Al salir del cine: ENGORDANDO EL GENIO (Hitchcock)
César Bardés [colaborador].-
Un gran director, uno de los mejores, quizá solo sea un hombre sentado en un rincĂłn con una cámara...observando. Pero en su mirada tiene que haber grandes cantidades de talento para que el miedo, el suspense y la intriga bajen del escenario y se sienten en la butaca de al lado. Y cuando ese talento parece que se aleja porque la edad se convierte en actor y el Ă©xito no es más que esa ensoñaciĂłn que tan pronto viene como se va, entonces hay que suplir el vacĂo con el trabajo, hay que buscar la manera de que una historia no nazca muerta. Y que ni mucho menos sea acuchillada brutalmente, de improviso, dejándonos huĂ©rfanos de genialidad.
Por supuesto, y quĂ© duda cabe, detrás de cada gran hombre tambiĂ©n hay una gran mujer porque es el peso que equilibra una balanza que ha reventado el marcador. Es la mirada certera que ajusta al genio en su exacta medida. Una secuencia es el centro de la pelĂcula y, alrededor de ella, se construye todo lo demás. Es tan fácil que muy pocos han conseguido elevar al cine a la categorĂa de arte. Y tal vez haya que poseer una mente fascinada por las fantasĂas de violencia y sexo, por el lado más turbio de la naturaleza humana y como perfecta proyecciĂłn de una buena acumulaciĂłn de complejos. El director crea, el hombre imagina, el genio hace y el pĂşblico grita.
La música es un protagonista más cuando un actor enorme nos vuelve a pasear la oronda figura del maestro del cine por delante de los ojos. La inspiración viene porque una actriz de inteligencia comprobada se preocupa de dotar de vida lo que no es más que una serie de enfermedades mentales unidas de forma tan coherente que dan lugar a una historia. Todo genio tiene, también, un punto de locura. Y una carga evidente de complicidad. Con los que le rodean y con los que le ven. Y, sobre todo, con los que admiran su trabajo.
Está muy claro que hay que incluir un cierto enamoramiento por todo lo que este director ha hecho porque quizá el juego de guiños y camaraderĂas se queda en un puñado de bromas colgadas. Tampoco hay que tomarse demasiado en serio algunos errores, posiblemente conscientes, de detalles que rodean la creaciĂłn. Todo eso es excusable, queridos espectadores, porque estamos hablando de uno de los mejores realizadores de todos los tiempos, un innovador, un valiente que, si nos atrevemos a asomarnos dentro de su enorme interior, era un completo cobarde.
Hay que disculpar, si ustedes me lo permiten, la actuaciĂłn de las fĂ©minas que se hallan por debajo de la mujer de su vida porque ni son convincentes, ni recuerdan demasiado a las originales y autĂ©nticas señoras que interpretaron sus papeles con el terror en sus rostros. Hay que añadir que el episodio furtivo de la colaboraciĂłn en un guiĂłn externo es tan dĂ©bil como la gula del glotĂłn. Lo importante y lo que se quiere decir no es eso. Es mostrar cĂłmo un hombre era capaz de sugerir miedo y erotismo sin mostrar nada que pudiese ser captado por el ojo humano porque contaba con la colaboraciĂłn de unas mentes que se hallaban en plena sintonĂa con Ă©l y la que más cerca se encontraba era la de su esposa. Una leve sombra que no hacĂa ruido, que estaba siempre en segundo plano, que tenĂa que arrinconarse para dejar paso a la enorme figura del genio y que, sin ella, probablemente, no habrĂa nada que hubiese merecido la pena en las obras del creador.
Ya saben, quizá sea la hora de echar un poco la vista atrás y ponerse a ver cine de verdad, del bueno, del irrepetible e inimitable. O buscar en alguna librerĂa el volumen de un francĂ©s que se atreviĂł a entrevistar al mismo talento. O disfrutar con la certeza de que siempre se puede ir un poco más allá y alcanzar nuevas metas, dejando tras de sĂ un rastro de coherencia pero dando vida a algo que no se haya hecho antes...y debo añadir que tampoco despuĂ©s. Ahora ustedes, queridos amigos, me dirán que no entienden nada de este artĂculo y yo les contestarĂ© que, para hacerlo, tienen que buscar las pistas en esta pelĂcula y en la carrera de un cineasta que quiso romper nuevos gritos y encontrĂł las notas melĂłdicas del crimen, de la brutalidad, del sexo y de la obsesiĂłn.
Un gran director, uno de los mejores, quizá solo sea un hombre sentado en un rincĂłn con una cámara...observando. Pero en su mirada tiene que haber grandes cantidades de talento para que el miedo, el suspense y la intriga bajen del escenario y se sienten en la butaca de al lado. Y cuando ese talento parece que se aleja porque la edad se convierte en actor y el Ă©xito no es más que esa ensoñaciĂłn que tan pronto viene como se va, entonces hay que suplir el vacĂo con el trabajo, hay que buscar la manera de que una historia no nazca muerta. Y que ni mucho menos sea acuchillada brutalmente, de improviso, dejándonos huĂ©rfanos de genialidad.
Por supuesto, y quĂ© duda cabe, detrás de cada gran hombre tambiĂ©n hay una gran mujer porque es el peso que equilibra una balanza que ha reventado el marcador. Es la mirada certera que ajusta al genio en su exacta medida. Una secuencia es el centro de la pelĂcula y, alrededor de ella, se construye todo lo demás. Es tan fácil que muy pocos han conseguido elevar al cine a la categorĂa de arte. Y tal vez haya que poseer una mente fascinada por las fantasĂas de violencia y sexo, por el lado más turbio de la naturaleza humana y como perfecta proyecciĂłn de una buena acumulaciĂłn de complejos. El director crea, el hombre imagina, el genio hace y el pĂşblico grita.
La música es un protagonista más cuando un actor enorme nos vuelve a pasear la oronda figura del maestro del cine por delante de los ojos. La inspiración viene porque una actriz de inteligencia comprobada se preocupa de dotar de vida lo que no es más que una serie de enfermedades mentales unidas de forma tan coherente que dan lugar a una historia. Todo genio tiene, también, un punto de locura. Y una carga evidente de complicidad. Con los que le rodean y con los que le ven. Y, sobre todo, con los que admiran su trabajo.
Está muy claro que hay que incluir un cierto enamoramiento por todo lo que este director ha hecho porque quizá el juego de guiños y camaraderĂas se queda en un puñado de bromas colgadas. Tampoco hay que tomarse demasiado en serio algunos errores, posiblemente conscientes, de detalles que rodean la creaciĂłn. Todo eso es excusable, queridos espectadores, porque estamos hablando de uno de los mejores realizadores de todos los tiempos, un innovador, un valiente que, si nos atrevemos a asomarnos dentro de su enorme interior, era un completo cobarde.
Hay que disculpar, si ustedes me lo permiten, la actuaciĂłn de las fĂ©minas que se hallan por debajo de la mujer de su vida porque ni son convincentes, ni recuerdan demasiado a las originales y autĂ©nticas señoras que interpretaron sus papeles con el terror en sus rostros. Hay que añadir que el episodio furtivo de la colaboraciĂłn en un guiĂłn externo es tan dĂ©bil como la gula del glotĂłn. Lo importante y lo que se quiere decir no es eso. Es mostrar cĂłmo un hombre era capaz de sugerir miedo y erotismo sin mostrar nada que pudiese ser captado por el ojo humano porque contaba con la colaboraciĂłn de unas mentes que se hallaban en plena sintonĂa con Ă©l y la que más cerca se encontraba era la de su esposa. Una leve sombra que no hacĂa ruido, que estaba siempre en segundo plano, que tenĂa que arrinconarse para dejar paso a la enorme figura del genio y que, sin ella, probablemente, no habrĂa nada que hubiese merecido la pena en las obras del creador.
Ya saben, quizá sea la hora de echar un poco la vista atrás y ponerse a ver cine de verdad, del bueno, del irrepetible e inimitable. O buscar en alguna librerĂa el volumen de un francĂ©s que se atreviĂł a entrevistar al mismo talento. O disfrutar con la certeza de que siempre se puede ir un poco más allá y alcanzar nuevas metas, dejando tras de sĂ un rastro de coherencia pero dando vida a algo que no se haya hecho antes...y debo añadir que tampoco despuĂ©s. Ahora ustedes, queridos amigos, me dirán que no entienden nada de este artĂculo y yo les contestarĂ© que, para hacerlo, tienen que buscar las pistas en esta pelĂcula y en la carrera de un cineasta que quiso romper nuevos gritos y encontrĂł las notas melĂłdicas del crimen, de la brutalidad, del sexo y de la obsesiĂłn.
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