Cuando un barco se hunde se van con él muchos recuerdos

Desde Cádiz, recibo un correo de mi hermano Pepe, el único que me queda de los cinco que he tenido, en el que relata y visualiza los diversos momentos sobre el hundimiento del famoso y entrañable “vaporcito” del Puerto. El suceso se produjo según parece al chocar su casco con una roca en el instante de atracar al muelle del puerto. Duró escasamente ocho minutos y sus ochenta pasajeros fueron puestos a salvo todos ilesos, aunque los testigos y participantes en la operación sintieran un nudo en sus gargantas al ver como desaparecía bajo las aguas ese símbolo emblemático de su bahía después de una existencia octogenaria y un servicio a millones de pasajeros.
Se llamaba Adriano III, nada que ver con el célebre emperador romano, nacido en Itálica (Sevilla), sino con el nombre de su propietario. Era el tercero de los construidos para esa compañía desde su fundación en el año 1929. Su servicio consistía en el transporte de viajeros desde la bahía gaditana al Puerto de Santa María y regreso.
Al cumplirse su setenta aniversario fue declarado Bien de Interés Cultural, aunque yo le añadiría el de ser una de las atracciones preferidas en la vida gaditana del pasado siglo y referente de su bahía ya que gozaba del cariño de todos los gaditanos. La Caleta dicen que llora lágrimas de sal en la intimidad de su soledad, cuando a la hora acostumbrada no le ve pasar haciendo sonar su sirena y también aseguran que las caracolas del fondo marino han enmudecido y forman una perenne guardia de honor y devoción en torno a sus restos sumergidos.
Para todos los que hemos nacido en esa luminosa y amada tierra su desaparición ha supuesto el pago de un costoso tributo sentimental a la mar, que no nos perdona el que enormes bloques de hormigón se vayan adentrando en sus dominios y desafiando su poder. Es como si en cada trozo de esa airosa “gaviota sin alas”, que realizaba valiente y marinera sus numerosas travesías de “Cai al Puerto y del Puerto a Cai”, se hubiese hundido también una parte importante de nuestra infancia, junto al famoso “cochecito Lerén” y la inolvidable “Tía Norica”, que algunos cuentan llegó a viajar en este intrépido paquebote.
AÑORANZAS
Se trata pues de un recuerdo casi mítico y muy enraizado en nuestras tradiciones y sentimientos y cuando un barco de estas características desaparece no podemos evitar que gran parte de nuestro pasado se vaya con él.

Un acontecimiento lleno de añoranzas para todos los que llegamos a este mundo en esa querida tierra gaditana, siempre fija en nuestra retina y enraizada en nuestros sentimientos, aunque nos hallemos al otro lado del Planeta, que no es éste mi caso, ya que sólo estoy a setecientos kilómetros de ella, pero a veces no son las distancias las que nos separan de aquello que tanto amamos, sino un sinfín de dificultades que no resultan fáciles de superar. Espero poder regresar alguna vez a mis raíces y amores patrios, antes de hacerlo convertido en cenizas y encerrado en una urna.
Mis recuerdos me llevan a aquellos años juveniles donde a veces, por puro placer, embarcaba en ese vapor y realizaba el viaje de ida y vuelta sin desembarcar siquiera. Era una gozada ese viaje mar adentro, en ese Atlántico de nuestros descubrimientos y epopeyas, recibiendo la caricia de un sol siempre fijo, como ferviente enamorado de ese rincón privilegiado, la brisa suave y acariciadora del entorno y ese aroma salobre inconfundible que nos acompañaba en tan corta pero maravillosa travesía.
En los días de fuerte oleaje había momentos en los que parecía que nos iba a tragar a todos, pero a cada embate de las olas enfurecidas, el invencible “vaporcito” surgía de nuevo de ese hoyo que parecía habérselo engullido y continuaba su singladura tras allanar con galanura tan complicada situación.
El grito de las gaviotas, numerosas e insistentes buscando sus plateadas presas, nos aturdía al revolotear sobre nuestras cabezas en ese recorrido por esas aguas que más que delimitar, parecen abrazar a esa antiquísima ciudad donde según Herodoto estuvo el famoso Templo de Hércules y fue capitalidad de Tartessos, la legendaria civilización que procedente de África se instaló en nuestra península, teniendo como rey al famoso Argantonio.
ESTELA BLANCA Y ESPUMOSA SOBRE EL MAR
Porque los gaditanos habremos estado muchos años, siglos, olvidados y desprotegidos por los gobiernos centrales en los diferentes regímenes, pero ninguna ciudad europea, ni tan siquiera la otrora poderosa y

Ni nadie puede competir con la gracia repajolera del gaditano fino y castizo, gracias a la sal de su omnipresente mar y sus numerosas salinas, que han forjado su carácter festivo y les han brindado su reconocido estoicismo ante las penas y dificultades de la vida, que ellos cantan desenfadados en esas coplas carnavalescas que gozan fama mundial.
El “al mal tiempo, buena cara”, es una norma que el natural de esta tierra asimila en la pila bautismal o en su primera zambullida en la mar oceánica. Ahora bien, el que sale “malaje” y “esaborío”, a ése hay que echarle de comer aparte y mantenerlo vigilado para que no nos salpique. Dirán ustedes que el hundimiento de un veterano trasbordador no es motivo suficiente para poder sentirse abatido y lanzar las campanas al duelo.
Puede que para los que no sean de mi época así lo parezca, pero los que hemos crecido viendo a ese alegre y pequeño blanco barco atracar y partir desde nuestra bahía camino del Puerto, haciendo sonar sus sirenas y dejando esa estela blanca y espumosa sobre el mar su desaparición nos ha supuesto un duro golpe. Y más aún para los que se acerquen a su muelle y vean el sitio de su amarre solitario, sin esas colas de viajeros que se formaban en cada uno de sus cortos y alegres viajes.
Figúrense lo que representaría este vapor para mi querida ciudad, que el ministerio de Fomento, el de Medio Ambiente, el ayuntamiento del Puerto y algunas organizaciones están queriendo aportar los medios necesarios para reflotar y reparar esa preciada reliquia y que pueda reanudar su aventura sobre las aguas gaditanas, como ha estado haciendo desde antes que yo apareciese por este mundo.
DOSIS DE EMOCIONES
Me han contado que hay un gaditano, -¡qué pena no estar allí!-, que ha abierto una suscripción para que todos los naturales de la ciudad y residentes, aporten un euro para rescatar su presa al mar y ponerlo a funcionar, aunque ya existe una nueva compañía y embarcaciones más modernas haciendo el mismo recorrido.
El gaditano y visitantes amantes de lo tradicional y típico seguían utilizándolo, pues aunque era más incómodo y lento, suponía una mayor atracción y una buena dosis de emociones. Un recuerdo y tributo a un pasado que por mucho que algunos se empeñen en olvidar, sigue estando presente en nuestros actos y sentimientos más íntimos y naturales.

De toda la embarcación, según las fotos remitidas por mi hermano, sólo emergen del agua los asientos de la cubierta superior y algunos salvavidas y restos flotando en los alrededores, pero como el percance tuvo lugar al atracar, no hay tanta profundidad y es posible que el rescate pueda realizarse. El día que esta “joya” vuelva a surcar las aguas gaditanas y realizar su acostumbrada travesía, incluido su característico toque de sirena, será un gran acontecimiento en toda la bahía.
Como si a su reflote y reanudación del servicio, lo ocurrido quedara como una simple anécdota en la historia festiva de nuestra ciudad. Estoy seguro que tendrá su lugar destacado en las coplas del próximo Carnaval, como lo ha tenido en anteriores ocasiones, incluso con pasodobles y coplas en su homenaje.
Porque el sentimiento de todo lo nuestro y la morriña de lo que ha formado parte de nuestras vidas, lo llevamos los naturales de esta tierra, con la misma intensidad y añoranza que el gallego la suya, ya que en este tipo de querencia no existen las exclusivas.
Bonito articulo, don Felix, se nota que sabe de que habla y como hay que contar las cosas. Se le recuerda mucho por Chiclana.
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