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Algunas mentiras del independentismo catalán


Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Durante los últimos años de gobierno del Partido Popular, con su presidente Mariano Rajoy al frente, el independentismo catalán ha alcanzado cotas de aceptación que ni los más optimistas habrían soñado. La denuncia previa por el Partido Popular ante el Tribunal Constitucional de un Estatuto escasamente votado por los propios catalanes.

Éstos daban por bueno su status quo, y la continua dejación de un gobierno indolente, que creyó que la cosa no iría a más, propiciaron que mucha gente comenzase a hacer suyas una serie de premisas falsas, sabiamente propagadas por el independentismo, adobadas por un sentimiento nacionalista convenientemente adornado y victimizado.

Ningún nacionalismo es bueno, pues se basa en el victimismo de la discriminación y en la absurda idea de la existencia de una especie de raza superior a las demás. Y todo ello en Cataluña, cuya supuesta pureza de sangre hace ya muchos años que se vio afortunadamente contaminada por cientos de miles de españoles que llegaron a esa tierra a buscar trabajo y a contribuir con su sudor y su esfuerzo a la prosperidad de la que hoy sus propios hijos consideran su patria chica.

Sin entrar en más detalles, pasaré a opinar sobre algunas de las mentiras de bulto que los nacionalistas proclaman a boca llena, gracias a las cuales han conseguido, con una propaganda efectiva y efectista, el apoyo de poco más de dos millones de personas.
 
 
MANO DE OBRA BARATA

España nos roba. Pues no. Más bien España ha contribuido a la riqueza de Cataluña con su mano de obra barata procedente de Galicia, Andalucía, Murcia o Extremadura, por poner sólo algunos ejemplos. Y digo barata, porque esa masa trabajadora de la postguerra civil veía en Cataluña la posibilidad de obtener un empleo, aunque fuese de esos poco cualificados que rechazaban los mismos catalanes. Ah, y no olviden que, mientras ellos prosperaban económicamente y sacaban pecho de su riqueza, Andalucía seguía siendo el cortijo de señoritos de toda España.

Tenemos un sentimiento nacional que nos hace diferentes. Perfecto. Y los andaluces, y los gallegos, y los castellanoleoneses, y los extremeños. ¿O es que acaso una persona de Plasencia no se siente antes extremeña que española? ¿Acaso ser extremeño imposibilita sentirse español en el sentido amplio de la palabra, enorgulleciéndose y disfrutando de toda su riqueza cultural y lingüística?

El movimiento independentista es de izquierdas. Mentira podrida. Uno de los partidos independentistas más radicales proviene de la antigua Convergencia y Unió, que buenos réditos económicos supo sacar de la transición española, y que se nutre fundamentalmente de cuadros que proceden de la oligarquía catalana, vamos, de los señoritos de esa tierra, como diríamos en Andalucía.

Quien no es independentista, no es catalán. Se olvidan de que muchos de los que apoyan hoy en día el independentismo son precisamente los hijos de aquellos que tuvieron que abandonar su tierra de origen para buscar trabajo en Cataluña, y que se siguen sintiendo agradecidos a esta Comunidad Autónoma e identificados con ella en muchos aspectos, pero profundamente españoles.
 

 
ROBO A MANOS LLENAS

España nos roba. Por desgracia, el sistema de financiación de las Comunidades Autónomas no ha sido actualizado en décadas, lo que puede hacer que se produzcan disfunciones que habrá que corregir. Pero bajo esta falsa premisa no se puede prometer a la gente que con la República Catalana subirán significativamente las pensiones, se acabará el paro, se duplicarán sus exportaciones y se atarán los perros con longaniza.

Más bien habría que recordarles que quienes han estado robándoles a manos llenas han sido sus propios gobernantes. A los que, por cierto, se les invita a presidir misas en Montserrat en primera fila. Vivir para ver.

Los catalanes tenemos derecho a decidir sobre nuestro futuro. Correcto. Siempre que ello no sobrepase las propias competencias de su Comunidad Autónoma. Y en ningún caso pueden decidir sobre la integridad de España, que es patrimonio de toda la ciudadanía española y no sólo de los catalanes.

Votar es un derecho de la ciudadanía. Sí, pero siempre dentro de las competencias del ámbito en el que se vota. Cataluña no puede votar sobre su independencia, porque excede de sus competencias como autonomía, los mismo que los andaluces no pueden votar a favor de que Cataluña abandone España. Sobre la independencia de cualquier territorio nacional tienen que votar todos los españoles, porque es un patrimonio común que les pertenece.

 
FALSEDADES INDEPENDENTISTAS

Y todo el mundo debería comprender que, por poner un ejemplo, en una comunidad de vecinos no se puede votar expulsar a un inquilino, aunque estén de acuerdo 19 de 20, porque es algo que excede a las competencias de esa comunidad.

Votaron dos millones de catalanes el 1 de octubre. Falso. En un simulacro de referéndum como el celebrado en esa fecha, sin censo, donde las personas pudieron votar varias veces en diferentes sitios, y en donde las fuerzas de orden público llegaron a intervenir urnas llenas de votos antes de ser colocadas en los colegios electorales, ninguna cifra puede darse por válida, y ningún escrutinio puede resultar fiable cuando fue realizado por las mismas fuerzas independentistas.

Aquí no hay problemas de convivencia. Falso. Los independentistas han creado un ambiente de tensión ciudadana que ha conseguido enfrentar a padres con hijos, a hermanos con hermanas, a amigos de toda la vida entre sí, de manera que han perdido hasta el contacto. Y los conflictos sociales, por desgracia, suelen dilatarse más en el tiempo que los políticos.

Tenemos exiliados y presos políticos. Absolutamente falso. Tienen políticos presos por haber violentado las reglas de la democracia. Y, hay que reconocerlo, por haber dado la cara ante la justicia, en vez de huir de España escondidos en un maletero, de lo que muchos se olvidan y que ofrece una imagen verdaderamente patética de los huidos en Escocia, en Suiza o en Bélgica. Además, su prisión incondicional obedece a que sus delitos son contra el Estado, lo cual reviste una especial gravedad que, tal vez, nunca calibraron convenientemente.

LA DIVERSIDAD ENRIQUECE, EL NACIONALISMO EMPOBRECE

Somos un movimiento pacífico y democrático. Falso. Todo aquél que pretende violentar la estructura de un Estado por la vía de hechos consumados, obviando las leyes, opinando sobre asuntos que exceden de su competencia y lanzando a la gente a la calle para defender ideas indefendibles, utiliza de una u otra forma la violencia.

Y la violencia contenida acaba explotando cuando la gente se siente engañada y frustrada ante promesas que nadie se ha atrevido a reconocer que son imposibles de cumplir. Prueba de ello, los recientes altercados en Cataluña.

De miseria real, de abandono, de pobreza sabemos mucho en el resto de España. De industrias desplazadas de Andalucía a Cataluña y al País Vasco, también. Y en cuanto a refrendar masivamente estatutos de autonomía, que no nos vengan con cuentos. España no es una piedra, un bloque monolítico en el que cualquier particularidad se anula sistemáticamente. España es diversa en sus lenguas, en su cultura, en sus paisajes, en sus gentes.

Y la diversidad enriquece siempre, mientras que los nacionalismos empobrecen y embrutecen. Tal vez a muchos independentistas irredentos les vendría bien estudiar algo más de historia. Lanzar piedras es muy fácil. Rebatir una idea con argumentos cuesta algo más. Y ningún movimiento social o político, por muy masivo que sea, que se sustente en una sarta de mentiras, puede tener futuro alguno.

 

 

 

 

 

 

 

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