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Crónicas de la Tierra. Vol. 1: los ladrones de almas

José Antonio Sanduvete [colaborador]

Cuando nació el primer "desangelado" todos se sorprendieron. Un bebé perfectamente normal, sin ningún problema físico ni mental, pero con una extraña incapacidad para manifestar sentimientos, ni alegría, ni llanto, ni dolor, ni rabia, ni amor, y con una frialdad casi robótica. Tras él nacieron otros, y pronto el número de "desangelados" detectados en la Tierra se elevó a decenas de miles.
A medida que estos iban creciendo sin mostrar cambio alguno en su comportamiento, los científicos trataban en vano de descubrir las razones que lo provocaban. Poco a poco se fue imponiendo una explicación de índole trascendental: aquellos niños carecían de alma.

Se crearon grupos religiosos que rezaron por ellos, que elevaron sus plegarias para conseguir un poco más de humanidad en los "desangelados", pero estos continuaron con su existencia sin verse afectados.

Hubo quien extendió el rumor de que la Tierra se había quedado sin almas. Según esto, el número de almas para los habitantes de la Tierra era limitado, tal vez, pongamos por caso, diez mil millones. Las almas de los fallecidos se habían reutilizado durante toda la historia, llegado su turno, para dotar de humanidad a los neonatos. Esta teoría sostenía que el primer "desangelado" tuvo la mala suerte de ser el poblador número "diez mil millones uno" sobre la faz de la Tierra.
Cada vez que alguien moría, un alma acompañaba la vida del siguiente recién nacido. En caso de carecer de almas, el bebé nacía "desangelado".
Semejante teoría caló tan profundamente que extendió en la población una peligrosa psicosis. Los padres trataron de evitar a toda costa que sus hijos nacieran sin sentimientos. Hubo quien decidió cometer asesinatos durante el nacimiento de sus hijos, para proveerles de alma. Ante las duras sanciones de la ley contra estas prácticas, el mercado negro de asesinatos a la carta se desarrolló a la par que los estudios científicos que lograron, finalmente, desarrollar un mecanismo para robarle a una persona el alma sin acabar con su vida.

Comenzó así el tráfico de almas, la piratería, las grandes sumas de dinero pagada por los más poderosos para que las bandas de ladrones de almas dejaran "desangelado" a un ser vivo cualquiera para dotar de humanidad a sus hijos.
Aquello constituía, sin duda, un acto inhumano, cometido en nombre de los sentimientos más humanos que existen, los de un padre hacia su hijo. Nadie, sin embargo, se preocupaba por las connotaciones éticas del acto.

Al mismo tiempo que los ladrones de almas se hacían con el poder sobre una población atemorizada, los "desangelados" se convertían en adultos eficientes que, con un sorprendente uso de la razón sin sentimientos, comenzaban a copar puestos de importancia significativa en los gobiernos, los comercios, los sistemas de sanidad, justicia y educación y las altas esferas económicas y científicas de sus sociedades respectivas.


2 comentarios:

  1. Eres un tío grande, Sanduvete. Lo has bordado

    No se puede decir mejor con menos palabras. Y fino, fino,...

    Sobre todo en lo que se refiere a los cargos que fueron copando estos seres anodinos. Sí, ya sabes, cargos en los gobiernos,... y porque no, en los ayuntamientos, autonosuyas (¡Uy, en que estaría pensando!), digo, autonomías, diputaciones, bancos, etc.

    Creo deducir del artículo que se refiere a seres sin sentimientos ¿Verdad?

    Pues eso

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