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Manolo Román, un artista desaprovechado que no dejó indiferente a nadie

Amaba la poesía, los toros, el flamenco, la música, la pintura, la radio y ayudar a quien lo necesitara

El pasado 9 de marzo perdíamos a un gran rapsoda, dibujante, poeta y una gran persona: Manolo Román, Cojo Román, colaborador de PUENTE CHICO desde sus comienzos. El padre Caro, Rumbumbúm, Curro Jaramago o Cejita entre otros fueron retratados por él. Estaba a punto de cumplir 83 años cuando se nos fue. Su hijo Tatín, recopilando recuerdos con sus hermanos, nos acerca a un personaje singular en este artículo. Manolo dejó huella en cuanto hizo, tanto en la cultura como en el deporte.


La vida de mi padre es difícil resumir. Me vienen datos a la memoria que seguramente los haya oído en miles de conversaciones de amigos y tertulianos que compartían en mi casa tantas horas con mi padre y que siempre terminaban con un buen recital. Manolo Román estuvo siempre arraigado al mundo del arte, no en vano su padre fue el gerente del teatro de Chiclana. Supongo que del roce con artistas fue cogiendo un poco de cada uno de ellos y haciendo su estilo particular.

En cambio a la hora de estudiar se declinó por la medicina, cursó estudios de Ayudante Técnico Sanitario y se le conocía en todo el pueblo por Manolo el practicante. Así, sembró Chiclana entera de banderillas, trabajando al mismo tiempo en la fábrica de Muñecas Marín para ir sacando adelante a los hijos que se le iban viniendo encima, doce embarazos de los que sólo ocho siguieron su curso, frutos de su matrimonio con Antoñita (como él la llamaba, y que en realidad se llamaba Isabel María): Antonia Isabel, Marina, Loli, Juan Pedro, Luisa, Inmaculada, Manuel Luis y Nuria.


AYUDÓ A LOS MÁS NECESITADOS
Fue practicante en la almadraba de Sancti Petri, en el cuartel de la Guardia Civil, en el Chiclana CF (durante 25 años y el escudo que aún luce en la camiseta es el que diseñó él) y además tenía una consulta en casa donde atendía a medio pueblo y, como decía mi madre, “siempre le costaba el dinero”.

Solían pasar por casa gente muy humilde a la cual mi padre no sólo atendía sin cobrarles sino que además le daba algo para que pasaran la mala racha. Con esta actitud, recordamos todos que llegadas las fechas especiales llovían en casa muestras de agradecimiento de lo más variopintas. Siempre buscaba un hueco en su agenda para alternar con el mundo del arte. Apasionado del mundo taurino participaba en tertulias, peñas, radios…, de este palo se pasaba al flamenco, luego a la pintura, a la literatura, la música... Lo llevaba todo para adelante.


GRAN RAPSODA

Fue presentador en el Cortijo Los Gallos de numerosas figuras importantes de la época de las que siempre guardaba un grato recuerdo y una anécdota graciosa. En las bodegas Las Albinas nació el Pescao a la Teja, donde homenajeaban a figuras ilustres del mundo del arte. Siempre le hemos oído hablar maravillas de los que pasaron por ahí, sus amigos José María Pemán, Venancio González y otros tantos que llevaba en su corazón.

Quiso el destino o el infortunio que tras la boda de su primera hija (su ojito derecho) cayera en una gran depresión, que poco a poco le fue comiendo terreno. Como a perro flaco todo son pulgas, hubo un ajuste de personal en la fábrica y a él le tocó salir de los primeros. Aprendimos a convivir con la depresión, aunque nunca te acostumbras. La vida le fue dando una de cal y otra de arena, pero en sus momentos buenos siempre dejaba ver el artista que llevaba dentro.


ANTOÑITA, SU BASTÓN DE APOYO
La pintura, sus caricaturas, la guitarra, la radio, la tele... todo le ayudaba a combatir los malos momentos, aunque como todos sabíamos, su mejor medicina era nuestra madre. Una luchadora nata a la que nunca vimos bajar la guardia ni tirar la toalla. Con su gran sentido del humor conseguía que se le restara importancia a la monotonía de la depresión, aún en los momentos más bajos de la depresión... ¡Por cojones se reía mi padre con sus comentarios!


DISCO Y LIBRO

En febrero del año pasado un infarto cerebral le arrebató este apoyo y una gran parte de su vida, ahora sí que no era capaz de levantar cabeza. Muchos amigos le dieron muestras de apoyo en este último año intentando distraerle el pensamiento. Con su sobrino Juan José Madrera (de EA!) y Pilar, la Mónica, compartió muchas horas para la grabación de un disco en que daba un toque de poesía a la música de este grupo que tanto admiraba.

Su vecino de toda la vida y gerente de la fundación VIPREN, Miguel González, le animó a que publicara con ellos un libro de poemas y dibujos, tarea que a trancas y barrancas y con los enfados oportunos con sus hijas, le mantuvo ocupado muchas horas, siempre diciendo: “Ese libro no lo veré yo...”. Y así fue. Un artista desaprovechado que no dejó indiferente a quien lo conoció y que, por encima de todo, valoraba el disfrutar con lo que hacía, no importaba si era sin ánimo de lucro. Mejor.

Sus nietos: Pablo, Patricia, Marina, Pablo, Marta, Manuel, Celia, Pepe, Álvaro, Ángela y Miguel tendrán siempre el recuerdo de un artista consagrado, porque ha dejado huella en muchos de ellos, que han heredado su sensibilidad por el arte.

En casa siempre bromeábamos con él referente al epitafio de su lápida, y siempre coincidíamos en el mismo, dicho por mi madre: GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA.




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