Ciencia y religión: ¿algún punto en común?
Hace aproximadamente cuarenta siglos que los babilonios desarrollaron los primeros estudios que aportaban datos
exactos sobre la salida y puesta del planeta Venus. Esta labor de observación
de los cielos era realizada por los sacerdotes quienes anotaban los resultados
de sus observaciones en tablillas de barro.
Ellos
fueron los grandes maestros de la astronomía en la antigüedad y a ellos se debe
el desarrollo de la matemática, números y cálculos exactos que la astronomía
requería. Fue en la cultura babilónica donde tuvo su origen la astronomía
científica.
La
ciencia explica leyes y métodos comprobables. La religión se centra en conectar
el hombre a una verdad espiritual.
En
los últimos tiempos el progreso científico ha tenido grandes avances y existen
testimonios de científicos ganadores del premio Nobel que plantean la
compatibilidad sobre la ciencia y la religión, tales como Max Planck, William
D. Philips, Robert Aumann, Albert Einstein, etc.
Este
último, por ejemplo, autor de la teoría de la relatividad, afirmaba que “la
religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión estaría
coja también”.
CIENCIA
VERIFICADORA
La
ciencia ha verificado afirmaciones bíblicas. La Biblia comienza con las
palabras: “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra” (Génesis 1.1) y
enseña con esto que el Universo tuvo un comienzo. Eso fue escrito hace más de
3,000 años. En 1929, con el descubrimiento de la expansión del Universo, esta
afirmación fue verificada.
Robert
Jastrow, Catedrático de Astronomía de la Universidad de Columbia, Director del
Goddard Institute of Space Studies, de la NASA y conocedor de los últimos
avances científicos en relación con el origen del universo, dijo: “Para el
científico que ha vivido en la creencia en el ilimitado poder de la razón, la
historia de la ciencia concluye como una pesadilla. Ha escalado la montaña de
la ignorancia, y está a punto de conquistar la cima más alta. Y cuando está
trepando el último peñasco, salen a darle la bienvenida un montón de teólogos
que habían estado sentados allí arriba durante bastantes siglos”.
Esto
me lleva a reflexionar que, en el fondo, en toda ciencia siempre está Dios.
A
mi criterio, la religión y la ciencia tienen un punto en común, un mismo
propósito que es “buscar la verdad”, proporcionar el bien para la humanidad.
Este mismo lema fue inspirador para la teóloga y escritora cristiana, Mary
Baker Eddy que descubrió la ciencia que está detrás del cristianismo. Al
estudiarla, se puede comprenderla y comprobarla como en los tiempos bíblicos.
Tal ciencia, la Ciencia Cristiana, se refiere a las leyes de Dios y su
creación, que cuando se aplican sistemáticamente a una situación, producen
resultados prácticos y sanadores.
FE
CON COMPRENSIÓN
Eddy
sintetizó que “en su significado espiritual, la Ciencia, la Teología y la
Medicina son los medios del pensamiento divino, los cuales incluyen leyes
espirituales que emanan del poder y de la gracia invisibles e infinitos”.
Podemos
aceptar entonces que somos regidos por estas leyes universales que provienen
del Bien Absoluto, como lo incluyó Eddy en su teología, que aplica las leyes de
Dios y con eso cambió el paradigma de que el hombre es material por el concepto
de que es una idea espiritual.
Partiendo
desde un enfoque espiritual, Jesús con su ejemplo fue el pionero de la ciencia
del cristianismo, realizando curaciones efectivas y demostrables para los demás
con la aplicación de las leyes divinas en la vida de cada persona.
La
fe con comprensión es otro modo de acercarnos a la realidad y por la palabra de
Dios inspirada en la Biblia se puede reconocer que toda la creación es
enteramente buena y que cada uno de nosotros tiene una naturaleza espiritual.
Esta era la visión de Jesús que sanaba a los enfermos, la contemplación de los
derechos espirituales inherentes de la salud y del bienestar para todos.
Podemos
experimentar una mejor calidad de vida cuando aceptamos y cumplimos en mayor
medida las leyes del Bien, de manera pura y desinteresada hacia toda la
creación.
Qué de pamplinas dices hija mía.
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