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Hay nubes que me traen recuerdos

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Estoy sentado ante la ventana de mi estudio y advierto un cielo azul celeste y un sol que quiere ser espléndido, pero lo condicionan unas nubes tras las que aparece y se pierde a ratos. Es una especie de quiero, pero no me dejan, en una lucha continua contra el dominio de ese tiempo nublado y cambiante. En mi memoria aún perduran esos días desastrosos en los que anegaron campos, cerraron caminos y desolaron ciudades con inundaciones, nieves y vientos huracanados.

Mi querida tierra chiclanera fue entonces una de las más afectadas. Y estuve con mis paisanos en el pensamiento, los sentimientos y la solidaridad. Ahora nos dicen y es cierto, que necesitamos la lluvia urgente y generosa, aunque espero que no sea en esas excesivas e incontroladas cantidades.

La visión del cielo en este día me trae reminiscencias de un pasado algo confuso en mi memoria, pero fijo en sus consecuencias. Hace setenta y cinco años, cuando la mayoría de los que me leen, vagaban por ese mundo ignoto de los nonatos, un pequeño de cuatro años contemplaba a más de setecientos kilómetros de donde me encuentro ahora, el paso de las nubes asomado al balcón de su casa solariega.

En brazos de la niñera admiraba ese cielo azul lleno de pequeñas y caprichosas nubes y con su dedito señalaba una de ellas. Era una enorme “bola de algodón”, que se perdía cielo arriba en busca de nuevos escenarios.

-¡Mira, “Currita”, en esa nube tan bonita y grandota va mi papa camino del cielo!

La joven, que quería a ese niño como si lo hubiera parido ella misma, no podía contener las lágrimas y acariciaba dulce y lentamente su diminuta cabeza, que no apartaba sus ojos de ese extraño y nebuloso ataúd que avanzaba con excesiva lentitud Dios sabe adónde.

NUBES QUE LLEVABAN A SU PAPÁ AL CIELO

Era el ocho de marzo de 1937 y la casa se hallaba en la calle del Magistral Cabrera, creo que ahora la llaman de La Plaza, -qué lástima que quiten el nombre de este ilustre paisano del callejero-, mientras el pequeño permanecía fijo en el cielo y en el avance de esa nube, los vecinos continuaban sus quehaceres ajenos al drama que se protagonizaba en ese balcón.

Normal, la tragedia sólo se advierte en el entorno del que la padece, pues creemos que nada de lo malo que le pasa al prójimo nos debe preocupar. La evolución de esa extraña y vaporosa envoltura blanca en un cielo azul y un sol más brillante que el de hoy, acaparaba todo su tiempo.

En el rostro del pequeño se evidenciaba cierta pena, aunque no asomaran lágrimas en sus ojos fijos en la nube donde iba su papá camino de ese cielo que le habían contado era el destino prometido a las buenas personas. Él, a pesar de sus cuatro años, estaba convencido de que su padre había sido de los mejores. Don Juan, el desaparecido padre, fue abogado y secretario del Ayuntamiento chiclanero durante la monarquía, la República, el Frente Popular y los primeros años del franquismo.

No hubo impedimento alguno, a pesar de las distintas y encontradas ideologías imperantes a lo largo de esos años para que lo cesaran en el cargo. Ni siquiera las presiones de los dirigentes provinciales frentepopulistas ante don Javier, el alcalde comunista, lograron que se deshiciera de un secretario tan “carca” y contrario a sus ideas. Pero el alcalde jamás lo hizo porque apreciaba su integridad y calidad moral.

Hombre de sólidos principios religiosos, no dejó un solo día de ir a misa y comulgar antes de entrar a trabajar en el ayuntamiento y a la salida del templo, el capataz y algunos de los trabajadores les esperaban para que les indicara la faena a realizar cada jornada. Ellos no pisaban la iglesia, aunque tampoco las quemaron o profanaron. Chiclana fue uno de loes escasos sitios donde no ocurrieron tales barbaridades.

SIEMPRE DISPUESTO A AYUDAR

Don Juan jamás sufrió una amenaza o posible riesgo por parte de nadie y sí, se salvaron algunos de evidentes peligros físicos gracias a su intervención y autoridad moral. Aunque pertenecía a una de las principales familias de la localidad, donde hubo banqueros, bodegueros y propietarios, jamás descuidó sus funciones municipales y siempre estuvo abierto y dispuesto a cuantos llegaban a él buscando algún favor, una protección o una ayuda.

Por su afán de hacer el bien y ayudar a todos, salió fiador en una importante operación de un pariente muy cercano, que al estallar la guerra y quedar en zona roja no pudo hacer frente a sus pagos y al morir don Juan, a los seis meses de habérsele diagnosticado un cáncer de pulmón incurable, la viuda se encontró con el embargo bancario de casi todas sus propiedades.

El banquero, que figuraba entre sus amigos más allegados, viendo que uno estaba en zona roja y el otro había muerto, aceleró el cobro y embargó los bienes de don Juan, que era el que tenía a su alcance, dejando casi en la ruina total y sin previo aviso a su viuda y sus cinco hijos. Don Juan había sido avisado por un amigo de las intenciones del banquero gaditano, para que antes de morir pudiera salvar sus propiedades.

No obstante, pudieron más su integridad moral y la confianza en que su amigo banquero no le haría ninguna faena a su familia, pues le había prometido que esperaría el regreso del deudor al acabar la guerra, que no hizo nada que consideraba turbio y deshonroso y murió “con la conciencia tranquila, porque así quiero presentarme ante el Alto Tribunal que me ha de juzgar. Dios velará por mi mujer e hijos”.

Hace un mes hizo setenta y cinco años que murió este gigante de la dignidad y honradez, que tuve la suerte de tener como padre. Porque era él al que yo veía en esa nube en aquella triste mañana de marzo y al que todo ilusionado le llamaba a voces esperando inútilmente que ese ataúd flotante me lo devolviera. Aún lo sigo llamando y esperando, aunque ahora siento más cerca sus voces que las mías.

EL BESO DE UN PADRE

Su ejemplo, tan insólito como ejemplar, nos dejó casi en la ruina y nuestra vida dio un cambio de rumbo total, no a peor sino a pésimo. No sólo fue la pérdida de ese hombre que tanto significaba y necesitábamos, sino el tener que abandonar de la noche a la mañana, como en un cuento de hadas al revés, una vida maravillosa para sumirnos en un mundo desconocido, precario, sin protección y sin alicientes, porque todo esto se esfumó casi al mismo tiempo que la misteriosa nube hacía su recorrido por ese cielo infinito.

No recuerdo cómo es el beso de un padre, ni una sonrisa, ni incluso una regañina. ¡Quién hubiera podido sufrirla en mis años infantiles y juveniles! ¡Cuánto le he echado de menos casi sin conocerlo!”.


A veces, cuando me apretaba el hambre y me dolían las precariedades que tenía que sufrir, me pesaba que mi padre hubiera sido tan mirado e íntegro y no hubiese puesto a buen recaudo, como abogado que era, los asuntos familiares para que no hubiéramos pasado tantas calamidades.

Me sulfuraba viendo como tenía que partir mi barra de pan en cuatro trozos para que me sirviera en todas las comidas del día y me aterraba tener que alternar en un mundo social en el que había nacido, pero al que ya no pertenecía en razón a mis posibilidades. Pasé muchos apuros, vergüenzas y llantos escondidos para que no me viera mi madre y ello le sobrecargara sus propias penas.

HUELLA DE UN SER EXCEPCIONAL

He maldecido y bendecido por momentos y rachas. Se fue cuando más falta me hacía. Luego he visto la huella dejada por ese ser excepcional y en muchas ocasiones he sentido un inmenso orgullo cuando alguien que le conoció se me acercaba emocionado y me abrazaba al saber de quién era hijo y contarme cómo era mi padre y lo mucho que le debía y fue querido.

Y esto, no hay dinero que lo compre, ni laureada que lo pueda magnificar. Fue un momento muy bonito y emotivo para mí, cuando se hizo la presentación de mi último libro en la delegación de Cultura del Ayuntamiento chiclanero, patrocinado el acto por el alcalde, y en las palabras finales del teniente alcalde a los asistentes, sentado a mi lado en la mesa, me dijo que un ejemplar del libro, por orden expresa del alcalde, se había guardado en el expediente de mi padre que se conserva en el archivo municipal.

Deseaba que permaneciera junto al hombre que tan magnífico recuerdo había dejado por su trabajo y dedicación al pueblo, a pesar de haber tenido que desempeñarlo durante tres regímenes políticos tan visceralmente opuestos. En este mes y esas nubes que me lo recuerdan de una manera muy especial. . .

1 comentario:

  1. Quiero hacer constar que el Alcalde que me organizó la presentacoión del libro "Recuerdos de una infancia rota" en la Casa de Cultura chiclanera, fue el señor Román y él fue tambien quien disouso que se archivara un ejemplar del mismo en el expediente que obra en ese Ayuntamiento, sobre mi padre como Secretario del mismo. Detalles que jamás dejaré de agradecerle, ya que de bien nacido es ser agradecido. La politica no tiene nada que ver con las acciones y gestos personales y deseo que este detalle se haga público para mi tranquilidad y justicia. Gracias y pwrdona. Arboli.

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