Un mes movido y conflictivo

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Cuando se publique este artículo, muchos se habrán acordado y así lo habrán destacado, que el pasado día once de julio, hizo tres años que España se proclamó  Campeona Mundial de Fútbol en Sudáfrica, al vencer a Holanda gracias al gol de Iniesta.

Un triunfo deportivo que nos hizo a todos sentirnos orgullosos de ser españoles, luciendo ufanos en solapas, gorras y fachadas los colores rojo y gualda de nuestra bandera, esa misma que cuando no tomamos parte en eventos deportivos, se guarda en el armario para que no nos llamen fachas. ¡Cuánta ignorancia queda aún en nuestro pueblo respecto a la historia de la bandera española…!

El Rey, algo lanzado a mi entender, concede al entrenador de nuestra selección el título de “marqués Del Bosque” que  debería haber sido “del pelotazo”, más acorde con el motivo de su distinción nobiliaria.

Sin restar méritos a la proeza de todo el equipo, verdadero protagonista, pienso que tenemos científicos, investigadores, literatos y otras eminencias con mayores méritos para ser distinguidos por el monarca. Cosa que lamentablemente no ocurre. Y no me mueven torcidas intenciones.

El trece de julio de 1936, asesinan al líder de la oposición y diputado de la derecha por Orense, José Calvo Sotelo, amenazado públicamente en el Congreso por Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”.

Su asesinato, con nocturnidad, premeditación y alevosía, fue el  pretexto para el comienzo de una guerra civil que se estaba gestando y que nos tuvo enfrentados a todos los españoles durante tres largos años y cuyas secuelas aún perduran en nuestros días por el obstinado rencor entre vencedores y vencidos.

No hace falta aclarar que la guerra comenzó cinco días después aunque acabara el uno de abril tres años más tarde.

PASO DEL RUBICÓN

El trece asimismo, pero del año cien antes de Cristo, nace Julio César, famoso general romano que cubrió de gloria los finales de la república y la preparación e inicio del Imperio más grande de su tiempo.

A este famoso militar y tribuno atribuyen la famosa frase de “Pasar el  Rubicón”, que se adopta como indicativo de decidir de forma más intuitiva que racional, ante un hecho imprevisible, sin tener en cuenta sus riesgos y  consecuencias. 

Él, con su paso del famoso río, desobedecía una orden del Senado que le mandaba regresar y no dar la batalla en terreno enemigo, como así hizo. El “Alea jacta est” fue en realidad como un echar la suerte a los dados o jugársela al cara o cruz. 
           
El trece de julio de hace muchos años, aunque no tantos como el anterior, aterricé yo en este mundo de locos, donde he pasado la vida intentando abrirme paso, aunque sin  conseguirlo plenamente.

El lugar elegido por mi alada portadora para dejar su rubia carga fue un bonito, típico y tranquilo rincón de la provincia gaditana, allá en la baja Andalucía, llamado Chiclana de la Frontera, donde el sol es un fiel enamorado y la mar oceánica una celosa protectora de ese “cachito” de cielo.
           
LA TOMA DE LA BASTILLA   

Dejo para el final de esta breve selección un acontecimiento de enorme repercusión y transcendencia en la historia de las revoluciones populares que cambiaron la vida de un país. Me refiero a la toma de la Bastilla, la famosa fortaleza francesa convertida en prisión en los tiempos de Richelieu y considerada el bastión del absolutismo y despotismo real.

Al amanecer del 14 de julio de 1789, un pueblo encolerizado se concentró  ante el edificio de Los Inválidos, -donde posteriormente se enterró a Napoleón y tuve la oportunidad de visitar en mi viaje a París-, exigiendo la entrega de las armas que allí se guardaban, pero al no encontrar pólvora ni munición para las mismas, se dirigieron hacia la citada fortaleza para conseguirla. Su petición no fue atendida por su alcalde, que solo contaba con una pequeña guarnición.


En el asalto hubo cerca de un centenar de muertos, pero al final consiguieron su objetivo, liberaron a los siete presos allí encerrados y arrastraron al alcalde malherido por las calles parisinas, asesinándolo ante el Ayuntamiento y su cabeza clavada en una pica, exhibida ante el Palacio Real. El aniversario de la toma de la Bastilla se celebra como Día Nacional en el país vecino.  

Fue el triunfo de la revolución popular, en los aspectos político y social, sobre una clase dominante, unos dirigentes ególatras, corruptos y sordos al clamor de todo un pueblo privado de todos sus derechos y cargado con todos los pesares.

Sus posteriores consecuencias se extralimitaron y sus sangrientas y crueles maneras de atajar al mal, no fueron justas y acertadas, al ser guillotinados en medio de un espectáculo propio de festejo popular, los culpables y muchos inocentes. La ira de un pueblo encolerizado y excesivamente sometido, no suele ser fácil de encauzar y calmar,  si  con ello ponemos en juego nuestra vida al tratar de entrometernos en posturas enconadas.