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Un solo tiro a los dos pies


FERNANDO PEREA
[colaboraciones]

La historia de las elecciones presidenciales norteamericanas está llena de casos de presidentes que renuevan los cuatro años de alquiler del Oval Office, con el único mérito de... sentarse a esperar que el partido de la oposición presente a las urnas un candidato debilitado por el propio proceso de primarias internas.

 

El presidente que opta a segundo mandato, tiene que hacerlo muy mal para no ser nominado por aclamaciĂłn por su propio partido. Hay casos, desde luego, pero nada frecuentes. El Ăşltimo fue el de Lyndon Baines Johnson, el Ăşnico presidente que ha jurado el cargo en un aviĂłn con ruta Dallas-Washington. En 1968, sus posibilidades de reelecciĂłn fueron barridas por los ecos de los disparos de la Army, la Navy y la Air Force en Vietnam.

 

CONVENCIONES, PLAYAS y NAVAJAZOS

 

Pero lo habitual es algo distinto. Un presidente en ejercicio -sea demócrata o republicano, que para el caso da igual- tiene un mero trámite en el verano inmediatamente anterior a las elecciones: la Convención (o congreso de nominación) En estos casos, la Convención suele ser una auténtica playa para el presidente. Lo único noticiable es que sirve para conocer si hay cambio -o no- en el otro nombre del ticket electoral, es decir, quién es el futurible vicepresidente.

 

Las cosas son radicalmente distintas en la oposición. Sí, tienen Convención y también en verano, pero aquí la playa está completamente minada. Llegan tras un año de lucha a cuchillo en cada caucus o en cada primaria de cada uno de los 50 Estados de la Unión. Los candidatos se van dando navajazos a lo largo de toda la geografía norteamericana, hasta que llega el llamado Súpermartes donde se clarifica el panorama y quedan dos o tres supervivientes como máximo.



Hay veces que el equilibrio final de fuerzas entre los candidatos prolonga la lucha a los pasillos de esa ConvenciĂłn, buscando el voto de delegados indecisos. Ha habido ocasiones donde la suma de delegados del segundo y tercer candidato puede desbancar al que ganĂł en las primarias. Estocadas, cuchilladas y navajazos de Ăşltima hora.

Y todo bajo la mirada atenta de los medios informativos y... sobre todo, del equipo de campaña del presidente candidato a reelección. Todos los eslóganes y ataques al elegido por la Convención de la oposición son anotados y contrastados con las encuestas de la propia carrera de primarias, sabiendo lo que funciona a favor y a contra del rival. Además, con el valor añadido de haber sido proferidos por gente de su propia cuerda y supuestamente bien conocedores del personaje atacado.

 

COMPAÑEROS DE PARTIDO

 

Aquí no puedo dejar de recordar lo dicho por tres gigantes de la política mundial y un chusquero de la nacional. Winston Churchill, el mayor político de la historia de Gran Bretaña, avisó a un correligionario de partido a poco de que debutara como parlamentario. Le alertó que encontraría peores enemigos en las filas de atrás (su propia bancada conservadora de Westminster) que en los de enfrente (laboristas).

 

Años despuĂ©s, Konrad Adenauer, el primer canciller de Alemania Federal tras la II Guerra Mundial y uno de los grandes arquitectos de ese proyecto aĂşn inconcluso que es la unidad europea, dirĂ­a: “Conozco tres clases de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. Certero en el orden de deslealtad.


En Italia, serĂ­a tambiĂ©n otro premier, un autĂ©ntico hombre de las mil caras como fue el longevo e incombustible Giulio Andreotti. La desconfianza elevada a categorĂ­a de axioma: “En la vida te encuentras amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”. Su experiencia en lidiar con todo tipo de gente no se discute: fue siete veces primer ministro.

 

En España, PĂ­o Cabanillas Gallas, ministro de InformaciĂłn y Turismo en el tardofranquismo, y ya con chaqueta nueva, ministro de Justicia con Adolfo Suárez, en mitad del sálvese quien pueda de las luchas fraticidas en la UCD de la Transa-transiciĂłn, acuñó un menos ceremonial pero más castizo: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.



PALOMITAS PARA TODOS

 

Todo lo radiografiado por Churchill, Adenauer, Andreotti y Cabanillas sobre los compis de partido (léase popular) permite ahora al partido de gobierno (léase socialista) que Pedro Sánchez -y su entorno (Bolaños, Calviño, Batet, Héctor Gómez, Lastra y el fontanero mayor Óscar López)- se siente ante la pantalla con un cubo de palomitas per cápita para asistir a la auto-inmolación que acaba de iniciar el Partido Popular.

 

La guerra -ya sin cuartel- desatada entre el número 7 de la Puerta del Sol y el número 13 de Génova es otro episodio más de la absoluta degradación de un partido con Gurtel, Lezo, Palma Arena, Palau de las Arts, Pokemon, Púnica, Rato, Sobresueldos, Taula, Kitchen... y más de un centenar de casos judiciales a sus espaldas.



El nuevo caso Mascarillas-Ayuso amenaza con ser un torpedo a la lĂ­nea de flotaciĂłn del PP. Se avecina una pelea que serán las verdaderas primarias del partido. Tanto si Pablo Casado vence, como si la candidata rival de Sánchez fuera Isabel DĂ­az-Ayuso, lo cierto es que será un candidato/a devaluado/a y con muertos bien visibles ahora pues el armario queda bien abierto de par en par. El uno será el espĂ­a de sus compañeros, la otra será la trepa que no ha parado de incordiar hasta alcanzar la nominaciĂłn a la presidencia de España. Ambos, representantes del partido del trinque.

El PP no se ha marcado un Froilán, lo ha perfeccionado. De un solo tiro se ha alcanzado los dos pies. Medalla de oro en suicidio polĂ­tico. El que acaba de encargar doble raciĂłn de palomitas es Santiago Abascal, al que ya algĂşn Rodrigo de Triana en su partido le acaba de gritar: “¡Sorpasso a la vista!”. Y esa es la mayor tragedia de España: Abascal como jefe de la oposiciĂłn o, peor aĂşn, como morador de La Moncloa. Terrible. Para no dormir.


 

 

 

 

 

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