Cómo facturar una cabeza humana a Ulán Bator

- Documentación, por favor -solicitó con firmeza el guardia de seguridad de la estación de tren de Krasnoyarsk.
El viajero le alcanzó un pasaporte desgastado por el uso.
- ¿Qué lleva en ese paquete?
Tanto el guardia de seguridad como el viajero dirigieron la mirada hacia el susodicho paquete, que descansaba en una esquina de la oficina, en la misma en la que el viajero lo había dejado al entrar. En el reducido espacio del que disponían se encontraban otros cuatro guardias, dos de ellos interrogando a sendos incautos, otro en la puerta vigilando entradas y salidas, y un cuarto leyendo una revista, con aspecto tan triste que parecía a punto de ponerse a llorar.
- ¿Cómo?
- Que qué lleva en ese paquete.
- ¿Que qué llevo en ese paquete? Una caja.

- ¿Y en la caja?
El viajero resopló, resignado a tener que dar la respuesta que había estado evitando.
- En la caja, una cabeza.
El guardia de la puerta aguzó el oído, el de la revista levantó discretamente la vista, los dos incautos perdieron el hilo de su propio interrogatorio al prestar atención al interrogatorio del viajero. El funcionario aludido, en cambio, no pareció inmutarse.
- ¿De dónde viene?
- De San Petersburgo.
- ¿Adónde va?
- A Ulán Bator.
- ¿Me está diciendo que está atravesando el país y pretende introducirse en Mongolia llevando una cabeza en el tren?
El guardia calló unos segundos. Luego prosiguió.
- ¿Se trata de una cabeza humana?
- Por supuesto.
- ¿Viva?
- ¿Conoce alguna cabeza viva?
El guardia pareció ligeramente molesto por lo que encajó como una ironía impertinente.
- ¿Y por qué la lleva en el tren?
- No me dejaron facturarla en avión.
El guardia pensó en el protocolo de actuación. ¿Qué indicaba para estos momentos? ¿Tráfico de cabezas humanas? ¿Sospechoso de decapitación? Probablemente no decía nada. Dijo lo primero que se le ocurrió, lo más común en caso de duda.
- Requisada.
El viajero enrojeció visiblemente. Entornó los ojos, se inclinó hacia delante en su silla y le habló al guardia desde cerca, con un atrevimiento temerario.
- Pues yo no me voy de aquí hasta que no me devuelvan mi cabeza.
Entonces el guardia se recostó en su silla, el de la revista resopló, el de la puerta se giró y todos, absolutamente todos, quedaron unos instantes en silencio. De acuerdo, que el viajero rellene estos formularios de reclamaciones y espere junto a la puerta de la oficina, si quiere. Nadie gana en paciencia y parsimonia a la burocracia rusa. Solo quedaban dos meses para el inicio del invierno y ya refrescaba por las noches...
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