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El amor no tiene edad, pero sí limitaciones

Félix Arbolí [colaboraciones].-
        
El domingo estuve de paseo y quedé sorprendido ante el estimulante exhibicionismo de algunas mujeres con la llegada del calor. Si estos son los preliminares, aunque  anuncian bajadas de temperatura y lluvias, ¿qué nos espera cuando “Lorenzo” nos sofoque con todo su rigor? Miedo me da.

No es que me asuste esta generalizada ostentación de anatomía femenina, pues no solo nos alegra la vista, sino que también ayuda momentáneamente a olvidar los problemas. Aunque algunas más parecían estar sobre pasarela de lencería, que paseando públicamente una mañana dominguera.      

Viendo estas vestales del siglo XXI, me acuerdo de nuestros antepasados, aquellos ilusos  picarones, que satisfacían su morbo y curiosidad al congregarse en las paradas de tranvías para ver el tobillo a las damas en el instante de subir y habitualmente se encontraban con la decepcionante visión de unas opacas medias que lo cubrían.

¿Qué harían si pudieran ver a las actuales y desinhibidas féminas exhibiendo sus antes vedadas intimidades sin tener que acudir a las paradas de los transportes públicos? Hoy nos enseñan hasta el carnet de identidad sin que tengamos que hacer el mínimo esfuerzo. Lo más curioso es que cuanto más muestran, menos efecto nos causan, pues pierden gran parte de su encanto al descubrir lo que es más estimulante imaginar. 

Hemos de agradecer a Mary Quant su inaudita provocación en los años sesenta con los recortes de la falda femenina, - me gustan más que los de Rajoy-, que se va acortando con los años en la misma proporción que van descubriendo sus secretos anatómicos antes tan celosamente guardados.  

RECORDAR Y DESEAR

Lo lamentable de la condición humana es que el paso de la edad te merma las facultades pero te mantiene vivos los sentidos. No guardan el debido equilibrio. Es recordar y desear siendo consciente de que estás ya fuera de juego. Un desencanto no apto para cardiacos y uno de los más lamentables ingredientes que acompañan a la vejez.

Cuando gozaba plenamente de mis facultades, me sorprendió y no pude comprender que un famoso torero sevillano, se suicidara al comprobar in situ que no podía “lidiar” a una espléndida y joven mujer ya preparada para el ritual del amor. No es que apruebe su insensato y trágico proceder, pero si entiendo ahora su llamémosle tragedia emocional, pues de eso se trataba.

Los sentidos se mantienen activos y la mente ágil y despierta, pero nos damos cuenta que algo falla en el organismo humano con el peso de la edad. Y ese algo tiene una gran importancia. El deseo debería ir parejo a la facultad de realizarlo. 

Dicen que los ojos siempre están solteros y los recuerdos del pasado son fáciles de recuperar. Sentir el goce del amor como algo hermoso y añorar aquellos  momentos tan  cargados de emociones e incomparable placer, no deben ser considerados como algo ilícito y bochornoso, aunque uno arrastre más “mili” que Cascorro y su lata de gasolina. 

SIN AMOR SE NOS ARRUGA EL ALMA

No me arrepiento de mis rebeldías y aventuras amorosas, pues gracias a ellas pude experimentar la maravillosa sensación de amar y ser amado por una mujer. Es lo que más le objeto a la vejez, que solo nos permita recordar esos momentos e intentar emularlos mediante un espaciado y breve escarceo. Aquí nos ha fallado la Naturaleza, pues lo lógico es que nuestras miradas y deseos estuvieran en consonancia con nuestras aptitudes y realidades.

Aún hoy día, después de cincuenta y dos años de matrimonio, no puedo resistir la tentación de mirar y recrearme en la presencia de mi mujer, sin que ella se de cuenta del espionaje amoroso y sensual al que la tengo sometida. La admiro espléndida y femenina cien por cien y me recreo en los momentos más íntimos vividos con ella. El sentimiento más profundo se revela siempre en el silencio.

La mujer, soy un convencido, es la recreación más perfecta de la belleza y todas tienen un “algo” que las hace maravillosas. No creo que haya mujer fea, sino hombres inexpertos que no han sido capaces de descubrir sus indiscutibles méritos. La noche más oscura oculta una mañana luminosa y espléndida. Hasta en su vejez, conserva esa serenidad, encanto y atractivo que nos mantiene enamorados.  

La vida nos arruga la piel, pero vivir sin amor nos arruga el alma.  
             


1 comentario:

  1. “Totalmente desprevenidos entramos en el atardecer de la vida y, lo peor de todo es que nos adentramos en él, con la falsa presunción de que nuestras verdades e ideales nos servirán a partir de entonces.
    Pero no podemos vivir el atardecer de la vida con el mismo programa que la mañana, pues lo que en la mañana era mucho en el atardecer será poco y, lo que en la mañana era verdadero en la tarde será falso”.
    (Dr. Wayne Dyer)

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