Chiclana, cuna de oficios-Panadería: Manuel Aragón, el panadero: Calor de hogar
Pepe Vela [colaboraciones].-
El oficio que nos toca hoy, desde hace miles de años ha formado parte de los olores y sabores que, hasta no hace mucho tiempo, impregnaban todas la calles de nuestros pueblos, ese olor del pino tan característicos junto a la masa, tostándose en el horno para conseguir uno de los alimentos mas consumidos del mundo: El pan.
Manuel Aragón Sánchez, conocido por Manolo el panadero, tiene 75 años, pero parece más joven, con cara de bonachón, de persona afable, trabajadora y servicial, que es lo que ha hecho toda su vida desde que tenía 9 años: trabajar, dedicación a su familia y servir a su extensa clientela hasta que se jubiló. Se trata de una bellísima persona y todo los que le conocen le tienen muchísimo aprecio y cariño.
Con 9 años dejó el colegio y se fue con Penaco a guardar vacas: “Te voy a decir la verdad, yo he pasado hambre”. Trabajaba solo por la comida. En verano se iba a la salina de enfrente a llevar el burro que estaba en la noria y también arreaba a los mulos y burros cuando estaban cargados de sal y su jornal era un economato, un pago en especies. Cuando terminaba la jornada recogía los excrementos animales para el huerto del capataz y le daba dos reales.
Su madre le dijo un día: “No te quedes cogiendo estiércol, que hace falta que traigas el aceite”. Con la mala suerte de que al recoger la botella impregnada, se le cayó y se rompió y no le quisieron dar otra: “No se me olvidará nunca. Ese día me harté de llorar”. También se dedica a ir por los mandados y arreglarle el jardín a doña Carmen Santana, que le daba de desayunar y algo de dinero, pero lo mejor es que le enseñó a leer y a escribir.
REPARTO DE PAN A CABALLO
Al morir su padre se fue con su hermano a trabajar a Morón. Por la mañana con una Caterpillar y por la tarde en una venta. Después se marcharon a Rota, pero al no tener la edad para trabajar, se vino para Chiclana con 15 años.
Entraba a las 11 de la noche para preparar el horno y la masa, y un poco más tarde llegaban los panaderos para empezar a preparar cada uno su reparto, porque en realidad trabajaba para su cuñado, que era el que le pagaba. Poco tiempo después, ya con 16 años, empieza a hacer el reparto de la zona que su cuñado tenía por la Cruz Blanca y la carretera del Marquesado. Llegaba con el reparto hasta Garrones.
La mayoría de la clientela era de los campos del extrarradio que su cuñado había logrado hacer. “Cuando empecé a repartir el pan por esa zona, la gente empezó a vivir”. Entonces hacían el pan en hornos caseros para toda la semana, comiéndolo casi siempre duro. En sus inicios, el reparto lo hacía con animales.
El primero fue un caballo que su cuñado tenia: “Con 17 años cogía el callejón de Jerez lloviendo a chuzos y el caballo sabía ya la verea de memoria”. Luego tendría también una yegua y hasta un poni. El reparto con animales duró cuatro años.
Después llegaría la moto, una Gucci. Le siguió una Gibson y una Duccati, hasta que se compró su primer coche, un Citroën 2 Caballos que le costó 400 duros y se lo compró a Juan Bermúdez, de Conil. Había pasado de un caballo a dos, pero con cuatro ruedas y más carga, pues hasta entonces se veía obligado a dar varios viajes con poca carga, hasta que se compró su primera furgoneta nueva, una Ebro que le costó 440.000 pesetas y con la que podía llenarla y repartir más cantidad de pan.
En el año 1972 se unen la mayoría de panaderías de Chiclana, 19 de 21, y construyeron la panificadora Nuestra Señora de los Remedios, quedando inaugurada en octubre de 1975, entrando Manolo en plantilla. Fue entonces cuando cogió el reparto de su cuñado y también el de su hermano Manolín.
TRABAJANDO NOCHE Y DÍA
Trabajaba de noche y durante el día repartía: “Empezaba a las 11 de la noche, luego repartía sin descansar y terminaba con el reparto a las 4 o 5 de larde”. Como es lógico “yo me quedaba dormido mientras repartía, por lo que tenía que parar y en los charcos me lavaba la cara para continuar”.
Se le hacía imposible trabajar así, por lo que se hizo autónomo, dejando la panificadora y aumentando aún más la zona de reparto. Compró una furgoneta más pequeña y colocó a su cuñado y a un sobrino suyo, hijo de su hermana Antonia, esposa de Bartolo, que se había quedado viuda pronto y a la que la vida no le había sonreído nada.
“Mi hermana tiene un hijo minusválido de nacimiento –me cuenta-, se le muere un hijo con 18 años, después otro con 21, mi sobrina se le mata con 18 años en un accidente en el Barrio Jarana y a mi sobrino Juanmi le dio un coche por detrás y lo dejó en silla de ruedas. Y ahí no termina la cosa, porque después se le muere José María con 40 y pocos años”.

Una mujer marcada por las desdichas de sus siete hijos, de los que ha enterrado a cuatro. Manolo, con su gran corazón y bondad, siempre estuvo pendiente de ella.
EL AMOR DE SU VIDA
Pero todo no era negativo. Con 15 años conoce a la mujer de su vida, Rosario, de la que se enamoró desde el primer instante en que la vio. Era guapa, sencilla, trabajadora y muy cariñosa, con la que se casó cumplidos los 30 años. Tuvieron dos hijas que colmaron su felicidad, Pepi, que nace en 1971, y Belén en 1974.
Desde entonces siempre estuvieron juntos. Ella lo era todo para él, fue su apoyo incondicional siempre, estuvo a su lado en los buenos y malos momentos y le ayudó en todas sus decisiones, hasta que la vida los separó.
Ha repartido pan desde los 17 años hasta su jubilación, más de 48 años al servicio de su gran clientela. Jamás le ha quitado el pan a nadie por no pagarle: “Cuando pueda ya me pagarás” le respondía a todos los clientes que pasaban necesidades.
Manolo está jubilado desde octubre de 2005, manteniendo desde entonces una vida más tranquila, cuidando su salud y dedicándose a hacer las cosas que le gustan, como es su campo y el cultivo de su huerto ecológico. Sigue siendo un hombre encantador, sociable, bondadoso, entregado a sus hijas y nietas y manteniendo ese calor de hogar con el recuerdo de su Rosario, que siempre estará en su corazón.
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