FUERA DE COMBATE (The fighter)

César Bardés [colaborador]
El camino del Ă©xito no suele estar empedrado con adoquines de talento sino con alquitranes de trabajo y en una familia donde todos quieren meter mano a la bolsa suelen caer golpes directos a la mandĂbula como martillazos de advertencia. Lo cierto es que, en una historia cercada por las cuerdas de un cuadrilátero, la superaciĂłn aparece descrita como la frescura de un pensamiento demasiado cegado por los cariños que no hacen más que ejercer de pesado saco en la espalda del que recibe los puñetazos.
Y es que, en muchas ocasiones, quien tiene la capacidad de trabajo, de insistir y de llegar un poco más allá, no tiene el talento necesario, y a quien le sobra talento le falta el equilibrio indispensable para hacerse compañero habitual del éxito. Sólo cuando todos reman en la misma dirección, es cuando llega la cumbre y ganar no es sólo mérito de quien pone la cara, sino, también, de quien la sostiene.
Con estos mimbres, el director David O. Russell, que hace unos años hizo una versiĂłn inconfesa y mucho más seria de Los violentos de Kelly con el tĂtulo de Tres reyes, golpea con guantes enfundados para realizar una historia que quiere ser trascendente pero que es un buen cĂşmulo de tĂłpicos sobre el mundo del boxeo y sobre las circunstancias personales que rodean a un bienintencionado pĂşgil. Para ello, bien es verdad, que tiene un grave problema con el protagonista, Mark Wahlberg, porque el chico se mueve como si fuera un pato mareado y en las secuencias de combate, acude con urgencia al plano medio en el noventa por ciento de los casos. Eso sĂ, el tipo está en forma, no hay quien lo dude. Como maniobra de distracciĂłn pide a Christian Bale que actĂşe como si fuera Al Pacino y la verdad es que lo imita perfectamente pero como no lo es, llega un momento en que uno se cansa de tanto gesto inesperado y de salidas de tono sorpresivas. La que está absolutamente excepcional es Amy Adams, que lidia con un papel complejo intentando dar una imagen natural de sĂ misma y creando un personaje de cierta lucidez e innegable carisma.
AsĂ pues, Russell no tiene ningĂşn reparo en incluir la famosa táctica que Muhammad AlĂ empleĂł contra George Foreman en Kinshasa y que se halla suficientemente descrita tanto en Cuando Ă©ramos campeones y en AlĂ, de Michael Mann; o insertar planos a cámara lenta a modo de los soberbios retratos de dolor y violencia que MartĂn Scorsese supo transmitir en Toro salvaje y, sin ningĂşn reparo, riza el rizo con el trazo de una familia y el retrato de un contrincante en el combate decisivo que se parece muy sospechosamente a Million dollar baby, de Clint Eastwood. Y engañando, engañando, le sale una pelĂcula que no tiene nada de nueva, con todos los elementos más clásicos del subgĂ©nero sĂłlo que con algo de planificaciĂłn nerviosa y como intentando contar algo realmente importante cuando no es más que algo meramente anecdĂłtico.
DespuĂ©s de ponernos el protector bucal y de pasarnos una esponja empapada por la frente, despejamos un poco la mirada y sabemos que el relato está fuera de combate a poco que propinemos algunos directos de análisis serios, un par de fintas con el cuerpo y un pensamiento centrado. Éste es el plan para ganar. El cuerpo a cuerpo quizá nos empape el torso de sudor y unas gotas de sangre caerán de la ceja abierta pero no hay nada que no se haya visto ya. Es como una cuenta hasta diez repetida hasta la saciedad porque es previsible en todo momento. Se entra, se ve, arriba, abajo, arriba, abajo, y se sale con la sensaciĂłn de que se va a olvidar en apenas dos dĂas y apenas porque la pegada no es demasiado fuerte y todo esto necesita unas cuantas horas más de gimnasio en el ordenador del guionista. Tanto es asĂ que tambiĂ©n contiene algĂşn giro que no tiene ninguna explicaciĂłn. QuĂ© más da. Es fuera de combate y sin tongo.
César Bardés
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