Reflexiones que causan insomnio

Félix Arbolí [colaboraciones].-
        
Hoy quisiera hablar de la bondad y la generosidad humana, sin omitir, por supuesto, a sus oponentes. Quiero hablar de la lucha silenciosa y constante en que algunos siguen empeñados y no en su propio beneficio, sino en el de sus semejantes, sin esperar siquiera una simple sonrisa de agradecimiento.

En los que aún creen en Dios y tienen la valentía de manifestarlo públicamente, aunque vivamos en un mundo donde la fe se considera un acto de debilidad y fanatismo. De aquellos que tienen un hijo discapacitado y se sienten felices de poder desarrollar su inagotable caudal de amor en ese ser tan especial.

Del que pasa hambre y es incapaz de sentir rencor hacia el que hace ostentación de su abundancia o el que   de una u otra forma nos honra y ejemplariza con la belleza inmaculada de una vida sin resabios y un corazón sin resentimientos.

No quiero omitir en mi reflexión a los que desde despachos ostentosos y cargos de relevancia en la esfera pública y privada, viven de espaldas a la realidad y nutren sus cuentas corrientes con los sufrimientos del prójimo. No merecen figurar ni entre los mediocres, porque no llegan ni a la calidad de humanos.      

Tampoco quiero incluir en esta parcela de seres especiales, a los que hacen de la guerra su  medio de vida y la demostración de su poder. Esos que por defender su hegemonía y vender sus armas de destrucción y muerte, se embarcan en bélicas veleidades, no para ayudar al más débil, sino para someterlo y explotarlo.

REPUGNANCIA

Los que valoran más un barril de petróleo que una vida humana cuya muerte definen como “daño colateral” en ese holocausto “legal” y luego se erigen en jueces inapelables y severos al enjuiciar y condenar a su vencido enemigo.

Me repugnan los que dicen luchar contra una tiranía y dejan a un país arrasado, destrozado y enfrentados en una guerra interminable sus propios habitantes que antes vivían en paz y armonía.

Y repiten este proceder una y otra vez convirtiendo en un polvorín de atentados y rencores los que antes eran países privilegiados y pueblos pacíficos y hermanados. Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Argelia, Egipto, Siria, etc. Un paseo belicoso que va dejando una interminable estela de muertos, escombros, miserias y rencores.

Siento inquina hacia ese presidente que tras lanzar bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas, se sienta en un tribunal para juzgar y condenar al vencido como criminal de guerra.

No me son gratos y merecedores de respeto los que creyéndose iluminados por un Dios, que debiera ser paz y amor, torturan y matan  a todos los que no profesan idéntica creencia, en nombre de ese Dios que ellos hacen vengativo y cruel y mueren masacrando a miles de inocentes.

DAR DE COMER AL HAMBRIENTO

Admiro y traigo a mi página de oro a los que se desprenden de lujos, caprichos y hasta algunas necesidades para dar de comer al hambriento y vestir al desnudo; ese ser que vemos pasar ante nuestra puerta y no se ha atrevido a importunarnos con su problema. Me refiero a los que dan su esfuerzo y su tiempo a esas ONG, Cáritas, Cruz Roja y otras instituciones que son los ojos y las manos de un Dios Universal que no tiene dogmas, solo caridad y mucho amor.


A tantos religiosos y misioneros que se desprenden hasta de su propio nombre, parta convertirse en padre o hermana del pobre y desvalido en lejanos y peligrosos rincones, que no figuran en mapa alguno y se han entregado en vida y corazón a un prójimo en el que ven a Dios.

Los que no se citan en la prensa, aunque protagonicen heroicidades, pues solo son noticiables los actos de pederastia y los que erraron en la elección de su destino.

Me hace mucho daño en mi conciencia oír el llanto de un niño y el de su madre, porque el primero tiene hambre y la segunda no tiene nada que ofrecerle. Y me irrita, más aún, ver la indiferencia de los que contemplan esa terrible escena y no hacen un alto en su camino para intentar remediarla.

Ver como unos insensatos se gastan alegremente el dinero acumulado a costa de los sacrificios, sufrimientos y el hambre de sus semejantes porque cometieron el error de confiar en ellos y me sulfura que por esos millones robados al pueblo necesitado, se pasen meses y años de papeleos y paseos sin que se les juzguen y paguen su delito tras las rejas como todo hijo de vecino que estafa y roba. Es un insulto a la justicia y la dignidad de todo un  país.

SALUD Y ATENCIONES MÉDICAS

Me encoleriza que nuestra salud y atenciones médicas dependen de desaprensivos que intentan dejarnos sin hospitales, médicos, personal sanitario y medicinas, para que se lucren amigos y empresarios afines. Es intolerable e insoportable. 

Admiro y alabo la honestidad del político que admite su error voluntario o involuntario y tiene la valentía de dimitir y dejar su puesto a otro más honesto y capacitado. Algo que para nuestra desgracia no se da en España. Aquí solo se “dimite” cuando la Justicia lo incrimina. Tarde, mal y nunca.

Confieso que a veces he sentido envidia de los que han nacido en otros países donde se respiran aires de libertad sin ira y de honestidad política y he considerado  una desgracia no ser uno de ellos.

Luego, pienso en este querido y degradado país, al que amo con locura y me arrepiento de todo lo anterior. Amo a España, pero no me gusta lo que veo.

¡Es tan duro ser español y no morir en el intento!