El otro lado del mundo

"Estar tirado en una cuneta es como echar un vistazo a la cara oculta del mundo", pensĂł.
KilĂłmetros de asfalto que reducen distancias pero que son capaces de crear sobre su costado pequeños inframundos llenos de erizos atropellados, de perros que intentaron cruzar la carretera, de reptiles que reventaron por el calor, de restos de goma y neumático, de manchas de aceite, de chapas de refresco y latas de bebida, de despojos de obras de acondicionamiento perdidas en el tiempo. AquĂ, un zapato venido de nadie sabe dĂłnde; allĂ, una muñeca de trapo desvencijada, un paquete de pañuelos de papel desteñido por el polvo y el sol.

Notaba cada poco ráfagas de aire provocadas por vehĂculos que pasaban junto a Ă©l a velocidad de vĂ©rtigo con un destino determinado y sin paradas programadas en aquel punto desĂ©rtico.
"Y si esto recuerda un paisaje decadente y postapocalĂptico, y si sĂłlo existe podredumbre, ¿quĂ© narices hago yo aquĂ?".
TratĂł de levantarse. Le dolĂa la mano derecha. ComprobĂł que sangraba abundantemente.
"Alguien debe haberme dejado tirado... sĂ... el de ahĂ arriba, que me ha abandonado definitivamente... ya me extrañaba que no lo hubiera hecho antes...".
PosĂł su mirada en un punto del horizonte infinito y comenzĂł a caminar hacia Ă©l. AllĂ el pasillo de asfalto parecĂa confluir como las lĂneas pictĂłricas de una perspectiva renacentista.
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