Puertas [Memento Mori]
- No lo puedo creer, de verdad que no lo puedo creer...
El tipo se lamentaba en voz baja, amargamente. HabĂa pedido una caña en la terraza y se habĂa sentado en la mesa de al lado. Le vi tan triste y yo estaba tan ocioso que me interesĂ© por sus circunstancias.
Me contĂł que estaba en Tarragona, que conducĂa por Tarragona, conducĂa su camiĂłn.
- Estupendo -le dije. - Estabas en la Costa Dorada y te has bajado al sur. Tampoco es tan malo...
- No, no lo entiendes -me respondiĂł. - Estaba allĂ hace cinco minutos.
Ante mi extrañeza, me contó el caso.
ConducĂa con destino a CastellĂłn cuando atravesĂł una puerta interdimensional, un agujero de gusano de esos de los que habla la ciencia, más o menos a la altura de El Vendrell. El tipo aseguraba que no mentĂa en absoluto. En unos segundos apareciĂł aquĂ, a mil kilĂłmetros, mucho más lejos de CastellĂłn de lo que estaba en un principio, por supuesto. Ante la imposibilidad de cumplir su horario de reparto, habĂa aparcado el camiĂłn y se habĂa bajado al paseo a pedir una caña.
Le dije que me parecĂa una historia fascinante.
- ¿Fascinante? Una mierda, eso es lo que es. Las puertas interdimensionales son una mierda.
Y me contĂł que no era la primera vez, que la semana anterior habĂa aparecido en la Bretaña francesa, y que hacĂa un mes y medio apareciĂł en Bolivia, en Cochabamba, que montĂł un pollo allĂ con su camiĂłn, que tuvo que sacarse los billetes de vuelta, que no querĂan darle el visado, que tuvo que dejar el camiĂłn para que la embajada se lo enviara...
- Bueno -comentĂ©. - Al menos has caĂdo en la Bretaña, que no está muy lejos... y Cochabamba debe de ser bonito... el dĂa que caigas en Vladivostok...
Me pareciĂł que el chiste no le habĂa hecho mucha gracia. Tal vez le gustaba Vladivostok, o Cochabamba no era tan bonito como yo creĂa. Se levantĂł y se metiĂł en el aseo mientras susurraba algo asĂ como:
- Dios, nunca más, por favor, que no vuelva a pasar...
Lo divertido de todo esto es que el tipo desapareciĂł. EntrĂł a orinar y no saliĂł. Me asomĂ©, curioso, a buscarle, pero allĂ no habĂa nadie. Incluso busquĂ© un camiĂłn aparcado por la zona que Ă©l me habĂa señalado. Nada.
Cada vez tengo más claro que entró al baño y apareció en Vladivostok, con camión y todo. He buscado alguna referencia al respecto en las noticias, algo en plan "Camionero español recorre 12.000 kilómetros sin darse cuenta", pero no he encontrado nada. Las noticias nunca cuentan nada interesante.
El tipo se lamentaba en voz baja, amargamente. HabĂa pedido una caña en la terraza y se habĂa sentado en la mesa de al lado. Le vi tan triste y yo estaba tan ocioso que me interesĂ© por sus circunstancias.
Me contĂł que estaba en Tarragona, que conducĂa por Tarragona, conducĂa su camiĂłn.
- Estupendo -le dije. - Estabas en la Costa Dorada y te has bajado al sur. Tampoco es tan malo...
- No, no lo entiendes -me respondiĂł. - Estaba allĂ hace cinco minutos.
Ante mi extrañeza, me contó el caso.
ConducĂa con destino a CastellĂłn cuando atravesĂł una puerta interdimensional, un agujero de gusano de esos de los que habla la ciencia, más o menos a la altura de El Vendrell. El tipo aseguraba que no mentĂa en absoluto. En unos segundos apareciĂł aquĂ, a mil kilĂłmetros, mucho más lejos de CastellĂłn de lo que estaba en un principio, por supuesto. Ante la imposibilidad de cumplir su horario de reparto, habĂa aparcado el camiĂłn y se habĂa bajado al paseo a pedir una caña.
Le dije que me parecĂa una historia fascinante.
- ¿Fascinante? Una mierda, eso es lo que es. Las puertas interdimensionales son una mierda.
Y me contĂł que no era la primera vez, que la semana anterior habĂa aparecido en la Bretaña francesa, y que hacĂa un mes y medio apareciĂł en Bolivia, en Cochabamba, que montĂł un pollo allĂ con su camiĂłn, que tuvo que sacarse los billetes de vuelta, que no querĂan darle el visado, que tuvo que dejar el camiĂłn para que la embajada se lo enviara...
- Bueno -comentĂ©. - Al menos has caĂdo en la Bretaña, que no está muy lejos... y Cochabamba debe de ser bonito... el dĂa que caigas en Vladivostok...
Me pareciĂł que el chiste no le habĂa hecho mucha gracia. Tal vez le gustaba Vladivostok, o Cochabamba no era tan bonito como yo creĂa. Se levantĂł y se metiĂł en el aseo mientras susurraba algo asĂ como:
- Dios, nunca más, por favor, que no vuelva a pasar...
Lo divertido de todo esto es que el tipo desapareciĂł. EntrĂł a orinar y no saliĂł. Me asomĂ©, curioso, a buscarle, pero allĂ no habĂa nadie. Incluso busquĂ© un camiĂłn aparcado por la zona que Ă©l me habĂa señalado. Nada.
Cada vez tengo más claro que entró al baño y apareció en Vladivostok, con camión y todo. He buscado alguna referencia al respecto en las noticias, algo en plan "Camionero español recorre 12.000 kilómetros sin darse cuenta", pero no he encontrado nada. Las noticias nunca cuentan nada interesante.
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