Logo Derecho - Bann

Chaouen, la ciudad santa marroquí

Un lugar ideal para visitar y disfrutar

Sus callejuelas, sus casas y sus gentes te transportan a tiempos pasados.


La Asociación cultural Alkántara Alyitihad sigue manteniendo reuniones cada cierto tiempo con representantes de la ciudad marroquí de Chaouen, o Chefchaouen, tanto monta. El objetivo de esta entidad es estrechar lazos y llevar a cabo proyectos de interculturalidad, conocimiento mutuo y solidaridad con Marruecos. Realizar proyectos comunes, que contribuyan a fomentar el conocimiento de la cultura y la historia de esta ciudad es lo que persiguen, entre ellos poner en valor la biblioteca. Un grupo de chiclaneros visitaron a finales de septiembre la ciudad santa marroquí y en este artículo les contamos la experiencia.


Cuando nos hablan de Marruecos solemos poner caras raras porque son muchas las cosas que nos han dicho de este país, la mayoría malas. Vamos con cierto miedo a lo que pueda pasar. La llegada a Tánger en el ferry que nos trasladó desde Tarifa fue apacible, sin sobresaltos
marítimos. Dos enfermeras nos tomaron la temperatura al pasar la aduana por si teníamos fiebre, supongo que por lo de la gripe A. Pasado este escollo nos dirigimos al autobús que nos esperaba para trasladarnos a Chaouen, no sin mirar con cierto recelo las caras de los policías que, con mirada seria, nos auscultaban con sus ojos.

Tánger, desde el bús, no tiene demasiado que ver si quitamos la playa, algunos hoteles, una mezquita cercana sobre un montículo y edificios de diez o quince plantas, aparte de casas abandonadas en pleno paseo marítimo y muchos letreros en español, tanto de bares como de hoteles y pensiones. Sólo vimos una pequeña parte de la ciudad, casi todo moderno. Habrá que hacerle una visita con tiempo en otra ocasión para conocer la medina.


AIN LAJSEN, COMIDA REPARADORA
El paisaje camino de Tetuán se asemeja a la zona de la Janda en muchos momentos. Las carreteras se encuentran en regulares condiciones aunque están trabajando para convertirlas en vías seguras. El autobús que nos lleva a la ciudad santa marroquí es aparente por fuera, pero por dentro es otro cantar. Menos mal que tenía aire acondicionado, aunque el agua se cayó sobre algunos de los viajeros al coger las curvas. Marruecos tiene dos horas menos que nosotros por lo que la hora de la comida es ya casi la de la merienda para nosotros.

Había hambre cuando llegamos a Ain Lajsen, muy parecido a El Colorado, con sus casas bajas y lleno de restaurantes de comida barata, que no mala o escasa. Lo primero que sorprende es ver numerosos corderos colgados a la entrada. Donde almorzamos nosotros, el horno estaba fuera, pero el olor a cordero impregnaba nuestros sentidos. Olía que alimentaba.

Comida de bufé, con un arroz tipo paella, picante, otro blanco, exquisito, y ensaladas riquísimas de varios tipos y aceitunas entre otras viandas. Unos exquisitos pinchos morunos dieron el toque final. De postre, flan. En todos los sitios donde comimos, el flan nunca faltó. A la vuelta comimos unas exquisitas chuletas de ese cordero que llamaba nuestra atención.


CURIOSIDAD
Hay una anécdota que vivimos en el restaurante. Ir a los servicios era volver a una época no muy lejana en España. Algunos de los que iban en el grupo, muy jóvenes, no habían visto nunca una taza de váter en el suelo, de las que tienes que hacer tus necesidades en cuclillas, pero con el agravante de que no tenían pestillo y podías encontrarte de pronto con que alguien entraba y te daba con la puerta en las narices con el consiguiente susto y con el peligro de dar con tus huesos en el suelo.

De todas formas, había una señora que te daba un trozo de papel para limpiarte y también para secarte las manos después a cambio de la voluntad. Pero hay varios momentos del día en los que ir al servicio te sale gratis y también corres el peligro de la sorpresita citada y es a la hora de la oración, ya que abandona su sitio y se mete en la habitación habilitada para el rezo. Eso es sagrado.


TETUÁN
Para ir a Chaouen hay que pasar al lado de Tetuán. Le pedimos al director de la expedición y presidente de Alkántara, Carlos González, El Moro, que nos enseñara la ciudad aunque fuera desde el autobús y éste, gentilmente, habló con el conductor. Tetuán conserva muchos de los edificios que le dieron fama, con muchos nombres en francés (la mayoría) y bastantes en nuestra lengua. Es una bonita ciudad, con mucho tránsito de coches y de personas, que merece la pena visitar también con tiempo.

La estación de autobuses es una joya, así como las mezquitas, palacios y edificios del gobierno que vemos desde nuestra atalaya rodante. Al lado de la estación, numerosos taxistas esperan a los viajeros con sus viejos automóviles, aireando sus motores.


MEZQUITAS
A medida que nos acercábamos a Chaouen el paisaje iba cambiando y las montañas hicieron su aparición. Carreteras angostas y llenas de curvas nos van llevando hacia nuestro destino. Decenas de pueblos pequeños quedaron en el camino, casi todos con mezquitas. Era día festivo para los marroquís y vimos en cada mezquita, grande o pequeña, decenas de personas entrando o saliendo de ellas, algunas en lugares apartados, con sus babuchas en la entrada. Estas costumbres, a pesar de conocerlas y haberlas visto en películas o documentales, siguen llamando nuestra atención, lo mismo que su ropa, cuando en Chiclana vemos a gente vestida así y no le hacemos el mínimo caso y, mucho menos, fotos.


CHEFCHAOUEN
Para llegar a esta ciudad, famosa por sus casas azules y callejas empinadas, hay que subir una larguísima cuesta que a veces nos da la sensación de que el autobús no va a poder con ella. Chaouen aparece poco a poco a lo lejos. Primero se ve la torre de una mezquita, después van asomando con timidez sus casas. La parada y fonda la tenemos en el Hotel Atlas Chefchaouen, en lo alto de un monte, desde el que se divisa toda la ciudad. La vista es hermosa. Chaouen es un lugar tranquilo y seguro.

Sus plazas suelen acoger a numerosas personas que se sientan a ver pasar el tiempo. La prisa no parece ser uno de los problemas de estas gentes sencillas. El estrés no causa estragos entre sus moradores. No es de extrañar que muchos europeos hayan fijado su residencia allí. Chaouen no se parece a las grandes poblaciones marroquís en ese aspecto.


VIAJAR EN TAXI, UNA AVENTURA
Tras asearnos llegó la primera sorpresa: Viajar en taxi. Algo tan simple como montar en coche en Chaouen se convierte en una aventura. Los taxistas conducen a gran velocidad, sorteando baches, coches, personas, bicicletas como lo más natural del mundo. Bajar al centro o subir después al hotel era pasar diez minutos de terror, ya que no importaba el estado de las calles, ni si había aparcados en medio otros coches o venía otro de frente y tu taxi se metía en su carril. El pie del acelerador no aflojaba y los vehículos pasaban casi rozándose. Era como viajar en la montaña rusa.

Teníamos que pedirles que fueran más despacio, pero casi ninguno hacía caso. Había turistas en la ciudad y cuantos más viajes hiciesen más ganaban. Lo curioso es que los coches eran pequeños, para tres plazas nada más, por lo que teníamos que coger más de los que aquí necesitaríamos ya que eran inflexibles sobre el número, pues la policía les multaba si llevaban cuatro personas.
A los agentes no les importaba que los minitaxis fuesen viejos, con las ruedas en un estado lamentable y que parecieran que se iban a caer a pedazos de un momento a otro, o que en su interior los asientos estuviesen rotos, con ventanillas que no subían o bajaban y que tenían que sujetar con un destornillador, o que las puertas
cerrasen mal y, por supuesto, sin cinturones de seguridad. No, a los policías lo que les preocupaba era que viajasen cuatro personas en un taxi de tres.


PASEO NOCTURNO
Pasear por las calles de Chaouen de noche es una delicia. A la belleza propia de la ciudad, de unos 45.000 habitantes, hay que sumar el alumbrado y el color de las paredes así como los múltiples colores de sus ropas.
Un poco temerosos al principio, íbamos todos juntos por si acaso, pero a los pocos minutos ya nos habíamos dejado el miedo en otra parte y empezamos a disfrutar de lo que veíamos. Por las estrechas callejuelas había decenas de personas y tiendas de todo tipo.

Nuestros ojos miraban con avidez lo que la ciudad nos ofrecía que era mucho. Poco a poco fuimos parando en los comercios, mirando las casas, las gentes, los artículos que vendían y callejeando sin un rumbo fijo. Subiendo, subiendo llegamos a la plaza más importante, Uta el Hamman, que la noche la convierte en un lugar aún más fascinante. La alcazaba, de una gran belleza, está iluminada y la poca luz le da un toque fantasma.

VOCES EN LA NOCHE
Pero las sorpresas no habían hecho más que empezar. El hotel donde estábamos alojados se encuentra en lo alto de una colina que tiene a sus pies, lindando con las viviendas, un cementerio, aunque éste no tiene nada que ver con los nuestros, ya que está al aire libre, sin vallar la mayor parte de las tumbas y en un estado poco apropiado para lo que guardan debajo. A las cinco de la madrugada, empezaron a sonar unos cánticos que despertaron a algunos de nosotros. Las voces parecían salir de ultratumba, como si estuvieran debajo de nuestras habitaciones o del cementerio situado a pocos metros de nuestro hotel. La impresión, por inesperada, fue grande.
Una vez repuestos del susto, salimos al balcón. Desde allí la ciudad imponía, sobre todo oyendo los rezos que salían de los altavoces de las mezquitas esparcidas por Chaouen, que duraron unos diez minutos. La siguiente vez que escuchamos dichos cánticos fue a las 12 de la mañana mientras paseábamos al lado de la mezquita colindante con la alcazaba, pero ya no nos impresionó, o sería que la luz y la gente le quita ese misterio y encanto que tiene la noche.

RAISUNI, EL EMBAJADOR DE ALKÁNTARA
El viaje a Chaouen tenía entre las actividades a desarrollar una visita a la casa de Sidi Ali Raisuni, máximo representante de la Dawa islámica en la ciudad, una especie de obispo católico. El camino hasta su casa, detrás de la alcazaba, discurre por estrechas calles, con decenas de tiendas y casas en las que el color azul predomina sobre los demás, salvo el blanco. Los que llevamos cámara fotográfica parecemos japoneses, accionando una y otra vez el disparador, sin dar casi tiempo a ver la siguiente imagen. Es tanto y tan bello lo que vemos que no podemos evitar fotografiarlo.

Los contrastes son tantos que todo lo que aparece ante nuestra vista se merece una instantánea. Pasamos al lado de un horno donde se hace pan de forma artesanal. La casa de Raisuni es grande, con un enorme patio donde la veintena de chiclaneros toman asiento mientras el dueño de la casa llega. Raisuni es un hombre afable, con mirada limpia, que habla pausadamente. Tras darnos la bienvenida nos cuenta algunas cosas sobre la ciudad. Es el embajador de la Asociación Alkántara en Chaouen.

Nos pide que le preguntemos lo que queramos. Lo primero es sobre los cánticos nocturnos. “Se les dice llamadas, hay cinco al día –nos explica- y los rezos son en directo. Hay diecisiete mezquitas y al cantar a la vez parece que está grabado, pero no es así. Yo me levanto a las cuatro de la mañana para el primer rezo”. El encuentro duró casi una hora. Tomamos un té moruno riquísimo con que nos obsequió y uno de los viajeros, Arturo Vinuesa, le entregó un libro suyo, Palestina: el holocausto ignorado.


TÓPICOS
Los tópicos sobre Marruecos en Chaouen dejan de serlo. Sus pobladores son amables y no molestan a los turistas pidiendo que les compren algo. Un simple no es suficiente para que te dejen en paz sin dejar de ser amables. Las calles están limpias, casi impolutas, hay alcantarillado y el agua que sale de las fuentes, potable. Carlos El Moro, para dar fe de ello, bebió en una de ellas nada más llegar a la ciudad durante el paseo nocturno. Lo hace cada vez que va.

El regateo, que forma parte de su cultura, tampoco es para tanto. Los precios son baratos y casi da vergüenza regatear por un euro más o menos. El menú en los restaurantes ronda los ocho o diez euros y comer a la carta es también barato. No merece la pena andar regateando en las tiendas. De todas formas, lo hacemos.

Entre los mercaderes de Chaouen destaca uno de ellos: Petete. No es su nombre pero él lo repite una y otra vez mientras recita de carrerilla frases de canciones o dichos nuestros, con mucho arte que, según asegura, lo aprendió leyendo ese gordo libro, famoso hace años en nuestra país. Es un gran vendedor y con su simpatía te lleva al huerto. Es la gran atracción y todo el mundo se quiere fotografiar con él.


COMER, OTRO PLACER
La comida es otro de los atractivos de Chaouen. Aquí también se cae otro tópico, el de las especias y el picante, porque la mayoría de lo que se come es muy saludable y digestivo. Cuscús, humus de garbanzos, tajin de carne o pollo, empanadillas, quesos riquísimos de cabra, ensaladas varias, crepes de chocolate con almendras o miel…, sin olvidarnos de los pinchos morunos de cordero y el propio cordero, una delicia por la forma en que lo preparan.

En la plaza Uta el Hamman hay varios restaurantes, lo mismo que en las calles colindantes. Casa Aladín es un restaurante de dos plantas con una decoración espectacular, con una terraza en el piso alto que da a la plaza. Allí cenamos el último día y la ensalada que nos pusieron era una delicia, lo mismo que el cuscús. Cerca de allí, hay otro restaurante, Darcom (Vuestra casa), que es digno de ver. Hasta hace un año era una tienda pero ahora es un bonito establecimiento donde comer es un placer en todos los sentidos. Tiene varios salones, bellamente decorados y la comida es muy rica. Y la vista de la ciudad desde la azotea, magnífica.

El viaje a Chaouen fue una bonita experiencia en todos los sentidos y merece la pena volver a visitar una ciudad que nos es más familiar de lo que a simple vista pueda parecer. Chefchaouen, la ciudad santa, nos llegó al alma. Si tienen la oportunidad de ir, no lo duden.

PACO LÓPEZ





7 comentarios:

  1. que bonita ciudad y buen reportaje.

    ResponderEliminar
  2. Ante todo os doy la enhorabuena por la iniciativa y por el reportaje. Yo, que tambien soy un enamorado de Marruecos, me dedico precisamente ahora, en el ámbito profesional a la cooperación cultual con Marruecos. Nos queda tanto por conocer y por intercambiar con un pueblo vecino y hermano... Me gustaría conocer los datos de la asociacion para poder contactar con ellos.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Pues pregunta por Carlos el Moro que es el presidente. Esta en la asociacion Antonio machado. alli te pueden dar su telefono.

    ResponderEliminar
  4. buenas soy mohamed y soy de chaouen la verdad q me parece super este reportaje enhorabuena.
    mucha gente se piensa q marruecos les puede pasar algo siempre hay q ir con ojo pero atento a todo pero como dicen q chawouen es muy trankilo no hay problema nunca llegaria a pasaros algo de ibiza os mando saludos a todos

    ResponderEliminar
  5. buenas soy rabie soy de chefchauen ela verdad q me parece super este reportaje enhorabuena.
    mucha gente se piensa q marruecos les puede pasar algo siempre hay q ir con ojo pero atento a todo pero como dicen qe chefchauen es muy tranqila hay problema nunca llegaria a pasaros algo de madrid os mando saludo a todos

    ResponderEliminar
  6. Bravo Paco, impresionante.
    Te felicito

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias. Leído dos años después me ha producido unas sensaciones maravillosas porque he vuelto a revivir un viaje fascinante. Y la verdad es que me quedó bonito. Aunque esté mal que yo lo diga.

    ResponderEliminar

Los Comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Por favor al redactar tu comentario sobre EL TEMA, cuida las formas.
No utilices 'copiar y pegar' para grandes textos, ni mayúsculas en exceso. No poner textos en el nombre. No direcciones web externas. Mejor sin abreviaturas SMS. Los comentarios pueden ser borrados (ver Advertencia Legal)
.