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Kilómetros y Rock

Miguel Angel Bolaños [colaborador]

Gracias. Muchas gracias. Me habéis hecho la vida más fácil. Si amistad y dinero son aceite y agua (ya nos lo demostró Michael Corleone), amistad y música son una maravillosa ecuación con la que asumes que sí hay algo parecido a estar cerca de esa falacia llamada felicidad.


Es ilusionante viajar. Hacerlo en coche, en buena compañía, como si estuvieras en una road movie americana o en un párrafo de En el camino de Kerouac, transfigurándome en un trasunto de un Dean Moriarty alocado recorriendo la polvorienta Ruta 66. Amistades en mis aventuras y desventuras por esos mundos de Dios. Ya lo han hecho antes y siempre han cumplido eficazmente con su labor. Amistad y música. Ocurre algo curioso (seguro que al buen lector también le pasará). Me acuerdo de ciertos sitios, lugares, situaciones, personas si escucho ciertas canciones... Bendita memoria.

No sabéis lo reconfortante que es que Dylan me susurre al oido su Shooting Star paseando por una Soria helada pero bulliciosa, que me acuerde de los embalses extremeños del Tajo por escuchar una canción de Héroes del Silencio o que irremediablemente piense en Medina Sidonia y en esa noche loca que tú y yo vivimos cuando canto La Chispa Adecuada. Conocí a Neil Young y a sus chicos del Crazy Horse, así como a los Rammstein en un viaje por lo más profundo de la cordillera Cantábrica. Flipo con Pink Floyd -gloria eterna a ellos por parir cosas como Comfortably Numb-, abandonándome a los recuerdos que me trae ese tema en ese puente de la Constitución en Madrid hace ya algunos años. Estoy en las ruinas de Numancia y de banda sonora tengo a Eddie Vedder y su banda, los Pearl Jam, salvadores de eso que algunos llamaron grunge y que no, no se murió con Kurt Cobain. Cerca de allí, un esbelto Bunbury, nos cuenta como son las ciudades de bajas pasiones y nos advierte que podemos contar con él aunque se vaya con una tal Lady Blue a unos de los múltiples lugares de este mundo que se llaman Flamingos.

En otras ocasiones me veo viajando por una autopista francesa que cruza Las Landas, derritiéndome por esa canción tonta que todos conocemos de Crowded House, entro en Valencia al ritmo de los Dusminguet, se me van los pies en las largas rectas de la provincia de Albacete escuchando al mago Kusturica y su orquesta de no fumadores, me maravillo porque el gran Joaquín Sabina también pasa 19 das y 500 noches en un bar del Barrio Alto de Lisboa, junto a mi, tomándose una ginjinha a mi vera, siempre a la verita mia. ¡Salud, colega!
En una carretera secundaria de Portugal, tortuosa y estrecha, Mark Knopfler recorre con sus dedos el mástil de una Gibson Les Paul y dejamos que nos cuente/cante como son esos túneles del amor que tanto anhelamos descubrir. Hablando de esa cosa... me enamoré por primera vez en Barcelona escuchando Temptation en la ajada y tabernera voz de Tom Waits (que Dios o quien sea nos lo guarde por muchos años) y me emborraché desgañitándome con una de los Guns'n'Roses. Allí, cerca de la Plaza Real (que no monárquica), viví uno de esos momentos llamados "mágicos", cuando un bar entero aulló el American Pie de Don Maclean.

Ya lo véis. Todos vienen conmigo, nunca estaré mal acompañado en mis viajes. Seguro que nuestra amistad seguirá creciendo.

A todos, gracias. Por ser como sois. Por estar ahí.

6 comentarios:

  1. Tostón de artículo, nada interesante.

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  2. Bienvenido al club de los imposibles.

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  3. no hay peor sordo que el que no quiere oir, ni más necio que el que no quiere entender.

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  4. fumanchu dice: porlagloriamimare calificativos: ñoño, pijo de cojone, sin sustancia, aburrido, pesado, este no sabe er probe, no sabe, y aparte desconoce y despues de desconocer tiene la poca verguenza que hay que tener para autoproclamarse periodista e historiador. y lo mejor de el es su atrevimiento. eso si su atrevimiento es lo unico bueno que se hay que sacarle. pero vamos la duda deja mucho que desear y no te queda mas remedio que pensar que ese atrevimiento es solo la causa de un buen respaldo y un buen padrinito.

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