NOTABLE EN CARÁCTER (An education)

César Bardés [colaborador]
Hay algo que no se aprende en las universidades, ni en las escuelas. Y además es muy difícil de aprobar. Es eso que nos hace diferentes de aquellos que hunden su cabeza en los libros y su mundo se reduce a una aburrida burocracia para cuyo ejercicio se exige un título. Es lo que ayuda a mirar más allá del abismo que se abre cuando las hojas de estudio terminan. Es el carácter.
Se puede tener todo para triunfar. Imagen, estilo, elegancia, inteligencia, conocimiento, cultura. Pero todo eso tiene que tener una salida porque si no, sólo es un montón de conceptos que llevan a un callejón pintado toscamente de gris. El carácter es lo que diferencia la aplicación de las definiciones de entre los preciosos diplomas colgados de la pared. No es fácil de adquirir. Es posible que haya que pasar por alguna que otra lección sobre el desengaño, sobre el aprendizaje de amar con un profesor de prácticas que no merece la pena, sobre la capacidad de elegir y, sobre todo, sobre la poca importancia que posee el equivocarse. Incluso es necesario, en algunos casos, repetir. Pero eso no es una catástrofe, es un adoquín más en el empedrado camino de la experiencia.
Cuando se tienen dieciséis años y la vida se ha reducido a acumular perfecciones que hastían, siempre se presenta alguna oportunidad que ofrece un atajo para que las cosas sean más fáciles. Pero eso son espejismos, hurtos furtivos de un arte que ni siquiera se ha llegado a apreciar, luces cegadoras que impiden ver más allá de una mera impresión que debería ser normal para cualquiera. Hay que tener la certeza de que siempre hay alguien que será más listo que tú.
Y a veces, somos conscientes de que estamos mirando a unos ojos que nos agarran directamente del corazón, que intentan dar la imagen de razonables cuando realmente son criaturas suplicantes de diversión. Y es que cuando no se ha conocido otra vida puede que el comenzar a fumar sea simpático, comer platos exquisitos, una delicia; conocer otras ciudades, una sensación; y lo que era importante, comienza a ser fútil. La derrota se convierte en necesaria para abrir esos ojos un poco más y cuántos hay que nunca han sido derrotados.
En la pesadez de un país que no sale de la rutina, puede haber falsos soles que te sequen de la lluvia verdadera. En la licenciatura de la vida, es imprescindible mojarse precisamente para saber de dónde proviene el auténtico calor y la única satisfacción que significa el hacer algo que te haga estar satisfecho de ti mismo.
Todo esto parte del carácter de una actriz sólida, de recursos británicos y de difíciles equilibrios como Carey Mulligan, genuina atracción de una película que, sin ser ambiciosa, llega a ser mujer. Con ella sonreímos porque descubrimos de nuevo aquellas copas de cristal llenas de vino rodeadas de sonrisas que parecían amistosas. Con ella nos afligimos porque sabe tocar alguna fibra del corazón en la que teníamos escondidos los primeros sufrimientos y las eternas incomprensiones. Con ella nos sumergimos en los ambientes que consiguieron ser parte de una noche de bailes de mejillas acercadas, de olores entrañables, de momentos que parecían permanentes y que, sin embargo, pasaron como una exhalación a ser parte de ese baúl donde tenemos los recuerdos que no quieren ni deben ser rescatados. Ella saca un notable en carácter y quizá muchos de nosotros no quisimos aprobar esa asignatura.
César Bardés
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