Anticuentos de Navidad. 5

José Antonio Sanduvete [colaborador]
El temor habĂa comenzado a extenderse un par de semanas antes. Las noticias que llegaban de Estados Unidos habĂan sido inquietantes, y las imágenes que las cámaras de los reporteros y enviados especiales habĂan podido captar sobrepasaban toda lĂłgica. ¿CĂłmo habĂa podido ocurrir eso en un paĂs civilizado? Disturbios, enfrentamientos, escasez, guerrillas urbanas que practicaban a su antojo el vandalismo. ¿PodrĂa pasar lo mismo aquĂ?
Nadie hablaba del tema, esperando todos que el silencio y el olvido disiparan la amenaza. Pero el dĂa 2 de enero se cumplieron los peores augurios. Los Reyes Magos, al igual que habĂa hecho Papá Noel en la Navidad americana, habĂan convocado una huelga indefinida.

Los Reyes Magos se presentaron a la reuniĂłn con un pliego de reivindicaciones apoyadas por todo el gremio, en el que se incluĂan los pajes, los camellos, los conductores de carrozas, los obreros del juguete y los empleados de las fábricas de caramelos: reforma del horario de trabajo y del calendario laboral, pues consideraban inhumano, en los tiempos que corrĂan, reducir todo el año a una sola noche; renegociaciĂłn de unos salarios cuyas Ăşltimas mejoras se perdĂan en la noche de los tiempos; un mejor tratamiento fiscal, al tratarse de una actividad considerada de alto riesgo tanto por los peligros del transporte en camello y las entradas por los balcones como por la manipulaciĂłn de algunas sustancias que, aun siendo regalos, estaban tipificadas por la ley como peligrosas. La patronal difĂcilmente iba a aceptar tales condiciones y las negociaciones, endurecidas por la premura de tiempo, parecĂan extremadamente complicadas.
Mientras tanto, durante los dĂas 3 y 4 de enero el paĂs entraba en estado de histeria. Los saqueos se prodigaban en tiendas y centros comerciales, los niños y sus padres salĂan a las calles en manifestaciones multitudinarias, el ejĂ©rcito se veĂa impotente ante la avalancha de disturbios y el malestar social. La WWF hizo pĂşblico un comunicado apoyando a los huelguistas y solicitando protecciĂłn y apoyo econĂłmico a los camellos, lo cual encendiĂł aĂşn más los ánimos. Un escaso grupo de pajes, contrarios a la huelga, fueron violentamente reducidos por varios piquetes al grito de “esquiroles, esquiroles”. Incluso hubo quien tachĂł de racistas ciertas alusiones del Presidente de la Patronal al Rey Baltasar.
El dĂa 5 parecĂa claro que Melchor, Gaspar y Baltasar no saldrĂan, como todos los años, a repartir sus regalos. La huelga continuaba, y ni un milagro hubiera podido permitir que las infraestructuras necesarias quedaran montadas a tiempo. Entonces el pueblo tomĂł medidas desesperadas: los padres comenzaron a fabricar juguetes artesanales para sus hijos, en un intento por salvarles la Navidad: tallaban muñecos de madera, inventaban inverosĂmiles juegos de mesa, tejĂan vestidos para las muñecas, jersĂ©is de lana, disfraces de pirata. Cesaron los saqueos y las protestas, considerados ya inĂştiles, y los instrumentos del Estado, y los sindicalistas, y los patronos observaron con sorpresa cĂłmo cada individuo, en una autarquĂa obligada por los acontecimientos, conseguĂa satisfacer las necesidades propias y de aquellos que los rodeaban.
El dĂa 6 amaneciĂł sin tensiones, sin enfrentamientos, sin manifestaciones, sin luchas, sin ComisiĂłn de MediaciĂłn, sin sindicatos, sin patronales, sin ejĂ©rcito, sin Gobierno, sin Presidente, sin Reyes Magos. El dĂa 6 todos eran felices con lo poco que habĂan logrado crear con sus propias manos y regalar a los otros. “Las Navidades se pasan al anarquismo”, titulĂł aquel dĂa un periĂłdico de tirada nacional. Desde luego, diferentes sĂ que habĂan sido.
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