“Un soñador para un pueblo”

El pasado 29 de septiembre se cumplía el noventa y siete aniversario del nacimiento de uno de los más grandes autores del teatro universal y una de los seres más importantes que he encontrado en mi largo recorrido profesional.
Me refiero a mi entrañable Antonio Buero Vallejo, uno de los personajes que más me han impactado. Fue un constante ejemplo de bondad, gentileza y caballerosidad de entre todos los que en mi época de ejercicio del periodismo tuve la suerte de tratar.
Me honró con su amistad y amable condescendencia en mis principios, cuando intentaba abrirme camino en ese difícil mundo de la prensa y mantuvo su amistosa y cálida relación a lo largo de mis posteriores y frecuentes encuentros oc
asionales y profesionales.

Aunque no militó en ningún partido político, sus ideas afines al marxismo, el ser hijo de un militar fusilado en diciembre de 1936 por el gobierno de Franco y sus intentos de reorganizar el partido comunista después de la guerra, le ocasionó regresar nuevamente a la cárcel donde ya había estado y ser condenado a muerte, aunque posteriormente le fuera conmutada por treinta años de reclusión.
COMPARTIÓ CÁRCEL Y AMISTAD CON MIGUEL HERNÁNDEZ
Estuvo en varias cárceles y en una de ellas coincidió y trabó una gran amistad con Miguel Hernández, nuestro gran poeta, al que Buero dibujó en un magnífico retrato que ha servido de portada en algunas de las obras del famoso alicantino y conserva su familia.
Buero, autor teatral, con innumerables premios y reconocimiento universal a la calidad de sus obras, fue también un excelente maestro en la pintura, habiendo perfeccionado esta habilidad en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde su padre estuvo destinado antes de la guerra.

Puedo ufanarme que, gracias a mi profesión, he conocido, tratado y alternado con los mitos y dioses de la cultura de mi tiempo y cuanto más encumbrada fuera esa persona mayor era su sencillez y cordialidad. Buero Vallejo se llevaba la palma en este sentido. Era un hombre que irradiaba una humildad innata, que no le impedía poder ocultar su grandeza humana e intelectual y esto lo hacía distinto a todos los demás.
CENSURADO POR EL RÉGIMEN FRANQUISTA
Quiso pasar por la vida sin que advirtieran su presencia, ni necesitara halagos, pero no pudo, pues se convirtió en mito aún antes de pasar a ese lugar ignoto donde se olvidan los mediocres y se inmortalizan los titanes del ingenio y la sabiduría.

Siempre lo tendré en mi recuerdo como uno de los episodios más estimulantes y gratos de mi vida. Jamás podré olvidar su demostrada generosidad a mis constantes encuentros, entrevistas y conversaciones que él siempre aceptaba con amable sonrisa y mirada serena. Sin evidenciar el menor resentimiento o venganza.
Le hice muchas entrevistas para “Pueblo”, pues era un personaje muy interesante y sus comentarios y respuestas toda una lección que había que tenerse en cuenta.
No obstante, la censura de aquel Régimen, le vetó en incontables ocasiones y sus entrevistas quedaban guardadas en el cajón de Jesús de la Serna, el entonces redactor jefe del diario, por culpa de esos siniestros personajes que en la sombra y por una enfermiza caza de inexistentes es brujas, echaban a la papelera, lo que a ellos le parecía inoportuno para ganar el cielo aquí en la tierra.
Y paciente, Buero me preguntaba por la publicación de esa inédita entrevista y aceptaba de buen grado los motivos que yo, más indignado que él, le contaba. Agradecía mis buenas intenciones y me animaba a no desfallecer en el empeño, ni sentirme molesto o defraudado por ello. Cuando se levantó la veda o fueron sustituidos los cretinos del lápiz rojo y tachaduras por mentes menos obtusas, pude publicar a placer y sin limitaciones sus entrevistas y reportajes.

Saber sus horribles y dolorosas experiencias vividas y no notarle una leve señal de odio y venganza hacia los que tan bárbaramente le trataron, me causaba tanta admiración como extrañeza. No era condición humana.
GRATOS RECUERDOS
Al aceptarme como amigo, me ofreció la inmejorable oportunidad de poder compartir su maravillosa manera de ir por la vida a pesar de haber sufrido tantas tropelías y esa difícil sensación de abnegación y mesura que infundía. Él ha sido uno de los principales artífices que me han ayudado a moldear mi carácter, reafirmar mi vocación literaria y agradecer el momento en que decidí que el periodismo fuera mi vocación y actividad.
Puedo asegurar que Buero Vallejo ha sido el más significativo y estimado de mis entrevistados, sin omitir a mi paisano, maestro y gran amigo José María Pemán, del que me siento orgulloso y cuya memoria siempre tendré presente de una manera entrañable.

Buero Vallejo había nacido en Guadalajara, -la ciudad donde me propusieron para Senador por el CDS en las elecciones generales, cuando ostentaba la secretaría general de este partido Ortega. No hace falta decir que no fui elegido, pero obtuve gran cantidad de votos, aunque no conozco a esa privilegiada provincia española.
El autor murió en Madrid, otro día 29, pero de abril y del año 2000. Académico de la Lengua, Premio Nacional de Teatro Lope de Vega, de las Letras Españolas, Cervantes etc. Más de treinta obras escritas y estrenadas y algunas llevadas al cine. Fue “Un soñador para un pueblo”, donde solo suceden pesadillas.
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