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Los hombres que sólo pensaban en el padel. Chiclanennium I.

Gustavo Torres [colaborador]

Capítulo II
Llevo demasiado tiempo aquí. Demasiado. Me duelen los ojos y las rodillas. También las rodillas. Sobre todo la derecha. Estuve muy cerca de Él. Muy cerca. Recuerdo que casi llego. Casi. Recuerdo que estuve en el pasillo final, el pasillo que conduce a su presencia. Después el golpe, recuerdo un golpe fuerte y después y desde entonces ésta habitación. Desde entonces solo tengo ésta habitación. Ésta habitación y el dolor.


Ésta habitación, el dolor y el cansancio. Una estantería llena de viejos libros, una pequeña ventana allá en lo alto, el camastro, un orinal amarillo y un cartel dorado sobre la pared. Pared con cartel, pared con puerta, pared con ventana y pared con estantería. Cuatro paredes. Eso es todo. El tiempo pasa lento. Al principio, durante los primeros días, gritaba. Gritaba confiando en que mi voz atravesase estas paredes y llegase a los oídos de alguien. Soy Paco. Soy Paco, carajo. Pero nada. Aquí sigo. Apoyado en la pared con ventana. Acuclillado. La espalda contra la pared. Cansado. Con dolor de ojos y de rodillas, sobre todo dolor de rodilla derecha. Cansado. Muy cansado. Hasta los huevos. A una hora que no sé determinar alguien me trae la comida. La comida casi siempre es pollo asado. Pollo. Por el sabor yo diría que es de Mayte. Y mira que me gustaba ir a Mayte. Pero ya estoy hasta la polla de tanto pollo de Mayte. Estos cabrones no se calientan la cabeza con el tema de la comida. La puerta se abre lentamente, una voz me apremia para que me sitúe al fondo de la habitación, la bandeja con el pollo es depositada en el suelo y la puerta se cierra. Junto con el pollo una nota. Desde el primer día con la comida siempre recibo una nota. Son escritos, parrafadas, enigmáticas notas sobre historia, civilizaciones, descubrimientos. Cada día el tema es diferente. O por lo menos eso es lo que me parece a mí. No entiendo que pretenden. No entiendo nada. No sé si las notas tendrán alguna relación con el montón de libros de la estantería. Veintitrés notas tengo sobre el camastro. Veintitrés. Joder. Veintitrés días llevo aquí. Mientras me como el pollo leo la nota de hoy. “Aunque Lapeña fue muy criticado por alejarse del lugar de la batalla de la Cabeza del Puerco, que hubiera supuesto el levantamiento del sitio, fue condecorado con la Cruz de Carlos III. Graham rehusó la propuesta de las Cortes para ser nombrado Grande de España con el título de Marqués del Cerro del Puerco que pretendieron darle” Nada. Nada más. La nota de hoy. Nunca me ha gustado comerme el pellejo del pollo. El pellejo lo dejo. Anoche vi luces a lo lejos. Eran luces que se reflejaban con fuerza sobre los cristales de la pequeña ventana. Eran como focos. Como focos de pista de pádel. Habrán abierto una por aquí cerca, pensé. A veces pienso. Cuando el dolor me deja, pienso. Volví a gritar. Hacía muchos días que no gritaba ¡Por favor, estoy aquí, aquí, soy Paco, Paco, soy Paco, carajo! Pero nada. Las luces, las paredes, el dolor, todo sigue igual. Pared con puerta, pared con ventana, pared con estantería y pared con cartel dorado. El cartel está en francés. Pero yo no tengo ni idea de francés. Así que todo sigue igual. Veintitrés días llevo aquí. Estuve cerca de Él. Muy cerca. Después el golpe y después y desde entonces ésta habitación. Soy Paco. Y sigo acuclillado sobre la pared de la ventana.

Continuará...



1 comentario:

  1. ¿un tintito paco????

    Paco, còmete el pollo, eso sì,
    en posiciòn rancapapa

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