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Caminar contra la historia puede ser muy peligroso


Félix de la Fuente
[colaboraciones].-

Protestar contra Putin es algo muy fácil, pero no seré yo quien salga en su defensa. Soltar improperios contra una persona que ya todos conocemos no conduce a ninguna parte. Ya sabemos todos cómo Putin ha invadido Crimea, cómo interviene en Bielorrusia y en otros países limítrofes, cuánto tiempo lleva apoyando militarmente a algunos territorios de Ucrania, cómo trata de manipular las elecciones de otros países y cómo, incluso está apoyando a ciertos grupos independentistas de España.

 

Todo esto, aunque se trata de hechos muy graves, sirve sólo para desviar nuestra atención del verdadero problema. Éste no son los 125.000 soldados rusos que se encuentran en la frontera de Ucrania. Con todo la gravísima que sea para la paz esta amenaza rusa, el verdadero problema es que los países europeos se hayan echado en los brazos de Putin, el que energéticamente casi todos los países, y principalmente Alemania, dependan del gas de Rusia.

 

En lugar de las energías renovables, hemos elegido el gas de una potencia muy interesada en que la UE no siga adelante. El problema, en suma, es que la integración europea lleve 30 años semiparalizada y ahora nos lamentemos del imperialismo ruso, echando balones fuera.

 

Tan absurdo y peligroso es ir en contra de la ciencia, como caminar en contra de la historia. Estábamos todavía en plena Segunda Guerra Mundial, cuando lo políticos occidentales de entonces tomaron conciencia de la necesidad de una reconciliación y unificación de los países europeos.

 

Primero serĂ­a el Tratado de Londres (1944), por el que se crea el BENELUX (BELGICA, NEDERLAND, LUXEMBURGO), DespuĂ©s vendrĂ­a el famoso discurso de Winston Churchill en  ZĂşrich (1946): Hace falta un remedio milagroso que transforme por completo la situaciĂłn y que, en unos años cree una Europa libre y feliz, siguiendo el modelo de Suiza... Debemos construir unos Estados Unidos de Europa.

 

EUROPA TIENE QUE INTEGRARSE

 

Dos años después se celebraría el Consejo de la Haya (1948), que reunió a los principales políticos de toda Europa y donde se creó el Consejo de Europa (con sede en Estrasburgo), y en 1950 pronunciaría su famoso discurso Robert Schuman (La Declaración Schuman), en el que propone una Europa unida que pueda contribuir a la paz mundial, a través de realizaciones concretas, y un año después, por el Tratado de París, seis países ( Benelux, Francia, Alemana e Italia) constituyeron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA).

 

Esa visión histórica de aquellos años es la que no se da actualmente en nuestros políticos. Peor aún, se pretende ir en contra de la marcha de la historia. La UE ha levantado un gigante económico, pero con unos pies políticos de barro, y ahora, en lugar de reconocerlo, echamos la culpa a Putin de que esté poniendo en peligro la paz en Europa.

 

Desde hace ya mucho tiempo la historia nos viene diciendo que Europa tiene que integrarse, y no solo para defender sus valores democráticos y sus conquistas sociales y avanzar en ellas, sino incluso para subsistir.

 

Es verdad que en este momento se trata de dialogar con Rusia hasta el agotamiento y prepararse para la defensa (que no es lo mismo que el ataque), pero también es tiempo de mirar hacia el futuro y de reconocer qué cosas ha hecho mal Europa y, sobre todo, qué cosas no hemos hecho.

 

AMENAZA DE GUERRA

 

Nuestros políticos, lo vuelvo repetir, están violando el Tratado de la Unión Europea, que es lo mismo que violar la Constitución, y lo hacen por una doble vía. Primero, porque el tratado exige una unión cada vez más estrecha entre los ciudadanos de Europa y segundo, porque el principio de subsidiaridad, que es uno de los principios fundamentales de la UE (y yo diría de la educción y de la vida en sociedad), exige que cuando una instancia u organismo es incapaz de resolver un problema, debe pasar el encargo a una instancia superior.

 

Pues bien, ni avanzamos en la integración europea, ni los ciudadanos pintamos prácticamente nada en este proceso. Y en cuanto al principio de subsidiaridad, se ha empleado, a mi entender, casi exclusivamente en sentido negativo, es decir, no para que las instituciones estén lo más cerca posible del ciudadano, sino para controlar al Parlamento Europeo y a la Comisión Europea.

 

Además, los Estados miembros, “cual perro del hortelano”, ni tienen soberanĂ­a en casi ningĂşn campo ni dejan que la ejerza la UE. Eran tiempos de guerra y de postguerra cuando los grandes polĂ­ticos europeos se decidieron a cambiar radicalmente el rumbo de nuestro continente.

 

Han pasado casi ochenta años y la amenaza de guerra ha vuelto lamentablemente a suelo europeo. ¿Se darán cuenta de una maldita vez nuestros polĂ­ticos de hoy de que la no-integraciĂłn europea nos está llevando a un callejĂłn sin salida? Europa no se ha hecho, y puede haber guerra. Marchar en contra de la historia es un juego peligroso.

 

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