Elegía (en prosa) a Salinger (1ª parte)

Mañana como de Septiembre. Hace fresco. Estamos en una playa. Los demás juegan con una pelota. Tontean. Pelotita va, pelotita viene. Una voz que grita se intuye más allá del runrún de las olas. Tras las dunas y los arbustos aparece una figura. Yo estoy sentado. Apenas se me ve. Tengo el cuerpo como cortado. Septiembre.
La voz va engordando. Pancho grita mientras recorre la playa. Su correr es como de alguien que huye de los demonios o de la peste o del tedio. El grupo se paraliza, las palabras de Pancho recorren como un cuchillo el interior de los presentes. Cuchillo afilado. Su voz sigue engordando. Pancho corre y grita y llora y sigue gritando. Son palabras cuchillo que en esta mañana como de septiembre nadie quiere escuchar. Bajito, apenas un murmullo, sus palabras son como un eco perdido entre las manos entrelazadas y las caras bañadas por el desconcierto, un anticanto de sirena, palabras de alarma, de huida. La pelota ha quedado a los pies de las olas. La marea está subiendo.
Pancho llega. Su rostro bañado por las lágrimas. Su mirada va del mar al suelo y del suelo al mar y del mar al vacío.
Y Pancho lo dice cuatro veces. Cuatro.
- Salinger ha muerto. Salinger ha muerto. Ha muerto Salinger. Ha muerto Salinger.
Yo sigo sentado. Apenas se me ve. Me aprieto por dentro. Tengo frío. Cuerpo cortado. Y otra ola llega a la playa. La marea está subiendo. Dentro de 132 olas el mar tocará la pelota.
132,131,130,129,128,127,126,125...
salinger??? y yo siempre pensando que se llamaba chanquete. jajaja
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