Al salir del cine: ACCIÓN EJECUTIVA (La noche más oscura)
César Bardés [colaborador].-
En la noche y en el silencio es donde se esconden las maldades y los secretos. Hombres como hormigas moviéndose alrededor de un objetivo que es incierto aunque apetecible incluso para los justos. Cada escalón es una victoria. Cada puerta volada es una invitación. Cada disparo es una sentencia pronunciada con sequedad, sin escrúpulos, sin conciencia. Solo importa el resultado. Solo importa que se lleve a cabo la venganza que siempre se toman los vencedores sobre los vencidos.
Así es como llegamos el término de una larguísima investigación que está jalonada de torturas, de suposiciones, de certezas volátiles, de verdades a medias en el oscuro núcleo del fanatismo. La obsesión comienza a ser enfermiza, las amistades se van quedando por el camino por errores, por ingenuidades, por cansancios, por tomar la salida fácil de un trabajo menos ingrato. Solo la perseverancia puede vencer porque tres mil asesinatos no deben quedar impunes. El análisis es esencial para llegar a la meta. Aunque eso cueste una buena parte de la energía y del equilibrio necesarios para seguir siendo un ser humano.
No deberíamos emitir juicios fuera de lo estrictamente cinematográfico después de ver esta película. Más que nada porque la directora, Kathryn Bigelow, no pretende azuzar nuestras mentes para emitirlos. Pretende ofrecer una especulación sin llegar a decir si todo lo que rodeó la operación de la captura y asesinato de Osama Bin Laden estuvo bien o estuvo mal e, incluso, se inclina hacia uno u otro lado en determinados momentos. Su objetivo es coger un hecho real y, sin duda y pensemos lo que pensemos, apasionante y construir una trama alrededor de ello. No ofrece justificaciones, no dice lo buenos que son los espías estadounidenses ni la preparadísima unidad de élite que lleva a cabo la operación, ni que la tortura esté justificada. Solo es un cuento con hilos reales sobre la obsesión que atenazó a muchas personas por cazar al terrorista más buscado de la historia, sobre los muchos errores que se cometieron, sobre la dudosa capacidad de los burócratas para tomar decisiones de este tipo y sobre la seguridad de que, después del hecho, no hay nada, se abre un vacío que llega a ser aún peor que la propia obsesión.
Y Bigelow lo hace realmente bien. Tiene un buen dominio del ritmo, hace que la investigación que desemboca en la acción ejecutiva sea apasionante, traza bien a los personajes principales y es capaz de extraer trabajos sobresalientes como la impresionante intensidad de Jessica Chastain acompañada de secundarios que resultan excepcionales como Jason Clarke y, sobre todo, un muy matizado y siempre excelente Mark Strong mientras todo se centra más en la debilidad humana que en el reproche institucional de todo el embrollo.
Sean listos, no se dejen cazar por el pensamiento políticamente correcto porque entonces la película se volverá del revés y no podrán disfrutarla. Es buena, hay lógica en todo ello aunque puede que no haya ninguna justificación. Y eso, lejos de jugar en contra del intento, lo hace a su favor. Porque el hecho que sobrevuela la trama es historia, lo demás es un poco de imaginación y de sentido común en su desarrollo. No es posible creer que todo residiera en la inteligencia de una sola persona y en su empuje y en su determinación, no. Pero como película todo funciona y como drama de espionaje, es posible. Despejen los maniqueísmos del pensamiento. Eso no lleva a ninguna parte. Y es una barrera que impide disfrutar. A lo largo de las dos horas y media que dura, hay que saber moverse por los rincones, hay que parapetarse en los lugares más seguros, hay que manejar el arma de los sentidos con exactitud matemática. El resto es solo una serie de imposiciones morales que, muy a menudo, no nos dejan ver lo bien construida que está la mentira.
En la noche y en el silencio es donde se esconden las maldades y los secretos. Hombres como hormigas moviéndose alrededor de un objetivo que es incierto aunque apetecible incluso para los justos. Cada escalón es una victoria. Cada puerta volada es una invitación. Cada disparo es una sentencia pronunciada con sequedad, sin escrúpulos, sin conciencia. Solo importa el resultado. Solo importa que se lleve a cabo la venganza que siempre se toman los vencedores sobre los vencidos.
Así es como llegamos el término de una larguísima investigación que está jalonada de torturas, de suposiciones, de certezas volátiles, de verdades a medias en el oscuro núcleo del fanatismo. La obsesión comienza a ser enfermiza, las amistades se van quedando por el camino por errores, por ingenuidades, por cansancios, por tomar la salida fácil de un trabajo menos ingrato. Solo la perseverancia puede vencer porque tres mil asesinatos no deben quedar impunes. El análisis es esencial para llegar a la meta. Aunque eso cueste una buena parte de la energía y del equilibrio necesarios para seguir siendo un ser humano.
No deberíamos emitir juicios fuera de lo estrictamente cinematográfico después de ver esta película. Más que nada porque la directora, Kathryn Bigelow, no pretende azuzar nuestras mentes para emitirlos. Pretende ofrecer una especulación sin llegar a decir si todo lo que rodeó la operación de la captura y asesinato de Osama Bin Laden estuvo bien o estuvo mal e, incluso, se inclina hacia uno u otro lado en determinados momentos. Su objetivo es coger un hecho real y, sin duda y pensemos lo que pensemos, apasionante y construir una trama alrededor de ello. No ofrece justificaciones, no dice lo buenos que son los espías estadounidenses ni la preparadísima unidad de élite que lleva a cabo la operación, ni que la tortura esté justificada. Solo es un cuento con hilos reales sobre la obsesión que atenazó a muchas personas por cazar al terrorista más buscado de la historia, sobre los muchos errores que se cometieron, sobre la dudosa capacidad de los burócratas para tomar decisiones de este tipo y sobre la seguridad de que, después del hecho, no hay nada, se abre un vacío que llega a ser aún peor que la propia obsesión.
Y Bigelow lo hace realmente bien. Tiene un buen dominio del ritmo, hace que la investigación que desemboca en la acción ejecutiva sea apasionante, traza bien a los personajes principales y es capaz de extraer trabajos sobresalientes como la impresionante intensidad de Jessica Chastain acompañada de secundarios que resultan excepcionales como Jason Clarke y, sobre todo, un muy matizado y siempre excelente Mark Strong mientras todo se centra más en la debilidad humana que en el reproche institucional de todo el embrollo.
Sean listos, no se dejen cazar por el pensamiento políticamente correcto porque entonces la película se volverá del revés y no podrán disfrutarla. Es buena, hay lógica en todo ello aunque puede que no haya ninguna justificación. Y eso, lejos de jugar en contra del intento, lo hace a su favor. Porque el hecho que sobrevuela la trama es historia, lo demás es un poco de imaginación y de sentido común en su desarrollo. No es posible creer que todo residiera en la inteligencia de una sola persona y en su empuje y en su determinación, no. Pero como película todo funciona y como drama de espionaje, es posible. Despejen los maniqueísmos del pensamiento. Eso no lleva a ninguna parte. Y es una barrera que impide disfrutar. A lo largo de las dos horas y media que dura, hay que saber moverse por los rincones, hay que parapetarse en los lugares más seguros, hay que manejar el arma de los sentidos con exactitud matemática. El resto es solo una serie de imposiciones morales que, muy a menudo, no nos dejan ver lo bien construida que está la mentira.
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