VILLA CELESTE

Los informes mĂ©dicos en las manos ajenas de quien siguiĂł la pista unos años despuĂ©s son como dos puñales que se clavan en mis entrañas. TenĂa cáncer, o al menos lo sospechaba.
Yo personalmente no conocà a Margit. Pero ahora sé tanto de su vida, de lo que ella sufrió en los últimos despertares antes de marcharse que me siento como si fuese de su propia sangre.
La maldad humana llega lejos cuando se lo propone. Una vecina, una supuesta denuncia, un deshaucio en forma de derribo.
Cuando las piedras caĂan los objetivos disparaban más rápido. Las ráfagas coincidĂan con el polvo que formaba la excavadora, y los operarios, -sin casco, por supuesto-, ni siquiera se atrevĂan a preguntarnos porquĂ© estábamos allĂ, quĂ© habĂa de interesante en lo que para ellos era rutina, quĂ© es lo que estábamos buscando.
Ahora mismo no sé calcular cuánto tiempo habremos estado esperando el desenlace.
A veces la vegetaciĂłn era demasiado espesa como para ver la puerta. Ayer la puerta estaba entreabierta, como si el corazĂłn de Margit nos hubiera dicho, -vamos, entrad, estaĂs en vuestra casa; o en lo que queda de ella-.
Mis piernas temblaron. He de reconocer que mientras pisaba los escombros de una vida arruinada por la depresión y el melanoma, pensé en huir, en salir corriendo de donde quizás nunca debà haber entrado.
Pero algo más fuerte me hacĂa mantenerme erguido. Pensar cĂłmo habrĂa sido entrar en aquel salĂłn decorado al gusto europeo con ella delante o cĂłmo hubiera sido acariciar al pastor belga unos dĂas antes de que alguien lo sacrificara, me retenĂa.
AllĂ, sobre los escombros de la vida de quien un dĂa soñó con sol y caballos yo estaba impresionado, meditaba, esperaba encontrar un halo de esperanza, una palabra escrita en las paredes del refugio, una señal de que ella, donde quiera que estuviese, nos habĂa estado esperando todo este tiempo y se alegraba mucho de vernos.
Cada trozo de cemento podrido, cada rincĂłn de aquella finca fantasma me dejĂł helado. Era como si en el viejo cobertizo vacĂo de muebles su alma aĂşn siguiera presente, toda inquieta, deseosa de invitarnos a un cafĂ© y contarnos por quĂ© no termina de irse del todo de la que fue su casa los mejores años de su vida.
Porque de eso estoy seguro. Por mucho ruido y polvo que levantaran las máquinas derribando su trocito de historia, Margit aún no se ha ido de su hogar ni lo hará nunca.
De hecho la casa conservaba intacto dĂas antes de ser demolida el espĂritu de esta alemana que comprĂł una parcela a la que cuidĂł con esmero durante años; la casa mantenĂa el ritmo de vida inalterado, con su viejo coche alemán aparcado dĂas antes de morir y que aĂşn ayer tenĂa las llaves puestas, o con la pequeña barcaza en la que Margit guardaba sus plantas más preciadas como Ăşnica decoraciĂłn improvisada para toda una vida.
A veces he tenido la extraña sensaciĂłn de que si uno se acercaba un poco a la fachada y escuchaba con atenciĂłn, podĂa oĂrse con claridad en las noches de luna llena sus pisadas.
Aquella casa celeste levantada a golpe de suerte en medio de un camino con puertas que no da a ninguna parte permanecerá para siempre en pie aunque un juez la mandara derribar, aunque aquellos operarios hicieran diligentemente su trabajo y la redujeran a un montón de piedras, polvo y recuerdos de soledad.
Margit estará para siempre en mi corazĂłn. EntrĂł sin proponĂ©rselo mientras salĂa camino de una vida mejor.
Ella y su casa; su perro; sus recuerdos. Villa Celeste
Para JesĂşs M. AragĂłn. Me ha gustado mucho leer tu relato, lo has hecho con mucho sentimiento. Ojalá todo el mundo que dicen que tiren todas las casas ilegales, tuvieran una parte del tuyo. Piensa que todo el que ha construido ilegal, lo ha hecho con ilusiĂłn y el simple hecho de pensar que puede acabar asĂ, te deja tan hecho polvo que se te quitan las ganas de vivir.
ResponderEliminarSi alguien piensa pues no construyan allĂ, es para lo Ăşnico que nos da el dinero, si no nos irĂamos para el Novo que bien bonito está. Enhorabuena amigo.
ResponderEliminarNo recuerdo ningĂşn artĂculo de La Voz cuando esta mujer, aĂşn en vida antes de las elecciones municipales, denunciĂł su situaciĂłn.
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