Resaca

Alguien la habĂa comentado alguna vez que la leche con disaronno venĂa bien para la resaca, eso y la mĂşsica clásica, asĂ que dejĂł que sonara el requiem de mozart mientras se servĂa un tubo con mucho hielo.
Notaba cĂłmo cientos de miles arañas se agitaban dentro de su cabeza, en cualquier momento el cráneo le estallarĂa y todo el salĂłn se llenarĂa de arácnidos y de sesos, tanto unos como otros esparcidos por el suelo, por la alfombra, por las paredes, conformarĂan un bello cuadro, desde luego, una performance digna del más exquisito de los museos de arte contemporáneo del mundo.
Ahora serĂa un buen momento para que su yo del futuro viniera a visitarle, un anciano de rostro arrugado y mirada cansada que apareciera de repente frente a Ă©l, sentado a la mesa, chico, quĂ© haces, quĂ© estás haciendo con tu vida, y a usted quĂ© le importa, abuelo, hasta que casualmente percibiera un destello reconocible en sus ojos, sĂ, yo soy tĂş dentro de cincuenta años, más vale que espabiles que estás convirtiendo tu vida en una mierda, jovencito, anda levántate y ponme a mĂ tambiĂ©n un disaronno, irĂa yo mismo pero la espalda me está matando.

SerĂa un buen momento, desde luego, pero el caso es que no pasa nada. Ni arañas, ni sesos, ni ancianos del futuro, ni ángeles, ni rubias, ni diablos. Es increĂble la cantidad tan enorme de buenos momentos para manifestarse que desperdician los elementos inexplicables.
Qué pena, de verdad.
Se acaba el disaronno, a ver, quĂ© desayuno le habĂan recomendado para la resaca, ah, sĂ, un buen tazĂłn de deliciosos copos de maĂz bañados en Cruzcampo bien fresquita...
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