El club de la lucha [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
Poco tiempo despuĂ©s, sin embargo, me contestĂ© que no habĂa para tanto, que ese tipo de frases en plan "nunca más" solo servĂan para incumplirlas más tarde o más temprano y caer en la frustraciĂłn, que la vida se compone de errores y que la gran virtud del ser humano era ser capaz de tropezar una multitud de veces con la misma piedra y seguir caminando.
Me repliqué argumentando que eso era absurdo, que existe la verdad y que la misión es buscarla, que disculpar los errores era una patraña propia de fracasados.
Inmediatamente, y elevando el tono de voz, me dije que la verdad no existĂa, que buscarla era estĂşpido y que dejara de construir castillos en el aire, que buscar el absoluto donde no existĂa sĂ que me condenaba, irremisiblemente, al fracaso.
Me grité, enfadado, y me dije que era un cobarde.
Contesté a la ofensa llamándome iluso e infantiloide.
Luego me empecé a llamar cosas peores, y me replicaba de forma inmisericorde con insultos más graves aún, hasta que llegué a golpearme.
Ahora estoy enfadado conmigo mismo. Muy enfadado. De hecho, no sé si me volveré a hablar.
Quizá algĂşn dĂa consiga perdonarme. En cualquier caso, y aunque esto Ăşltimo suceda, creo que mi relaciĂłn conmigo nunca volverá a ser como antes...
Me dije a mĂ mismo que nunca volverĂa a cometer el mismo error.
Poco tiempo despuĂ©s, sin embargo, me contestĂ© que no habĂa para tanto, que ese tipo de frases en plan "nunca más" solo servĂan para incumplirlas más tarde o más temprano y caer en la frustraciĂłn, que la vida se compone de errores y que la gran virtud del ser humano era ser capaz de tropezar una multitud de veces con la misma piedra y seguir caminando.
Me repliqué argumentando que eso era absurdo, que existe la verdad y que la misión es buscarla, que disculpar los errores era una patraña propia de fracasados.
Inmediatamente, y elevando el tono de voz, me dije que la verdad no existĂa, que buscarla era estĂşpido y que dejara de construir castillos en el aire, que buscar el absoluto donde no existĂa sĂ que me condenaba, irremisiblemente, al fracaso.
Me grité, enfadado, y me dije que era un cobarde.
Contesté a la ofensa llamándome iluso e infantiloide.
Luego me empecé a llamar cosas peores, y me replicaba de forma inmisericorde con insultos más graves aún, hasta que llegué a golpearme.
Ahora estoy enfadado conmigo mismo. Muy enfadado. De hecho, no sé si me volveré a hablar.
Quizá algĂşn dĂa consiga perdonarme. En cualquier caso, y aunque esto Ăşltimo suceda, creo que mi relaciĂłn conmigo nunca volverá a ser como antes...
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