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Inaugurada la exposición “Ecos del Prado I. La copia, magisterio y difusión” en el Museo de Chiclana


Aborda la concepción originaria del Museo, las Colecciones Reales que le dieron origen, el Edificio de Villanueva que acogió las pinturas y las escuelas y maestros que vertebran sus salas.-

Con motivo del Bicentenario del Museo del Prado, el de Chiclana se ha sumado a esta celebración con tres exposiciones que nos acercarán a él desde ópticas bien diferentes, exposiciones que van desde los copistas hasta los más libres y creativos recreadores del las obras del mismo.

La primera, Ecos del Prado I. La copia, magisterio y difusión, en la que se aborda la concepción originaria del Museo, de las Colecciones Reales que le dieron origen, del Edificio de Villanueva que finalmente acogió las pinturas, y de las escuelas y maestros que vertebran sus salas.

Estas copias han sido realizadas entre los siglos XVII y XXI, por autores anónimos o conocidos y reconocidos como Gutiérrez de la Vega, Madrazo, Antonio González, Díaz Carreño, Sánchez Márquez o “ya cercanos a nosotros como Eduardo Martínez, José Dodero, Serafín Prieto o Pérez Leal, entre otros”, explicó Jesús Romero, director del museo chiclanero.

Son más de medio centenar de pinturas donde, con claro predominio de la llamada Escuela Española (que con obras de Zurbarán, Murillo, Velázquez, Ribalta, Ribera, etc..., ocupan la sala uno de exposiciones temporales, pero no se olvidan tampoco a los representantes de escuelas extranjeras (italiana, alemana, etc...), como Fra Angelico, Rafael, Tiziano, Correggio, Teniers, Van Dyck o Sassoferrato, presentes en la sala dos destinada a exposiciones temporales.

El Greco, “autor de aquí nacido fuera, hace de bisagra o nexo de unión entre ambas salas”, señaló Romero.

 
CUADROS, FACSÍMILES Y PLANOS

Junto a las pinturas, facsímiles de documentos, como los planos de Juan de Villanueva o el manuscrito de la memoria que éste hizo del mismo, o antiguos catálogos del Museo del Prado, complementan esta nueva exposición temporal que, aparte su obvia dimensión estética, ofrece un interesante enfoque didáctico.

Sin acto oficial alguno, sin la presencia del rey siquiera, abrió el Museo del Prado al público sus puertas el 19 de noviembre de 1819, casi inadvertidamente para el pueblo de Madrid. Durante ocho días pudo ser visitado de nueve a doce de la mañana. Luego, en el mismo horario, sólo los miércoles para el público visitante en general. El resto del tiempo, excepto festivos, abierto sólo a copistas y estudiosos.

Y es que, a tono con la Ilustración, movimiento en que toma impulso la creación del Museo, este espacio se contempla como una auténtica academia donde los maestros antiguos iban a prolongar, a través de la reunión de sus obras, su magisterio entre las nuevas generaciones. La copia como recurso didáctico que, a su vez, haría las veces de herramienta difusora de los contenidos del museo.

Nutriéndose en principio de las colecciones reales, germen del Prado, y de los fondos pictóricos procedentes de los conventos suprimidos, llevará más adelante una verdadera política de compras y de recepción de donaciones que acabarían convirtiéndolo en una de las mejores pinacotecas del mundo.

 

 

 

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