Las serpientes no miran al cielo [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
Cuentan que hubo un tiempo en que las serpientes volaban, en que las islas navegaban por los océanos, en que los gigantes cocinaban a la lumbre de los volcanes.
Luego llegaron los dioses, sometieron a las serpientes, que desde entonces no hacen otra cosa que arrastrarse por el suelo, anclaron todas las islas a las profundidades del ocĂ©ano para que jamás pudieran moverse, destruyeron a los gigantes, quienes habĂan osado plantarles cara.
Hay quien dice que las serpientes, aĂşn avergonzadas de su derrota, no osan mirar al cielo del que llegaron los dioses, y que caminan con la cabeza gacha por temor a descubrirse en un gesto que alguien desde arriba pudiera considerar ofensivo.
Otros, sin embargo, aseguran que miran al suelo para encontrar la manera de desanclar las islas y utilizarlas, entonces, para iniciar su venganza contra los dioses. Los gigantes, por desgracia, fueron exterminados. Es por ello que, probablemente, las serpientes necesiten de la ayuda de los humanos para llevar a cabo sus planes. Pero los humanos son estúpidos, no hacen más que mirar al cielo y perderse en su inmensidad, y preguntarse quiénes son, y llamar a los dioses con desesperación como si no recordaran que estos ya estuvieron de visita.
Asà que las serpientes esperan a que los humanos estén preparados. A que dejen de mirar al cielo y las miren a ellas. A que puedan mirar más allá de sà mismos sin perderse en inmensidades sin sentido. Parece, empero, que ese momento tardará en llegar.
Tal vez cuando las serpientes vuelen y las islas naveguen...
Cuentan que hubo un tiempo en que las serpientes volaban, en que las islas navegaban por los océanos, en que los gigantes cocinaban a la lumbre de los volcanes.
Luego llegaron los dioses, sometieron a las serpientes, que desde entonces no hacen otra cosa que arrastrarse por el suelo, anclaron todas las islas a las profundidades del ocĂ©ano para que jamás pudieran moverse, destruyeron a los gigantes, quienes habĂan osado plantarles cara.
Hay quien dice que las serpientes, aĂşn avergonzadas de su derrota, no osan mirar al cielo del que llegaron los dioses, y que caminan con la cabeza gacha por temor a descubrirse en un gesto que alguien desde arriba pudiera considerar ofensivo.
Otros, sin embargo, aseguran que miran al suelo para encontrar la manera de desanclar las islas y utilizarlas, entonces, para iniciar su venganza contra los dioses. Los gigantes, por desgracia, fueron exterminados. Es por ello que, probablemente, las serpientes necesiten de la ayuda de los humanos para llevar a cabo sus planes. Pero los humanos son estúpidos, no hacen más que mirar al cielo y perderse en su inmensidad, y preguntarse quiénes son, y llamar a los dioses con desesperación como si no recordaran que estos ya estuvieron de visita.
Asà que las serpientes esperan a que los humanos estén preparados. A que dejen de mirar al cielo y las miren a ellas. A que puedan mirar más allá de sà mismos sin perderse en inmensidades sin sentido. Parece, empero, que ese momento tardará en llegar.
Tal vez cuando las serpientes vuelen y las islas naveguen...
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