Al salir del cine: LA SOMBRA BAJO EL ALA (Gangster Squad)
César Bardés [colaborador].-
Es tiempo de cargar bien las ametralladoras, de dejarse de anclajes personales e ir a por el Diablo. La mirada del mal parece estar medio cerrada por los golpes que la misma ambición propina y, muy a menudo, no se sabe cuándo va a sonar la hora de detenerse. El distintivo se olvida, se convierte en un símbolo sin mucho valor porque, en ocasiones, solo se puede vencer al mal con la misma maldad. Matar es mucho más seguro que acogerse a la ley. La sangre inundará las calles. Es el momento de vaciar el cargador y asegurarse de que ninguna bala dará la victoria al enemigo.
Es muy difícil vencer cuando todo está corrompido, cuando todas y cada una de las cadenas de mando en la lucha contra el crimen organizado están corroídas por los roedores de la ley. Evitar que alguien se haga el dueño de medio país es tarea de unos pocos hombres que no tengan demasiado que perder. Y habrá que perder para poder apostar. El resto es unirse a la comodidad del conformismo, del sobre ganado sin más esfuerzo que apartar la vista, del dinero fácil que cambia ceros por almas. Para esto, señores, se necesitan hombres que no tengan alma.
Convertir a toda una ciudad en un antro de vicio, juego y prostitución es el objetivo y llamar al dinero a espuertas es el premio. Así es cómo se hacen los grandes hombres aunque se tenga menos educación que un perro. No se sabe con qué tenedor comer pero sí se sabe con qué dedo apretar el gatillo y eso, quieras que no, te da algo de poder. El suficiente con el que atemorizar a la gente de la costa Este y dejar bien claro que en la ciudad de Los Ángeles hay un tipo con agallas que quiere acabar con el brillo de las insignias de los guardianes de la ley, con la dignidad de las togas, con las débiles intenciones políticas y, por supuesto, con la honestidad del ciudadano medio que acabará dando parte de su sueldo a un don nadie que no sabe cómo gastarlo.
Atractiva en sus formas, algo plana en algunos de sus desarrollos y personajes y convincente en la interpretación de Josh Brolin, de Ryan Gosling y de Sean Penn, Gangster Squad bebe de Mulholland Falls, de Lee Tamahori, de Los intocables, de Brian de Palma, de El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder e, incluso, de aquella olvidada maravilla que se llamó Contra el imperio del crimen, de William Keighley con James Cagney tomando el liderazgo de un grupo que también luchaba contra la Mafia. El resultado es una película de acabado espectacular, muy cuidada en ambientaciones y vestuarios, que presta una atención aceptable a los personajes principales pero deja sin desarrollar muchos puntos y, de forma conveniente, da un salto narrativo en lo que puede ser más espinoso. Es lo que tiene basarse en personajes que existieron pero creando una historia que no tiene nada de verdad. A veces, la misma narración lleva a un callejón sin salida que más vale volar por los aires.
Y es que acabar con la basura puede llegar a ser realmente árido y difícil si se tienen demasiados escrúpulos a la hora de vaciar el cargador. Tanto es así que, en las mentes políticamente muy correctas, habría que protegerse contra una historia que, realmente, tiene muy poco de democrático. Pero eso tendrá que ser en otra ocasión porque aquí interesa mostrar hasta qué punto puede llegar el compromiso con acabar con la suciedad que sitia a los ciudadanos en las calles, ofreciéndole tentaciones despreciables, buscando exterminar la dignidad. Tal vez haya que dejar la placa en algún lugar bien seguro y llevar la suficiente munición como para que, al menos, haya una resistencia y una voluntad. Si no, otros vendrán que se lo llevarán todo y solo quedará la nada de unas luces en la noche, de una sombra en el ala ancha de un sombrero que apenas se conmueve salvo por la seguridad de que un disparo puede destrozar una vida que aún no ha comenzado a vivir.
Es tiempo de cargar bien las ametralladoras, de dejarse de anclajes personales e ir a por el Diablo. La mirada del mal parece estar medio cerrada por los golpes que la misma ambición propina y, muy a menudo, no se sabe cuándo va a sonar la hora de detenerse. El distintivo se olvida, se convierte en un símbolo sin mucho valor porque, en ocasiones, solo se puede vencer al mal con la misma maldad. Matar es mucho más seguro que acogerse a la ley. La sangre inundará las calles. Es el momento de vaciar el cargador y asegurarse de que ninguna bala dará la victoria al enemigo.
Es muy difícil vencer cuando todo está corrompido, cuando todas y cada una de las cadenas de mando en la lucha contra el crimen organizado están corroídas por los roedores de la ley. Evitar que alguien se haga el dueño de medio país es tarea de unos pocos hombres que no tengan demasiado que perder. Y habrá que perder para poder apostar. El resto es unirse a la comodidad del conformismo, del sobre ganado sin más esfuerzo que apartar la vista, del dinero fácil que cambia ceros por almas. Para esto, señores, se necesitan hombres que no tengan alma.
Convertir a toda una ciudad en un antro de vicio, juego y prostitución es el objetivo y llamar al dinero a espuertas es el premio. Así es cómo se hacen los grandes hombres aunque se tenga menos educación que un perro. No se sabe con qué tenedor comer pero sí se sabe con qué dedo apretar el gatillo y eso, quieras que no, te da algo de poder. El suficiente con el que atemorizar a la gente de la costa Este y dejar bien claro que en la ciudad de Los Ángeles hay un tipo con agallas que quiere acabar con el brillo de las insignias de los guardianes de la ley, con la dignidad de las togas, con las débiles intenciones políticas y, por supuesto, con la honestidad del ciudadano medio que acabará dando parte de su sueldo a un don nadie que no sabe cómo gastarlo.
Atractiva en sus formas, algo plana en algunos de sus desarrollos y personajes y convincente en la interpretación de Josh Brolin, de Ryan Gosling y de Sean Penn, Gangster Squad bebe de Mulholland Falls, de Lee Tamahori, de Los intocables, de Brian de Palma, de El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder e, incluso, de aquella olvidada maravilla que se llamó Contra el imperio del crimen, de William Keighley con James Cagney tomando el liderazgo de un grupo que también luchaba contra la Mafia. El resultado es una película de acabado espectacular, muy cuidada en ambientaciones y vestuarios, que presta una atención aceptable a los personajes principales pero deja sin desarrollar muchos puntos y, de forma conveniente, da un salto narrativo en lo que puede ser más espinoso. Es lo que tiene basarse en personajes que existieron pero creando una historia que no tiene nada de verdad. A veces, la misma narración lleva a un callejón sin salida que más vale volar por los aires.
Y es que acabar con la basura puede llegar a ser realmente árido y difícil si se tienen demasiados escrúpulos a la hora de vaciar el cargador. Tanto es así que, en las mentes políticamente muy correctas, habría que protegerse contra una historia que, realmente, tiene muy poco de democrático. Pero eso tendrá que ser en otra ocasión porque aquí interesa mostrar hasta qué punto puede llegar el compromiso con acabar con la suciedad que sitia a los ciudadanos en las calles, ofreciéndole tentaciones despreciables, buscando exterminar la dignidad. Tal vez haya que dejar la placa en algún lugar bien seguro y llevar la suficiente munición como para que, al menos, haya una resistencia y una voluntad. Si no, otros vendrán que se lo llevarán todo y solo quedará la nada de unas luces en la noche, de una sombra en el ala ancha de un sombrero que apenas se conmueve salvo por la seguridad de que un disparo puede destrozar una vida que aún no ha comenzado a vivir.






Pon tu comentario