Chiclana, cuna de oficios: El chófer-Antonio Grosso Outón: Rey de la carretera
PEPE VELA M. [colaboraciones].-
Nuestro
protagonista de hoy ha estado toda su vida al volante. Hasta los 45 años de
chofer de camiones de pescado y conservas y los veinte siguientes de chófer de
ambulancias. Antonio Grosso recién
cumplido los 82 años el 11 de febrero pasado, rebosa una vitalidad envidiable.
Entró de aprendiz de mecánico en el Garaje Meléndez en San Fernando, que también tenía el servicio de transportes que llevaba a la carraca, aprendizaje que le serviría para estar valorado como transportista. Se sacó el carnet de conducir con 18 años antes de ir al servicio militar, por lo que estuvo de chófer en la escuela militar.
Posteriormente
el señor Meléndez lo metió en el parque
de automovilismo de la Marina, estando allí un año y posteriormente de chófer
con don Andrés de Benito Peláez, de la
Defensa submarina.
Terminado
el servicio militar se colocó con Martinico
y con Manolo Alba en San Fernando,
transportistas que se dedicaban a llevar pescado a Madrid, estando un año
aproximadamente. Después se fue a Bárbate con la empresa Utrera y Cia que tenía el corsario (ruta
establecida) Sevilla-Bárbate, donde llevaba pescado a Sevilla y de regreso
traía paquetería para Jerez, El Puerto, Puerto Real, Chiclana, Conil, Vejer y
Barbate. En cada viaje había que limpiar muy bien los camiones, que eran
descubiertos y de madera.
Posteriormente
le ofrecieron una mejora laboral, yéndose con Rosado,
de Bárbate, que llevaba exclusivamente pescado a Madrid, estando con esta
empresa más de 10 años, y también con cargas de retorno.

GARAVILLA E ISABEL
En
todas estas empresas siempre regresaba con carga y solo en Padrón, un pueblo de
Galicia, no le dejaron traer para Andalucía leche, por el olor a pescado que
tenía el camión.
La
última empresa dedicada al pescado y las conservas en la que estuvo, es una de
las más prestigiosas de España, Conservas
Garavilla, fundada en 1887 por don José
de Garavilla y Quintana, con factorías en distintos puntos de España,
entre ellos Algeciras.
Desde
esta ciudad nuestro protagonista llevaba pescado a otras factorías del norte de
España como El Grove (Pontevedra) o Bermeo (Vizcaya), yendo una temporada todos
los lunes a llevar atún hasta San Juan de Luz, en Francia, y retornando con
carga desde Bermeo, siendo su marca estrella Isabel.
En esta famosa empresa estuvo más de ocho años hasta que cambió el camión por
la ambulancia, y pasó de estar las noches fuera a dormir en casa.
En 1959 termina la mili y poco después, con 24 años, se casa en la Iglesia Mayor de San Juan Bautista con Mª Jesús Ruiz Pérez, con la que ha convivido todos estos años, compartiendo todo lo malo y bueno que la vida les ha dado, además de sus hijas, Ana María, María del Carmen y Francisca, y su hijo Antonio.
Cuenta
que “nunca tuve un accidente conduciendo, pero
yendo de copiloto, por la zona de Andújar (Jaén), debido al agua, el camión se
le fue a mi compañero y nos estrellamos contra un árbol. Tuvieron que ponerme
bastantes puntos en la cabeza”.
Una
de sus muchas anécdotas es que en uno de sus viajes por el Norte, cuando
regresaba a Chiclana, en Ejea de los Caballeros (Zaragoza), le hicieron uno de
los encargos más curiosos de su vida: traer un camión lleno de sal para una
empresa de Jaén.
En Burgos
cogían chorizo de la empresa Campofrío y
lo llevaban a diversas ciudades andaluzas como Huelva o Sevilla.
NOSTALGIA DE OTROS TIEMPOS
Los
tiempos han cambiado mucho desde que Antonio Grosso era camionero: “Me gustaban más los camiones de antes que los de
ahora, que parecen aviones de todo lo que tienen. Era más bonito conducir, pasabas por las ciudades y
pueblos, conocías más el país, sus gentes y sus comidas, mientras que ahora,
con tantas carreteras de circunvalación, ya no pasas por ninguno de ellos”. Romanticismo
del veterano conductor.
Todos recordamos hace años cuando no había tantas autovías, ni tantas grúas, cuando teníamos algún percance en la carretera y pasaba un camión estábamos salvados, pues siempre estaban dispuestos a echar una mano para que pudieras seguir adelante o te llevaban a un taller, para que pudieras arreglar el problema.
También
había mucha camaradería entre ellos y se juntaban para que los días que pasaban
fuera de casa, se hicieran más amenos: “Los
transportistas del pescado éramos como una hermandad, pues nos conocíamos todos
y estábamos más unidos”.
A los 45 años dejó los camiones y comenzó a trabajar con Ambulancias Gutiérrez donde estuvo 20 años hasta su jubilación. Allí también tuvo que hacer muchos viajes fuera de Chiclana, para llevar pacientes del Puerta del Mar de Cádiz a distintos hospitales de España donde se encontrara la especialidad concreta que el enfermo necesitara. Donde más veces iba era al hospital Reina Sofía de Córdoba.
Viajó
por toda España y vio y escuchó muchos festejos musicales y taurinos: “Soy de los pocos que he visto cortar dos orejas a Curro Romero en Sevilla”.
Hoy
ya no salimos con miedo a la carretera por las averías, pues sabemos que si
ocurre algo, con una llamada de teléfono tenemos una grúa a nuestra
disposición, pero sí estamos pendientes de los reyes de la carretera cuando el
estomago se nos mueve, pues sabemos que donde ellos paran, seguro que se come
bien y barato.
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