Los hijos a los que llaman bastardos
Félix Arbolà [colaboraciones].-
Me entero que ha muerto don Leandro de Borbón Moragas. Un personaje que parece más bien sacado de una novela que de la vida real y nunca mejor usada esta palabra, porque nuestro protagonista pudo, al fin, ver realizado su sueño que lo declararan oficialmente hijo del rey Alfonso XIII.
Hasta publicaron dos libros sobre sus luchas y empeños para que se le reconociera oficialmente su real descendencia, aunque fuera del matrimonio del mujeriego monarca. Este enamoradizo rey fue más popular y comentado por sus escapadas nocturnas de palacio, buscando amores anĂłnimos, que por su decisiĂłn de salvar la monarquĂa.
A pesar de haber ganado las elecciones, que ni siquiera eran gubernamentales, sino municipales, tuvo miedo por su integridad fĂsica, ante la cobardĂa de su gobierno y partidarios y la grave amenaza de la masa republicana vociferante y desbordada, que se lanzĂł impetuosa a la calle proclamando un rĂ©gimen que no era el vencedor, a juzgar por los votos obtenidos en las urnas. Solo ganaron en algunas capitales.

De este monarca se han popularizado más sus amores fuera de su matrimonio, que aumentĂł el censo de españoles en su Ă©poca, que sus mĂ©ritos y virtudes como gobernante, siempre supeditado a los dictámenes de sus ineptos jefes de gobierno. Se vio solo y humillado y muriĂł en el exilio romano sin que el gobierno que se habĂa lanzado a una guerra contra el rĂ©gimen que lo desterrĂł, hiciera nada por reponerlo o rehabilitarlo.
LOS BORBONES, AMANTES CAPRICHOSOS
Se supo que su matrimonio con la princesa inglesa Victoria Eugenia, habĂa sido un fracaso por falta de amor y convivencia. Por sus incontables infidelidades. Algo parecido, aunque por distintos motivos con lo ocurrido con el de Juan Carlos y SofĂa. Y es que cuando falla el amor, no hay corona capaz de suplantarlo. Y surgen los hijos a los que de manera impropia segĂşn mi criterio llaman despectivamente “bastardos”.
Los Borbones, excepciĂłn del actual monarca, siempre han tenido fama de amantes caprichosos y poco leales a su promesa de fidelidad conyugal. Ser reina de España con un BorbĂłn como marido, no era una canonjĂa, ni un camino de rosas, sino una senda de espinas y sobresaltos o silencios embarazosos ante la constatada evidencia. Hasta en el caso de una BorbĂłn reina, como Isabel II, se cumpliĂł esta normativa nada encomiable.

A mĂ lo de bastardos, hijos naturales y demás anomalĂas, por el simple hecho de haber nacido fuera del matrimonio, me parece un absurdo, una majaderĂa y hasta una aberraciĂłn social. Conozco a un amigo que sufrĂa y asĂ me lo contaba, por el hecho de que no tuvo el arresto suficiente de hacer que su hijo se casara con la chica que habĂa quedado embarazada y a la que le constaba querĂa, por tener una novia formal con la que luego no llegĂł a casarse.
UNA ESPINA CLAVADA
Y este pobre hombre, no sĂ© si vivirá aĂşn, siempre tenĂa el pesar y la tragedia de que habĂa una nieta suya en el mismo Madrid, sin que Ă©l la llegara a conocer y poder abrazar. Era una espina que tenĂa clavada en sus sentimientos que no lo dejaba vivir en paz. Y temĂa morir sin poder verla, hablarle y pedirle perdĂłn por su cobarde actitud de no imponerse en el momento adecuado para que ella gozara felizmente de sus padres autĂ©nticos.
Un error imperdonable que le persiguiĂł siempre y le hizo un enorme daño. No sĂ© como acabarĂa o acabará esa triste historia, aunque me figuro que deberá ser horrible. Los hijos son frutos del amor y no pueden ser repudiados o ignorados bajo ningĂşn concepto.

Lo mismo da que ese nacimiento sea fruto de una uniĂłn que ha sido reconocida oficialmente o de un amor indiscutible que se ha forjado en la clandestinidad pero tan hermoso, sincero y consecuente como el primero. Ellos no tienen culpa de la formalidad, legalidad y posterior decisiĂłn de sus padres o familiares.
Me gustarĂa que mi amigo encontrara o encuentre antes de su final su anhelo de poder conocer a su nieta, para que su alma haya encontrado al final la paz que necesitaba para vivir y morir y reparar su injustificada cobardĂa o mala decisiĂłn. Dios se lo haya concedido.
Simplemente... MAGISTRAL.
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