Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar
Félix Arbolí [colaboraciones].-
Las recientes muertes de María Asquerino y Pepe Sancho han vuelto a destapar mis miedos y preocupaciones y me han hecho sentir el complejo de considerarme un vestigio de una época que ya es historia. Sólo van quedando recuerdos y nostalgias. Los que ayer fueron mis amigos, personas influyentes y compañeros de aventuras, hoy son esquelas mortuorias en la prensa o comentarios tristes y evocadores en tertulias y programas informativos. Estelas que el tiempo irá diluyendo con la llegada de otros nuevos casos en esta marcha inexorable hacia ese desconocido destino.

Conocí a Pepe Sancho recién llegado a Madrid cargado de sueños e ilusiones en el Café “Gijón”, cuando se movía por sus mesas buscando entre periodistas y actores la oportunidad que tanto deseaba. Se presentó a través de un amigo y me pidió que le publicara algo en el diario “Pueblo” y en la revista “Radiocinema”, dos de los medios donde yo escribía.
Como no tenía curriculum de donde sacar su noticia, tuve que improvisar el contenido para interesar a los lectores y que lo publicaran sin dificultad. Esta circunstancia me tocó vivirla a menudo. Incluso en el caso de Marisa Paredes, a la que conocí cuando tenía 14 años y tuve que pasar el examen paterno para que no se opusiera a nuestras salidas, aunque fueran de índole profesional.
La llevé a rodajes de películas en el no sé si aún existente “Cinearte”, donde entonces dirigían Rafael J. Salvia y Manuel Mur Oti y la di a conocer a mis compañeros Yale, Manolo Alcalá, Martínez Garrido y otros profesionales en boga. Cuando conocí a Maribel, abandoné este mecenazgo altruista y me dediqué en exclusiva a la que hoy es mi mujer.

Conste que mi relación con la hoy famosa actriz fue siempre correcta. Recuerdo que vivía en la Plaza de Santa Ana y la tenía que llamar a través del teléfono de una vecina. Jamás le oído comentar en alguna entrevista que el primero que la puso en contacto con el cine y la acompañó en sus primeros pasos como futura actriz fui yo. Normal este lapsus de memoria cuando se alcanza el éxito.
PRIMERAS ENTREVISTAS A PEPE SANCHO
A Pepe le hice las primeras entrevistas que le publicaron y le di a conocer en el mundillo del cine antes de haber tenido ocasión de colocarse ante una cámara. Fuimos grandes amigos y mientras estuve en “Pueblo”, “Cine en Siete días”, “ABC”, “Radiocinema” y “Hola”, entre otras, nuestra amistad fue maravillosa, mostrándose siempre agradecido.

Al dejar la prensa del cine y dedicarme a reportajes ajenos a ese mundillo, nuestros encuentros se distanciaron. Una de las veces, casado aún con María Jiménez, me los encontré en un restaurante del Madrid de los Austrias. Con gran alegría por mi parte, me acerqué a su mesa para saludarle.
Nada más darnos la mano me preguntó donde escribía. Al indicarle que estaba publicando en “ABC” reportajes dedicados a nuestra Marina y sus principales hazañas, nada que ver con el mundo artístico, cambió de expresión y sin levantarse, ni presentarme a su entonces mujer, que asistía a la breve charla, me dijo: “Bueno, ya nos veremos” y dio por terminado el encuentro.
Me dejó cortado y no supe cómo reaccionar. Me fui de allí rápidamente y muy dolido. Desde entonces no tuve más encuentros, ni contactos con él. Tampoco lo he echado de menos, pues –como escribía en “Confidencias de un periodista”, el libro donde he relatado mis vivencias-, nunca lo necesité para nada, lo contrario que le pasó a él, pues las veces que me necesitó en sus comienzos, siempre me encontró dispuesto a serle útil.
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

Siento su muerte, pues se trataba de un magnífico y prolífico actor, que hasta obtuvo un Goya por su interpretación en “Carne trémula”, de Almodóvar, y protagonizó más de setenta películas y numerosas obras de teatro y series televisivas, entre ellas la famosa de “Curro Jimenez”, en el papel de “El Estudiante” y junto a Sancho Gracia, otro gran amigo ya desaparecido y Álvaro de Luna, al que ayer saludé brevemente en mi visita al “Gijón”.
Reconozco su talento interpretativo y ampliamente demostrado. No obstante, el que una persona muera, aparte de la pena y el sentimiento que produce su pérdida y más cuando es alguien muy conocido y tratado, no debe suponer olvidar los encuentros o desencuentros que se hayan tenido con él.
A María Asquerino no la llegué a tratar, salvo alguna breve entrevista de camerino con ocasión del estreno de alguna de sus numerosas y soberbias interpretaciones. De esta actriz sería imposible hablar en un simple artículo. Fue la reina indiscutible de nuestra escena, mimada por crítica y público y de agresiva belleza en su juventud. Su obstinada soltería la hizo acabar su larga vida en soledad, a sus 87 años, cuando era trasladada en ambulancia al hospital donde ingresó cadáver.

Sólo dejó tras una vida de éxito y de gloria a una perrita gorda y gruñona, llamada “Rosita”. Ni un solo familiar que recibiera el pésame o llorara su pérdida. Tras un día en el depósito, sin que nadie reclamara su cadáver, sus amigos y compañeros artistas lo hicieron y la velaron en el “Teatro Español”. Se comenta a este respecto la decisiva intervención de Pilar Bardem. Si es así, “chapó” por ella.
GENERACIÓN EN RETIRADA
Jorge Manrique, uno de mis poetas preferidos por la calidad y autenticidad de sus “coplas” a la muerte de su padre, me hace una vez más reflexionar sobre la fragilidad y futilidad de la vida. El “no somos nadie” del dicho irónico, alcanza verosimilitud en estos casos de famosos que mueren ignorados y solitarios.
Al ver cómo desaparecen los que han formado parte de mi vida, con recuerdos dulces o amargos, pero todos ellos evocables, me doy cuenta que pertenezco a una generación que va de retirada. Y lo digo sin acritud, pero con pena y nostalgia de un ayer irrepetible. Es ley de vida, dicen los resignados. ”Dura lex, sed lex”, nos comenta el Derecho Romano, que aunque se refiera a la de los humanos, también puede aplicarse a la divina que nos condena a la máxima pena antes de conocer al pecado.

Somos como árboles que nacen como diminutas y delicadas ramas, alcanzan su plenitud y frondosidad en la primavera de sus vidas y acaban rugosos y sin hojas que los adornen, cuando les llega el otoño. Muchos sin el debido cuidado y la suerte no soportaran el paso del invierno. Me doy cuenta que cada vez me siento más solo generacionalmente y sigo con mis dudas y temores, ante el profundo desconocimiento que me inspira la eternidad o la nada.
No quiero pensar que pueda estar equivocado y al esparcirse mis cenizas sabe Dios a qué aires, todo haya acabado. Que no veré a ese Dios en el que creo y deseo seguir creyendo más allá de la vida. No quiero imaginar que todo haya sido un bonito cuento para impedir que nos destrocemos unos a otros al no existir el temor a la otra vida. Son ya demasiadas muertes a mis espaldas para no sentirme desconcertado; más aún, aterrado.
Sr. Arbolí, no soy psicoterapeuta pero he estado siguiendo sus últimas publicaciones en esta revista, y me tiene Vd. un poco preocupado.
ResponderEliminarCon algunas décadas menos que vos, he vuelto hace un año del “lado oscuro”, ese lugar que si te da la posibilidad de regresar, ya no verás la vida como antes. Perdone mi atrevimiento en decirle, que no piense en el futuro, viva el día como su último día y del pasado trate de recordar los gratos momentos, porque los malos vendrán si tenerlos que recordar. Un cordial saludo.
Señor Arboli la unica realidad de la vida es la muerte,a esa la conoceremos todos.Pienso que cuanto antes se acepte menos la temeremos.Si usted es creyente no tiene porque temer, si teme es porque sus creencias o mejor dicho su fe no es lo suficientemente fuerte.Siga creyendo con mas fuerza si cabe y lo vera distinto.Un saludo
ResponderEliminaryo siempre lo he dicho y lo dire
ResponderEliminary lo tengo bien seguro, visto y comprobao
y nadie me lo puede cuestionar
que creo y creere de que hay vida antes de la muerte.
y lo creo endeje que naci
Arboli
ResponderEliminarten en cuenta una cosa
arme caso
la muerte es como cuando te duerme toa las noche
Si algo me gusta de la muerte es que no me va a obligá nunca a levantarme de madrugá pa ir ar cuarto baño.
Precioso artículo.
ResponderEliminarYo tambien conoci personalmente a Pepe Sancho, y la respuesta que le dio en el restaurante, era algo habitual en el. Magnifico actor, pero como persona dejaba mucho que desear.
ResponderEliminarAquí estamos de paso. Esto es lo bueno que tiene esto, y nos toca a todas las clases sociales:empresarios, autónomos, trabajadores, politicos, artistas,.....ricos y pobres , curas y ateos, a TODOS, nadie escapa de la muerte cuando llega.
ResponderEliminarCierto es que aquellos que tienen el privilegio de envejecer, notan como cuando van cayendo su generacion, se aproxima su fecha de partir del lugar habitual donde se encuentre.
La muerte no escoge y es lo bueno que tiene. Tambien estamos con la incertidumbre de no saber cuando llegará y como.
Por eso, y al ser tan breve el periodo terrenal, debemos procurar "vivir" el dia a dia lo mejor posible.
esto es una grandisima y grandiosa obra de arte
ResponderEliminarpodemos cambiar los modos de vestir
las modas
la forma de comportarnos
las maneras de actuar ante la vida
podemos ser distintos
ser diferentes
podemos respetar o ser osados
pero amigo
ella esta ahi para recordarte continuamnete
que todos tus tiesto caben en una furboneta vieja y par caraho to
ella esta ahi para recordarte de que tu mujer no es tuya
ni tus padres ni tus hijos
de que no tienes nada
de que nada te pertenece
de que viniste sin nada y te vas sin nada
es asombroso
es magnifico
que no me lo vallan a cambiar nunca por Dios
lo unico que puedes sacar de ella es la nostalgia y los buenos recuerdos
y el placer de estar contemplando placidamente el momento actual de sentirte vivo
para poser soñar con lo que me gustaria hacer
y por supuesto con lo que me gustaria que me hiciesen
ah
y una cosa
yo no quiero cielo
yo lo que quiero es gloriaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
no
ResponderEliminaresa gloria no
yo la quiero
de tipo bendita o celestial
me da igua
no soy delicao
en la gloria nadie se aburre
te lo digo yo
que entiendo de eso una hartá
en el cielo si