque temo que mi sinceridad y ganas de expansiĂłn, me jueguen una mala pasada y ya en frĂo, hecho el mal, sin pretenderlo, me de cuenta del efecto causado y llegue la hora de las rectificaciones y excusas, no siempre aceptadas y menos olvidadas. Me horroriza morir dejando una ofensa sin reparar, un equĂvoco sin aclarar y un rencor sin apagar.
Comprendo que muchos dirán que soy un memo al pensar asà y que ellos son partidarios de que el que se pica es porque ajos come. Yo no suelo ser de esa manera y eso me produce momentos de ansiedad, de temor y de tristeza.
Mi viaje a Chiclana va a suponer un antes y un después en mi vida. Muchos pensarán que exagero, pero es la verdad. Tengo unas ganas enormes de encontrarme con tantos amigos, que aún no conozco personalmente, pero que han logrado ocupar un lugar destacado en mis afectos y sentimientos.
SENTIR LA CARICIA DE LA TIERRA
De ver esas calles de mi infancia, aunque hayan cambiado tanto; de respirar ese aire que fue el primero que entrĂł en mis pulmones de reciĂ©n nacido; de ver ese campo de mis amores y olores que a pesar de la lejanĂa y el tiempo aĂşn percibo y recuerdo; de poder ofrecer mi devociĂłn y fervor a esa Virgen pequeñita en imagen, pero enorme en el cariño que le tenemos todos los chiclaneros, por los muchos “remedios” que nos ha concedido a lo largo de nuestra vida.
Por volver a pasar una vez más por la casa, donde aĂşn me veo en su balcĂłn contemplando esa nube en forma de ataĂşd en la que creĂa iba mi padre camino de su desconocido destino y poder sentirme cerca de donde descansan su sueño eterno mis padres, abuelos, tĂos y primos, porque todos somos de allá o tenemos algo muy entrañable en sus lĂmites.
Son demasiados años sin sentir la caricia de mi tierra, sin oler sus floridos balcones, sin admirar la gracia y lozanĂa de mis gentes, mi pueblo, su sencillez, calidez y cariño. Tengo demasiados recuerdos y añoranzas en ese rincĂłn como para no sentirme nervioso y hasta con miedo de enfrentarme a tantas emociones y sensaciones que estoy seguro vivirĂ© y luego ya a mi regreso, tanto añorarĂ©.
La vida, ya se sabe, es un cĂşmulo de penas y alegrĂas, decepciones y satisfacciones, abrazos de encuentros y de despedidas. Ahora estoy viviendo en una nube, mañana solo verĂ© las que pasan ante mi ventana de un tercer piso madrileño. “Sic transit gloria mundi”.

Mi novela “El Pergamino”, que voy a presentar gracias al honor que me hace el Ateneo chiclanero, de ofrecerse a servirme de anfitriĂłn, es una ediciĂłn especial que he escrito como homenaje a mi tierra, de tirada muy limitada. Ha sido mi primera incursiĂłn en ese gĂ©nero literario donde la fantasĂa y la inspiraciĂłn tienen su dominio absoluto.
No sé si gustará más o menos, pero lo único cierto es que a mà sà me gustó escribirla y leerla después, pues aparte de su intriga, es un canto a mi querida Chiclana, su escenario principal y a su maravillosa playa de La Barrosa, junto a la exposición, sin matices publicitarios, de sus principales productos y alicientes. Como parte necesaria al desarrollo de su trama.
Mi mayor sueño es que no quede ningĂşn ejemplar sobrante, porque la he escrito sin ánimos crematĂsticos, me ha supuesto una inversiĂłn mayor que la que pueda recoger con su venta, pero lo he querido hacer como testimonio de lealtad y de amor a esa tierra que llevo tan enquistada. No solo es la primera que escribo de ese estilo, sino que posiblemente será la Ăşltima, por razones de tiempo y edad, que podrá ver la luz.
Mi mensaje definitivo a ese paraĂso perdido, que dentro de una semana voy a reencontrar. Espero que tratĂ©is a ese libro con amor y como recuerdo de un chiclanero que amĂł y sintiĂł a su tierra hasta el Ăşltimo momento de su vida, porque a travĂ©s de sus páginas descubrirĂ©is mi alma y pensamientos.
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