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Siga a ese coche [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-
 
 - Siga a ese coche, rápido.
     Benito mirĂł por el retrovisor, un tanto alarmado. Lo que vio a travĂ©s de Ă©l, sin embargo, le obligĂł a girar el cuerpo y comprobar la realidad de lo que sucedĂ­a en el asiento trasero de su Seat. Una chica habĂ­a abierto la puerta y se habĂ­a colado allĂ­ exigiendo que se saltara el semáforo en el que se encontraba detenido.
     - Vamos, rápido, siga a ese coche.
     El semáforo seguĂ­a en rojo. La frase, desde luego, era sugerente, esa frase que todo taxista siempre ha querido oĂ­r, al menos en las pelĂ­culas.
 

Pero él no era taxista. Además, estaba ocupado. Tenía que pasar por el súper y comprar pasta para la cena. Esa noche, por otro lado, tenía que rellenar varios informes de evaluación. No había tiempo para tonterías.
     - Maldita sea, que se van. ¡Vamos!
     La chica mostraba una actitud un tanto impertinente, justificable tal vez por algĂşn tipo de situaciĂłn apurada en la que pudiera encontrarse. Era bastante atractiva, por otro lado; y hablaba de usted, lo cual revelaba un cierto nivel de educaciĂłn y respeto hasta en las peores circunstancias...
     - ¡AllĂ­, corra!
     Benito alegĂł rápidamente que el semáforo estaba en rojo, que el tipo de vĂ­a prohibĂ­a la circulaciĂłn a más de 50 km/h, que tampoco su Seat es que corriera tanto como para perseguir a... entonces se fijĂł en el objetivo de la persecuciĂłn, un todoterreno negro y enorme, ocupado por un par de tipos inquietantes con gafas de sol y trajes sumamente elegantes y, por supuesto, sumamente negros.
     La chica, al borde de la desesperaciĂłn, farfullĂł una historia sobre conspiraciones, hombres de negro, golpes de estado, entidades cibernĂ©ticas y una serie de conceptos que Benito no terminĂł de comprender. El todoterreno comenzaba a girar en una esquina y, por tanto, a perderse de vista.
     - Venga, maldita sea, ¿es que he ido a meterme en el coche del tĂ­o más mojigato de la ciudad?
     ¿Mojigato? Benito mirĂł a la chica, que le parecĂ­a más mona cuanto más se enfadaba. PensĂł en sus informes, en la ensalada de pasta, en el semáforo que seguĂ­a en rojo, en las entidades cibernĂ©ticas, en la palabra "mojigato", cuyo uso revelaba sin duda un profuso acervo cultural, y en la posibilidad de que semejante calificativo pudiera describirle con acierto.
     Luego pisĂł el acelerador, se saltĂł el semáforo, casi provoca un accidente con un camiĂłn, casi atropella a un peatĂłn, casi se lleva por delante un quiosco de prensa y casi destroza los bajos del Seat con el bordillo de una acera. No supo muy bien por quĂ© habĂ­a hecho todo eso, pero cuando girĂł en la esquina, en persecuciĂłn de los malvados hombres de negro, ni siquiera se molestĂł en poner el intermitente...

1 comentario:

  1. Muy bueno. Da gusto leer este tipo de textos entre tanta noticia negativa.

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