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La “nueva” Paula Bilá encandiló al público en el concierto ofrecido en el “Teatro Moderno”


Nos mostró su nuevo estilo, otra forma de cantar, más intimista, fruto de su evolución, con una voz prodigiosa, mejor aún si cabe
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Días pasados actuó de nuevo en el Teatro Moderno la cantante chiclanera Paula Bilá (antes Gómez), acompañada de tres excelentes músicos: Linus Eppinger (guitarrista holandés), Joan Masana (contrabajo, barcelonés) y David León (batería, ceutí pero residente en Chiclana). La he visto en directo seis o siete veces y siempre me ha sorprendido con nuevos registros, en la voz y en las canciones que interpretaba.

 

Debo reconocer que me gustaba más la Paula de antes, especialmente porque sus canciones eran de blues, soul y jazz, que son mis estilos musicales favoritos. Oyó desde niña la música que su padre, Luis, escuchaba y los tiros iban por ahí. De hecho es un buen guitarrista y la acompañó en sus inicios en la banda y tiene un grupo que actúa cada miércoles en jam-session haciendo este tipo de música.



Lo que se mama de niño suele marcarnos de adultos, como fue su caso. Apenas con dieciocho años y nada más terminar la Selectividad, dio un giro a su vida y se marchó a Irlanda, a Cork concretamente.

Allí se forjó como cantante actuando en pubs, teatros, festivales, etc., dándose a conocer, además de formarse haciendo un curso de música, así como profesora de inglés. Irlanda es tierra de buenos músicos y ese aprendizaje le vino muy bien. Allí grabó su primer disco, Love & hate, haciendo giras por ese país, España y Canadá. Tras cinco años por esas tierras regresó a España, a Madrid.

 

CAÑONAZO CONTRA LA INTRANSIGENCIA

 

En la capital del reino grabó su segundo álbum, Choices. Desde entonces su evolución musical y vocal ha sido constante, hasta llegar a lo que disfrutamos en el Moderno, con este cuarteto. Y digo bien, disfrutamos, porque aunque me guste más la otra Paula, ésta me sorprendió gratamente. Le pregunté a su progenitor el día antes qué iba a ofrecer y muy sibilinamente me respondió que no tenía ni idea. Lo sabía, pero quiso que fuera una sorpresa. Y lo fue, pardiez.


En sus conciertos anteriores casi todo lo que interpretaba era en inglés y un par de temas en español. En esta ocasión fue al revés. Si en los comienzos echaba mano de cantantes como Van Morrison y similares, esta vez eran composiciones suyas, aunque nos deleitó con una versión preciosa de Soledad, de Jorge Drexler, que nos dejó acongojados.

 

Comenzó con Whos gonna love you, dedicada a las madres, continuando con La ilusa y Cura, que dedicó a su madre. Las siguientes piezas fueron Ella y yo, un bonito bolero, It Will happen again con Eppinger a la guitarra, Soledad (acompañada de Masana) y las invitadas de la noche, Las Mónicas, con las que hizo Mira en tu silencio, montada según contó en una semana, pero que quedó muy bien. Mujeres al poder.

 

En Choices, que daba título a su segundo trabajo discográfico, nos contaba la historia de enamorarse de dos personas a la vez. Pisa un sueño fue un cañonazo contra la intransigencia e intolerancia de los que criminalizan a los inmigrantes. Paula narra la historia de un niño de Mali, Vaini, que salió de su país con siete años y tardó otros cinco en hacer andando los 2.000 kilómetros que hay hasta Algeciras, en busca de una vida mejor. Falsa esperanza, Déjame ver y Opiniones calladas fueron las últimas canciones.



 MAGNÍFICA EVOLUCIÓN ARTÍSTICA

Un concierto más íntimo, relajado, magnífico. Dije al principio que me gustaba más la Paula de antes que la de ahora, pero he de ser sincero y decir que durante toda la noche no me acordé de la otra Paula. Ésta nos fue llevando por unos caminos distintos, más melódicos, de canciones con mucho sentimiento y también de denuncia. Fue un concierto distinto, que reflejó la evolución que ha tenido a lo largo de estos años.

 

Esa voz negra, de blues, jazz o soul ha sido cambiada por otra más blanca, dulce, intimista, que sube y baja con una facilidad asombrosa. Que te acaricia y te llega al fondo del alma. Canta muy bien, como siempre, aunque de otra manera. Esta nueva Paula Bilá nos volvió a conquistar, como ya lo había hecho antes.

 


Y la canción con la que cerró su actuación, fuera del programa, fue otra delicia: Pacharín de aldea, una nana que le cantaba su abuela asturiana cuando Paula era niña. No se puede cantar mejor. A solas con su guitarra y su voz, con su abuela en el recuerdo, nos emocionó a todos, siendo recompensada con una salva de aplausos aún mayor que los recibidos momentos antes. Con esta nana Paula duerme al niño más rebelde del mundo.

Maravilloso final para un gran concierto. Y los músicos que le acompañaron también de diez. Se nota la compenetración del grupo y que disfrutan con lo que hacen. No son meros comparsas. Su calidad y experiencia también ayudan a una joven cantante que puede llegar muy alto, a poco que le acompañe la suerte, también necesaria en el mundo de los artistas. Queremos más y que no tarde mucho en volver.

 

 

 

 

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