Niño-isla: Moisés (Kiki) u oda a los resilientes del mundo

Yo soy el señor de mi destino. / Yo soy el capitán de mi alma.
Eva Zeisel, la diseñadora de cerámica que fue encerrada en la prisión de Lubianka en Moscú durante un año por la policía de Stalin, conservó su cordura imaginándose cómo fabricaría un sostén con los materiales que tenía a su alcance, jugando al ajedrez contra sí misma, conversando en francés, haciendo gimnasia y memorizando poemas que ella misma componía.
Tollas Tibor, un poeta que estuvo varios años en prisión durante la época más represiva del régimen comunista húngaro, cuenta que en la cárcel de Visegrad, donde estaban encarcelados centenares de intelectuales, los internos se entretuvieron durante más de un año creando un concurso de traducción de poesía.
Moisés pasará a la historia de los resilientes del mundo como el niño que cuando volvió a la vida alzó los brazos al cielo en señal de victoria.
Yo soy el señor de mi destino.
Yo soy el capitán de mi alma.
Alexander Solzhenitsin describe cómo uno de sus compañeros presos en la cárcel de Lefortovo dibujó un mapa del mundo sobre el suelo de la celda y se imaginó viajando a través de Asia y Europa hacía América, recorriendo unos cuántos de kilómetros cada día.
Nelson Mandela pasó 27 años en una prisión. Recluido en una celda de apenas tres metros cuadrados, condenado a trabajos forzados y al desdén y al desprecio de sus carceleros sobrevivió agarrado al día que sería libre. Cuando se convirtió en el presidente de Sudáfrica perdonó a sus carceleros y utilizó la infinita bondad que albergan las almas humanas para contruir una nueva nación. Mandela, en los malos momentos, cuando sentía que las fuerzas se le iban, cuando notaba el insoportable peso de su miserable vida se agarraba a unos versos de William Ernest para tirar hacia delante.
Lejos de la noche que me envuelve como un pozo,
negra de polo a polo,
agradezco al dios que haya
por mi espíritu inconquistable.
Atrapado entre las garras de esta circunstancia
no hice un gesto de dolor ni lloré en voz alta.
Ante las puñaladas que me deparó el azar
mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
no se avecina más que el horror de la sombra,
pero la amenaza de los años por pasarme
me encuentran y me encontrarán sin miedo.
Ya no importa cuán estrecha sea la puerta
ni cuantos castigos acumule.
Yo soy el señor de mi destino.
Yo soy el capitán de mi alma.
El niño-isla Kiki sobrevivió siete días agarrado a un dedo. Mandela sobrevivió 27 años agarrado al día que sería libre. Resilientes que pueblan el mundo.
Ya no importa cuán estrecha sea la puerta.
ni cuantos castigos acumule.
Yo soy el señor de mi destino.
Yo soy el capitán de mi alma.
Moisés, Kiki, el niño que pasará a la historia de los resilientes como el niño que alzó los brazos al cielo en señal de victoria.
Ya no me siento diminuto, ni pequeño, ni insignificante. Vuelvo a sentirme grande, inmenso, imparable, infinito como todas las almas que pueblan la tierra.
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