Jaque mate
Los dioses se sentaron alrededor de la mesa, pidieron unos tragos y comenzaron el juego. En el centro, sobre un tapete en perfecto estado, el gran tablero del mundo. Ni era la mejor partida de la historia, ni la partida más larga jamás jugada. Era una partida más, unos milenios echados a suerte, un entretenimiento para seres inmortales.
Tiraban los dados y caĂan imperios, o surgĂan ideologĂas, o el ser humano realizaba descubrimientos aparentemente milagrosos. Una pizca de religiĂłn para crear confusiĂłn, unos granos de ciencia, sĂłlo unos pocos, no vayan a pensar que son perfectos. Era divertido verlos discutir, algunos dioses cogĂan cariño a ciertos personajes o a ciertas sociedades que les adoraban con especial veneraciĂłn. Daba igual, a la larga todos terminaban cayendo. Era el juego.Y allĂ abajo preguntándose por el sentido de la historia, y por el futuro de la especie, y por la verdad absoluta, y por el fin del mundo.
Cualquier dĂa uno de los dioses se enfadarĂa por cĂłmo transcurrĂa su partida, volcarĂa el tablero y se acabarĂa el mundo. Los demás le reprocharĂan con cara de enfado su gesto, pero no serĂa un reproche severo. HabĂa tiempo de sobra para comenzar una sesiĂłn diferente.
AsĂ habĂa sido siempre, ¿para quĂ© cambiarlo?





Muy bueno.
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