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Brujos y mesías [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-
 
     Tiempos difíciles. Tiempos de cambio. El mundo se viene abajo, se desmoronan los ideales y cunde el desánimo. Todas las distopías parecen, al mismo tiempo, tornarse reales. El futuro es incierto.

     Varios grupos comienzan a emerger entre el caos reinante. Pronto los reformistas quedan divididos en dos grandes facciones. Unos son llamados "los brujos"; otros, "los mesías". Los primeros se esfuerzan en provocar el caos, en destruir lo anterior; adoran nuevas divinidades, proponen nuevas formas de existencia, pretenden haber pasado siglos ocultos en las distintas sociedades, esperando el momento de tomar la iniciativa. Dicho momento, dicen, ha llegado.

     Los mesías esperan la llegada del mundo futuro. No tratan de cambiar el mundo con fuegos de artificio, no despliegan su poder por medio de hechizos, como los brujos. Los mesías anuncian. Anuncian y esperan. El mundo se destruirá por sí mismo. Se está ya destruyendo, de hecho. Los mesías proceden por iluminación, no necesitaron andar ocultos desde épocas pretéritas. La verdad se reveló cuando tuvo que revelarse. Ahora mueven sus fichas, se colocan estratégicamente, y esperan. Su hora, dicen, ha llegado.

     En medio de esta lucha de hombres contra hombres por hacerse con los pedazos de un mundo descompuesto, surge un espíritu libre, sin fuegos de artificio ni hechizos, sin verdades reveladas ni utopías futuras. Los brujos y los mesías terminarán enfrentándose, dice. El mundo futuro tiene tan mal aspecto como el mundo pasado.

     Pero, ¿tú eres brujo, o mesías?, le preguntan. ¿Por qué tengo que ser necesariamente de uno de los dos? Porque o estás con nosotros, o contra nosotros, le contestan.

     Hay una tercera vía, se oye una voz a lo lejos. ¿Una tercera vía? Sí, una tercera vía. Puedes apoyar el sistema, tratar de salvarlo. Abandonar el reformismo y colaborar con los poderes en la conservación del statu quo.

     No reformista, sino colaboracionista, entonces.

     Malditos sean todos, piensa el espíritu libre. Malditos los brujos, los mesías y los colaboracionistas. Si esas son las opciones, el mundo está condenado. Si es necesario adscribirse a alguna de ellas, yo mismo estoy condenado. Pretendidamente, aliado de nadie; sin pretenderlo, pero por ende, enemigo de todos.

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