Cuento chino

Francisco M. Navas (colaboraciones).-

La comparecencia de Javier Arenas ante las cámaras de televisión en Castilla y León nos retrotrae a las esencias más rancias del Partido Popular, a esas que heredaron de la extinta Alianza Popular, con su fundador a la cabeza, Manuel Fraga, modelo, donde los haya, de intolerancia personal y política.

Cuando llevan ya varios días desaparecidos el inefable Floriano y la no menos meritoria Cospedal, tal vez por no saber preparar debidamente ni sus mensajes ni sus declaraciones públicas, o porque en tan sólo varios días tanto se han contradicho y tantas mentiras nos han contado, sacan a escena al incombustible Arenas, el campeón, el que sube la ceja izquierda cada vez que habla sobre algo en lo que no cree. Y cómo no, de camino, sale a la luz de nuevo el atentado del 11 de marzo en Madrid.

Su intervención remata patéticamente las de los antes mencionados, Floriano y Cospedal porque, aparte de utilizar el burdo símil futbolístico del diez a uno, refiriéndose a la “transparencia” en su partido, no puede disimular ni él mismo que lo que dice no se sostiene. Y como casi siempre, no duda en revivir el dolor de padres, madres, familiares y amistades de las víctimas de los atentados del 11 de marzo para apoyar no sé qué tipo de absurdo razonamiento.

¿Conspiración contra el Presidente? Vayamos por partes. Porque no se trata sólo de soltar una pamplina por la boca y dejarla ahí. Conspirar significa maquinar fraudulentamente para alterar el estado de las cosas, o para producir efectos indeseables en personas o bienes. Pues nada, pongámonos manos a la obra, porque el relato de los hechos que nos ocupan, según el razonamiento del señor Arenas, quedaría como sigue.

Había una vez un partido de derechas, aglutinador de todas las derechas de España, llamado Partido Popular, heredero de otro en todo, aunque no del nombre entero, que anteriormente era Alianza Popular, sino sólo de su apellido, Popular, para no perder la referencia, pero sí de todos aquellos sujetos dispuestos a plantar cara al socialismo decadente de Felipe González y al malévolo y dañino Partido Comunista de Santiago Carrillo.

REPARTIRSE LA TAJADA

En este partido, nutrido hasta la médula de franquistas y otras especies en extinción procedentes de Alianza Popular, se integraron, además, como en su día en el refundado Partido Socialista Obrero Español de Felipe González y Alfonso Guerra, todo tipo de advenedizos, mediocres, chaqueteros y tuercebotas con el fin único de llegar al poder y, a continuación, repartirse la tajada con mayor o menor disimulo.

Cambian a Fraga por José María Aznar e inmediatamente se aplican a la tarea. Su oposición política, sus mensajes continuos, (recordemos el famoso “Váyase, señor González”) están basados en la insidia, el insulto personal y la descalificación permanente y generalizada. Afortunadamente para ellos, y desgraciadamente para los españoles, los escándalos financieros y de todo tipo comienzan a sacudir al PSOE en el gobierno y ganan las elecciones en 1996.

Ya por estas fechas, tienen contratados a personajes como Naseiro o Bárcenas y militan en sus filas políticos de la talla de Mariano Rajoy, Federico Trillo, Javier Arenas, Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón, por citar unos cuantos.

Y aquí es donde empieza el verdadero cuento chino porque, desde ese momento, según Arenas, desde el PSOE entrarían en contacto, no sabemos quiénes porque Arenas no los menciona, con estos individuos, me refiero a Naseiro y Bárcenas, con el fin de preparar una conspiración para que tengan preparados unos papeles que verán la luz diecisiete años después.

Según los cuales, estos mismos señores deberán delatarse a sí mismos y descubrir el supuesto pago de sobresueldos en dinero negro para muchos de los dirigentes del PP y la supuesta estafa de veintidós millones de euros para los bolsillos del señor Bárcenas, amén del sueldo del señor Bárcenas durante estos dos últimos años y sus cuotas a la Seguridad Social, que deberán ser pagados, en realidad, por el PSOE, aunque debe aparecer el PP como culpable.

MENTIR CON NATURALIDAD

Debido al especial cariño que le tienen a José María Aznar, heredero directo e indiscutible de Fraga, la conspiración deberá producirse no durante sus ocho años como presidente, sino cuando Mariano llegue al poder tras unas elecciones generales, si al final resulta ser el sucesor de Aznar, que tampoco se sabe por estas fechas.

Ah, y mientras tanto, el PSOE, experto en conspiraciones, siempre según el cuento del señor Arenas, se pone de acuerdo con la banda terrorista ETA para que cometa el atentado más sangriento de toda la historia reciente de España, pidiéndole, eso sí, que haga parecer ese atentado como obra de unos integristas islamistas de Al-Qaeda, con un tal Osama Bin Laden al frente.

A cambio, y nunca por culpa de la mentira generalizada del PP durante aquellos días, con su presidente a la cabeza, el PSOE y su débil líder, el señor Zapatero, conseguirán arrebatar el poder al Partido Popular, engañando a millones de españoles y españolas, que cuando votan al PSOE son todos rematadamente idiotas.  

Como comprenderán, este cuento chino no tiene ni pies ni cabeza porque nadie, con dos dedos de frente, puede llegar a tragarse semejante sarta de idioteces. Lo que no es un cuento es que los partidos políticos costean agencias de detectives para poner micrófonos bajo las mesas, realizan negocios turbios con empresarios y personalidades a cambio de dinero y favores.

Nos mienten con toda naturalidad cuando nos explican sus programas de gobierno, sacan millones de euros de donde no hay para obras faraónicas que a nadie sirven, reparten subvenciones a quien les da la gana, controlan económicamente a unas organizaciones sindicales decadentes, falsifican vidas laborales y derechos de jubilación, aceptan sobres blancos, negros y amarillos, colocan a la familia y a los amigotes en puestos excelentemente remunerados sin responsabilidad alguna, y se arropan unos a otros con la consigna común: “De aquí no hay quien nos mueva”.

Y si salta un escándalo o se descubre un delito en el que estén implicados hasta las trancas, a poner cara de póker y a gritar, todos al unísono: “Conspiración, conspiración, conspiración”. Así nos luce el pelo”.