Al salir del cine: ESTOY HECHO UN HACHA (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros)
César Bardés [colaborador].-
A algunos nos gustarĂa saber cuál hubiese sido la reacciĂłn de John Ford, genial autor de El joven Lincoln, al asistir a una proyecciĂłn de esta cosa. Con toda seguridad, el viejo maestro se hubiese mordido el amarillento pañuelo que solĂa llevar atado en la muñeca, se hubiera colocado el parche en el ojo y, despuĂ©s de emitir un gruñido hubiese dicho: “Hay dĂas en los uno desearĂa llevar un parche en los dos ojos...”
Lo cierto es que engendrar algo como Abraham Lincoln: Cazador de vampiros debe ser consecuencia del uso continuado de psicotrĂłpicos peligrosĂsimos combinados con alcohol de noventa y seis grados porque si no, no se puede explicar que a alguien se le haya ocurrido con tal premisa escribir una novela, a otro se le haya pasado por la cabeza comprar sus derechos para adaptarla al cine y aĂşn a otro más haya querido dirigirla e intentar hacer tragar al pĂşblico con una diversiĂłn que ni existe, ni se la espera.
SerĂa estĂşpido hablar, en una pelĂcula asĂ, de interpretaciones y de aproximaciones histĂłricas con un fondo tenebroso de colmillos largos y manejos de hacha que hacen palidecer al mismo Gimli de El señor de los anillos, de Peter Jackson. Y es que, parece ser, que no contentos con intentar encumbrar a mitos que ni de lejos lo son, de lo que se trata es de magnificar a mitos que siempre lo han sido. Y luego añadir la genial idea de mezclar la lucha por la aboliciĂłn de la esclavitud y la guerra de secesiĂłn americana con la existencia de unos vampiros que viven mejor que mueren que, por supuesto, deciden apoyar al Sur porque, vamos a ver, ¿quĂ© son unos vampiros sin naciĂłn? Nada, todo el mundo lo sabe. Un vampiro sin naciĂłn es como una guinda sin pastel, un espejo sin reflejo o un tenedor de plata sin trozo de carne pinchado.
Todo este batiburrillo sin más sentido que el de fabricar espectacularidad a troche y moche está dirigida por Timur Bekmamentov, un tipo que se ha asociado con Tim Burton para llevar a cabo sus desatinos (y eso, señores, es lo que hace que algunos hayan apreciado tanto una pelĂcula tan penosamente efectista como Wanted) y que adora y profesa culto a la cámara lenta. Tanto es asĂ que cuando se sale del cine uno tiene la impresiĂłn de que sus pasos son pura Ă©pica, que sus movimientos son más chulos que Cristiano Ronaldo cuando marca un gol y que hasta un simple pestañear sea una caĂda de ojos espectacular. Tanto como ver a Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, manejar un hacha de plata con mango calibre 45 con tanto malabarismo y fuerza que parece una majorette en pleno desfile. ¿Se imaginan ustedes a Barack Obama matando seres de las tinieblas con su cortauñas plateado para salvar al mundo de la más injusta de las crisis econĂłmicas que ha padecido nunca? Eso sĂ que son vampiros chupasangres y lo demás son verdaderas tontadas.
El caso es que lo de intentar que los hechos histĂłricos cuadren con esa profesiĂłn oculta del leñador-abogado-polĂtico-presidente es un encaje de bolillos que harĂa sonreĂr al más pesimista a poco que tenga un poco de idea. La reducciĂłn llega a ser simplista, con una sangre inusualmente oscura que hace palidecer la que fue derramada con terrible crueldad en la legendaria batalla de Gettysburgh. Y es que el fregado fue difĂcil porque, increĂblemente, estaban de por medio los afamados hijos de la muerte vestidos de sudistas y, claro, es muy complicado matar a quien ya está muerto. Pero ahĂ está el presidente para tener brillantes ideas, para erradicar de los Estados Unidos cualquier rastro de bestia infernal, para ser figura central de escenas tan efectistas que el aburrimiento no tarda en aparecer, la sorpresa ni siquiera viene y la calidad emprende una fuga de Ă©xito. Aunque quizá el objetivo de esta maravilla sea poner los dientes largos a los que desean ver buen cine, quiĂ©n sabe.
A algunos nos gustarĂa saber cuál hubiese sido la reacciĂłn de John Ford, genial autor de El joven Lincoln, al asistir a una proyecciĂłn de esta cosa. Con toda seguridad, el viejo maestro se hubiese mordido el amarillento pañuelo que solĂa llevar atado en la muñeca, se hubiera colocado el parche en el ojo y, despuĂ©s de emitir un gruñido hubiese dicho: “Hay dĂas en los uno desearĂa llevar un parche en los dos ojos...”
Lo cierto es que engendrar algo como Abraham Lincoln: Cazador de vampiros debe ser consecuencia del uso continuado de psicotrĂłpicos peligrosĂsimos combinados con alcohol de noventa y seis grados porque si no, no se puede explicar que a alguien se le haya ocurrido con tal premisa escribir una novela, a otro se le haya pasado por la cabeza comprar sus derechos para adaptarla al cine y aĂşn a otro más haya querido dirigirla e intentar hacer tragar al pĂşblico con una diversiĂłn que ni existe, ni se la espera.
SerĂa estĂşpido hablar, en una pelĂcula asĂ, de interpretaciones y de aproximaciones histĂłricas con un fondo tenebroso de colmillos largos y manejos de hacha que hacen palidecer al mismo Gimli de El señor de los anillos, de Peter Jackson. Y es que, parece ser, que no contentos con intentar encumbrar a mitos que ni de lejos lo son, de lo que se trata es de magnificar a mitos que siempre lo han sido. Y luego añadir la genial idea de mezclar la lucha por la aboliciĂłn de la esclavitud y la guerra de secesiĂłn americana con la existencia de unos vampiros que viven mejor que mueren que, por supuesto, deciden apoyar al Sur porque, vamos a ver, ¿quĂ© son unos vampiros sin naciĂłn? Nada, todo el mundo lo sabe. Un vampiro sin naciĂłn es como una guinda sin pastel, un espejo sin reflejo o un tenedor de plata sin trozo de carne pinchado.
Todo este batiburrillo sin más sentido que el de fabricar espectacularidad a troche y moche está dirigida por Timur Bekmamentov, un tipo que se ha asociado con Tim Burton para llevar a cabo sus desatinos (y eso, señores, es lo que hace que algunos hayan apreciado tanto una pelĂcula tan penosamente efectista como Wanted) y que adora y profesa culto a la cámara lenta. Tanto es asĂ que cuando se sale del cine uno tiene la impresiĂłn de que sus pasos son pura Ă©pica, que sus movimientos son más chulos que Cristiano Ronaldo cuando marca un gol y que hasta un simple pestañear sea una caĂda de ojos espectacular. Tanto como ver a Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, manejar un hacha de plata con mango calibre 45 con tanto malabarismo y fuerza que parece una majorette en pleno desfile. ¿Se imaginan ustedes a Barack Obama matando seres de las tinieblas con su cortauñas plateado para salvar al mundo de la más injusta de las crisis econĂłmicas que ha padecido nunca? Eso sĂ que son vampiros chupasangres y lo demás son verdaderas tontadas.
El caso es que lo de intentar que los hechos histĂłricos cuadren con esa profesiĂłn oculta del leñador-abogado-polĂtico-presidente es un encaje de bolillos que harĂa sonreĂr al más pesimista a poco que tenga un poco de idea. La reducciĂłn llega a ser simplista, con una sangre inusualmente oscura que hace palidecer la que fue derramada con terrible crueldad en la legendaria batalla de Gettysburgh. Y es que el fregado fue difĂcil porque, increĂblemente, estaban de por medio los afamados hijos de la muerte vestidos de sudistas y, claro, es muy complicado matar a quien ya está muerto. Pero ahĂ está el presidente para tener brillantes ideas, para erradicar de los Estados Unidos cualquier rastro de bestia infernal, para ser figura central de escenas tan efectistas que el aburrimiento no tarda en aparecer, la sorpresa ni siquiera viene y la calidad emprende una fuga de Ă©xito. Aunque quizá el objetivo de esta maravilla sea poner los dientes largos a los que desean ver buen cine, quiĂ©n sabe.
que se puede esperar de estos americanos que no van a cambiar nunca.
ResponderEliminarel otro dĂa leĂ que en el hecho histĂłrico de la gran evasiĂłn de 74 fugados por el tĂşnel harry no hubo jamas ningĂşn americano.
y en la pelĂcula encasquetaron a steve macqueen y unos pocos mas para que uno siempre se acuerden de ellos como hĂ©roes de esa guerra.
Totalmente cierto. No hubo americanos en la fuga de "La gran evasiĂłn". Ni siquiera ese hĂbrido que interpreta James Garner, uno de esos americanos que sirvieron en la RAF, y que en la pelĂcula hace el papel del proveedor. El verdadero hĂ©roe fue Roger Bushell que, en la pelĂcula, es interpretado por Richard Attenborough con el personaje de Roger Bartlett, tambiĂ©n conocido como "Gran X".
ResponderEliminarSĂ es verdad que habĂa australianos (a la sazĂłn, como todo el mundo sabe, protectorado británico) aunque en la pelĂcula uno de ellos fue interpretado por James Coburn, americano. De todas formas aunque sĂ lo han hecho de forma descarada en alguna ocasiĂłn (el ejemplo más reciente lo podemos tener en "U-571", donde sustituyeron directamente al submarino británico por un submarino americano atribuyĂ©ndose ellos la hazaña del hallazgo del CĂłdigo Enigma), en el caso de "La gran evasiĂłn" se hizo, más que nada, por razones de taquilla, puesto que, siendo buenos actores David McCallum, Richard Attenborough, James Donald o Gordon Jackson, no tenĂan, ni mucho menos, el tirĂłn que, en ese momento tenĂan Steve McQueen, James Coburn, James Garner o Charles Bronson, tres de ellos, además, pertenecientes a la muy exitosa "Los siete magnĂficos". De hecho, la famosa secuencia de la moto de Steve McQueen jamás existiĂł.
Como pelĂcula, "La gran evasiĂłn" se sitĂşa a años luz de distancia de esta cosa sin sentido que se han atrevido a hacer con el beneplácito de Tim Burton.
Un placer, Fu.
bueno en lo concerniente a la pelicula la pelicula en si es lo de menos.
ResponderEliminarEllos son muy listos a lo que ellos quieren llegar es que estas nuevas generaciones se pregunten quien era verdaderamente Abrahan lincon e interesarse por que el personaje rejuvenezca.
Imaginate aqui en Spaña que almodobar Hiciese una pelicula de zapatero cazavampiros a la caza del terrible vampiro resusitado de Francisco Franco Bajamonte.
En menos de 15 dĂas los chavales y la wikipedia echan humo para recordar quien era zapatero o franco
eso es propaganda politica pura
AhĂ sĂ que estoy más de acuerdo contigo. Una de las mayores faltas que se pueden echar sobre los americanos, amĂ©n de su evidente ingenuidad, es que intentan magnificar todo lo que pueden sus pretendidas figuras histĂłricas. Y, desde luego, como es el paĂs en el que reina la cultura del espectáculo, lo consiguen. Bien es cierto que su corta historia (digan lo que digan, es corta) les impulsa a hacer que sus mitos sean más altos, más fuertes y mejores que los de los demás (aĂşn asumiendo que en España...muy, muy pocos, por no decir ninguno) y asĂ Abraham Lincoln es cazador de vampiros y, pronto, veremos cĂłmo John Kennedy se batiĂł Ă©l solito contra todos los zombies del mundo mundial mandándolos a morir a BahĂa Cochinos (y asĂ, de paso, se justifican).
ResponderEliminarLo malo de todo esto es que no me parece el método para captar a los jóvenes. Si se sabe contar algo, hay muchos ejemplos ahà para recordar, para rescatar y para enseñar.
Zapatero cazavampiros...pues ahora que lo dices, algo de cara asĂ sĂ que tenĂa sĂ (o tiene porque debe de haber vuelto al mundo de las tinieblas dado lo poco que se le oye o se le reclama). Rajoy...¿doctor Frankenstein o hacedor de balas de plata para hombres-lobo...?
Un saludo.