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El popular Rastro madrileño


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Cuando estuve en Paris, al año siguiente de la famosa revolución del 68, en el que hacía estragos la venta callejera de El Libro Rojo de Mao, aquí prohibidísimo, compré un ejemplar que aún conservo, en las cercanías del famoso Mercado de las Pulgas, que es como llaman allí lo que aquí se conoce como El Rastro.

Fui a realizar una serie de reportajes concertados a través de la oficina de turismo francés: entrevista en su casa de las cercanías de París con Luis Mariano, asistir al rodaje de una película y una invitación junto a mi mujer a dar un paseo en barco por el Sena, con comida incluida. Sin embargo lo que más me impresionó e interesó, aparte de París y su indiscutible encanto, fue su famoso y castizo Mercado de las Pulgas.


Había de todo lo que uno podía imaginar y lo más curioso y sorprendente. Imposible recorrérmelo en una mañana. Estaba  hasta los topes y en su mayoría eran turistas. Una incomparable amalgama de puestos, objetos diversos y ambiente festivo y fascinante.

Cuando vivía en Cádiz, donde pasé mi infancia y parte de la juventud, me gustaba ir los domingos al mercadillo que se colocaba junto al Mercado Central, cercano a Correos. Era menos variado e interesante. Toda ciudad, incluso las de menos categoría e importancia turística tiene su mercadillo, donde a veces se encuentra ese objeto que nos impresiona y es imposible hallar en otro sitio.




EL RASTRO DE ANTAÑO

Hace más de treinta años que visito el Rastro madrileño, al que mi suegro era un gran aficionado y me inculcó idéntico interés y allí fui adquiriendo mis colecciones de armas antiguas, que hoy adornan la pared de entrada a casa y llaman la atención de los visitantes;  mis soldaditos de plomo, algunos de enorme antigüedad; libros ya descatalogados y desaparecidas sus editoriales, más de doscientas campanillas de todos los países y lugares, algunas de plata y otros objetos y curiosidades de los tiempos de mis abuelos. Siempre busco y compro aquello que me interesa. 

El Rastro alcanzó su época dorada en los tiempos de Tierno Galván, uno de los mejores alcaldes que ha tenido Madrid con diferencia sobre el resto. En aquellos tiempos como había puestos fijos, los vendedores tenían que madrugar para conseguir uno. Entonces abonaban una pequeña cantidad por el espacio al guardia de turno. Luego llegaron Aguirre, Aznar y Ana Botella y todo eso cambió.


Se empeñaron en reglamentarlo, pero como suelen hacer los políticos, a base de pagar una cantidad anual que muchos no pueden abonar y tienen que dejar el sitio que, ignoro el por qué, no se ocupa nuevamente y queda vacío, a pesar de los muchos que lo desean y necesitan.

Si no está el titular, porque pueda haberse puesto enfermo o andar de viaje, debe figurar un auxiliar en el permiso que puede sustituirlo. El Rastro de la capital de España, que debería ser el más  pintoresco, reconocido y mimado, se ha convertido en un embrollo municipal, que parecen odiarlo.

 

APATÍA Y ABANDONO DE LOS POLÍTICOS

Luego  llegan los nuevos alcaldes, estos que dicen  miran por el pueblo sencillo y llano, y organizan los domingos carreras por las causas más extrañas del mundo, eventos,  vueltas ciclistas y demás follones que suponen el cierre a la circulación de las principales calles de la capital, con el consiguiente perjuicio a las cientos de familias que viven exclusivamente de lo que sacan los domingos en ese mercadillo.

Creíamos que Carmena iba a ser más protectora y complaciente en este asunto, pero vemos que sigue la senda de los antiguos elefantes. ¿Para qué nos sirven el Retiro y la Casa de Campo, más adecuados a ese tipo de competiciones, sin tener que fastidiar a la ciudadanía su paseo y circulación donde se le apetezca en esa jornada dominical? Ya se han puesto de moda las carreras y los cortes circulatorios y no hay domingo que no lo suframos.


Los alcaldes madrileños parece que confunden al ciudadano con un siervo y sufridor. ¿Cuándo se van a ocupar del Rastro y de mejorarlo, facilitando su uso y expansión? Hasta el mismo Gómez de la Serna le dedicó un libro muy curioso y divertido, por cierto, y entre sus conocidos visitantes he podido saludar a Pérez Reverte, Trapiello, Manuel Vicent y muchas otras figuras de la política, el arte, las letras y hasta jueces y miembros del Tribunal Supremo. No es para tenerlo en esa apatía y abandono.

4 comentarios:

  1. Muy bonito e interesante pero para la gente de Madrid
    comentaselo a la carmela Chiclana tiene muchos proble
    mas para preocuparse si en el rastro hay huecos vacíos
    aunque cae un poco lejo 658 Km a lo mejor me llego
    mañana en un momento

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    Respuestas
    1. Cojeras el tranvía no tesale mas barato si saca un bono

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  2. En los articulos de opinion cada habla de lo que quiere, de Chiclana o de la China Popular que dijo aquel.

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  3. Este articulo en Chiclana no tiene ni píes ni cabeza

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