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No todo es lo que parece

José Antonio Sanduvete [colaborador]

Una vez conocí a un tipo que no salía en las fotos. No me refiero a ese tipo de gente que se retira cuando todos los demás ponen cara de estúpido y sonríen al objetivo, ni a los que se tapan el rostro para escapar de los paparazzi. Este tipo del que hablo decía padecer una extraña anomalía celular, una especie de mutación genética que impedía que ciertos tipos de luz se reflejaran sobre él.

Tampoco se veía en los espejos, por tanto. Así, al menos, lo explicaba él. Tanto por una cualidad como por la otra había quien le llamaba "vampiro". Yo, desde luego, solo me encontraba con él por las noches. Tal vez para alimentar su propia leyenda solía frecuentar el Gothic, ese antro oscuro y andrajoso donde tantas copas tomamos juntos antes de que terminaran por cerrarlo, siempre con su amplia gabardina negra y su rostro pálido como la luz de la luna...

Aunque esto último, su palidez natural, bien pudiera deberse a una afección derivada de la hemofilia que, según me contó, padecía desde pequeño y que le obligaba a llevar en los bolsillos de su gabardina bolsas de sangre "para casos de urgencia", decía él, aunque nunca supe muy bien cómo las usaba.

Era, en cualquier caso, un tipo interesante, agradable y leal, aunque con un humor un tanto macabro: una vez que había tomado alguna copa de más de aquel extraño brebaje que siempre le pedía al mismo camarero del Gothic me contó, entre susurros, que había degollado a su casero y que lo tenía colgado del techo, en el salón, desangrándose mientras recogía su sangre en un barreño. Cómo nos reímos aquella noche...

Todo aquello fue antes de que nos distanciáramos, antes de que cerraran el Gothic. Todavía recuerdo la noche en la que entré en el aseo y me lo encontré allí con una chica. "No es lo que parece", me dijo, y sonrió. Yo me retiré, no soy yo de esos que se meten en asuntos ajenos, y si él lo dijo, sería verdad, pero recuerdo perfectamente la bella imagen que se captaba en el espejo del lavabo, ese espejo que, incapaz de reflejarle a él, mostraba a la joven casi levitando, mirando al infinito con ojos suplicantes, mientras de su cuello brotaban como por arte de magia dos tremendos chorros de sangre...

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