Al salir del cine: EL PASADO MALHERIDO (Pacto de silencio)
César Bardés [colaborador].-
Quizá hubo una Ă©poca en la que quedarse callado, sin decir nada ante un buen puñado de injusticias y mentiras, era un verdadero acto de guerra. Tal vez unos cuantos jĂłvenes se lanzaron a llamar la atenciĂłn para detener la masacre de una guerra que diezmaba a una generaciĂłn y desmoralizaba al paĂs, para exigir los derechos de la gente de color, para gritar, bien a las claras, que la naciĂłn y la situaciĂłn social que habĂan heredado de sus padres no era justa y que no estaban dispuestos a tragar con ella. Sus acciones estaban equivocadas pero no asĂ sus razones.
Los años pasan de forma implacable y aquellos jĂłvenes se convirtieron en padres de familia con muchas cosas que perder. Y aĂşn asĂ, mantuvieron sus creencias porque eran más fuertes que sus propias vidas. La traiciĂłn a su forma de pensar no cabĂa en sus pensamientos asĂ que, con una coherencia envidiable, decidieron pagar por lo que habĂan hecho porque en ningĂşn momento quisieron hacer daño, solo desearon llamar la atenciĂłn, pegar aldabonazos de conciencia en la adormecida sociedad bienpensante. Cuando los años cumplen con la obligaciĂłn de situar las vidas de los inocentes que rodean a los agitadores, entonces llega el momento de pasar por el estrado de los acusados.
Y el salto generacional es casi insalvable. Aquellos jĂłvenes que hace treinta años se movĂan por convicciones, se arriesgaban y se situaban en primera lĂnea de lucha, ya no tienen nada que ver con los jĂłvenes de hoy, acomodados, expertos tomadores de atajos que desean conservar sus coches lujosos, sus empleos o sus ventajas juveniles, sus conformismos irritantes que llevan, inevitablemente, a no distinguir con claridad las lĂneas de lo correcto. Aquellos actuaron, mal o bien, pero lo hicieron. Hoy, ni siquiera actĂşan.
Inteligente pelĂcula, dirigida con ambiciĂłn y seguridad por Robert Redford, que habla de que el lujo burguĂ©s no es razĂłn suficiente como para permanecer callado, que los verdaderos criminales, los Ăşnicos responsables de la guerra a la que nos están sometiendo, son los principales beneficiados de una sociedad que no protesta y que, si lo hace, no pasa de ser un movimiento pintoresco, casi una exhibiciĂłn circense porque, dentro de ello, no hay pensamiento, ni direcciĂłn, ni liderazgo, ni claridad. Ni siquiera hay una respuesta para sus inquietudes.
Para ello, Redford se sirve de una estupenda compañĂa de actores que aportan oficio, seriedad, serenidad y gozosa profesionalidad a esta historia disfrazada de thriller cuando en su corazĂłn habita la denuncia y el deseo de intentar cambiar algo, aunque sea poco. AhĂ está la maravillosa escena de Susan Sarandon con Shia LaBeouf, el tremendo peso del avejentado Nick Nolte, el atractivo de la sediciĂłn representado por Julie Christie, el comprensible escepticismo de Richard Jenkins, la tranquilidad de Chris Cooper y la presencia magnĂ©tica aunque ya difĂcil por la edad del propio Redford. Todos ellos saben dibujar en su rostro las expresiones maduras de unos cuantos jĂłvenes que, en su dĂa, tuvieron y que a travĂ©s de un cĂłdigo de conducta irreprochable, retuvieron. Porque la peor traiciĂłn no es la de proporcionar pistas a un antiguo camarada en apuros, ni tampoco dejarse apresar por un sistema al que se desprecia. La peor traiciĂłn es volver la espalda a un pasado malherido que clama por encajar la verdad y, sobre todo, es renegar de lo que moviĂł a un puñado de jĂłvenes rebeldes que quisieron gritar oponerse a los desmanes de los que mandaban. Y es que la Ă©tica, el hacer lo correcto debe ser la autĂ©ntica enseña de la rebeldĂa y, tambiĂ©n de las futuras generaciones. Solo asĂ podrá haber una luz de honestidad y de verdad en unas vidas que tambiĂ©n tienen que retirarse para dejar que las satisfacciones personales se abran paso entre unos ideales que son alaridos de justicia.
Quizá hubo una Ă©poca en la que quedarse callado, sin decir nada ante un buen puñado de injusticias y mentiras, era un verdadero acto de guerra. Tal vez unos cuantos jĂłvenes se lanzaron a llamar la atenciĂłn para detener la masacre de una guerra que diezmaba a una generaciĂłn y desmoralizaba al paĂs, para exigir los derechos de la gente de color, para gritar, bien a las claras, que la naciĂłn y la situaciĂłn social que habĂan heredado de sus padres no era justa y que no estaban dispuestos a tragar con ella. Sus acciones estaban equivocadas pero no asĂ sus razones.
Los años pasan de forma implacable y aquellos jĂłvenes se convirtieron en padres de familia con muchas cosas que perder. Y aĂşn asĂ, mantuvieron sus creencias porque eran más fuertes que sus propias vidas. La traiciĂłn a su forma de pensar no cabĂa en sus pensamientos asĂ que, con una coherencia envidiable, decidieron pagar por lo que habĂan hecho porque en ningĂşn momento quisieron hacer daño, solo desearon llamar la atenciĂłn, pegar aldabonazos de conciencia en la adormecida sociedad bienpensante. Cuando los años cumplen con la obligaciĂłn de situar las vidas de los inocentes que rodean a los agitadores, entonces llega el momento de pasar por el estrado de los acusados.
Y el salto generacional es casi insalvable. Aquellos jĂłvenes que hace treinta años se movĂan por convicciones, se arriesgaban y se situaban en primera lĂnea de lucha, ya no tienen nada que ver con los jĂłvenes de hoy, acomodados, expertos tomadores de atajos que desean conservar sus coches lujosos, sus empleos o sus ventajas juveniles, sus conformismos irritantes que llevan, inevitablemente, a no distinguir con claridad las lĂneas de lo correcto. Aquellos actuaron, mal o bien, pero lo hicieron. Hoy, ni siquiera actĂşan.
Inteligente pelĂcula, dirigida con ambiciĂłn y seguridad por Robert Redford, que habla de que el lujo burguĂ©s no es razĂłn suficiente como para permanecer callado, que los verdaderos criminales, los Ăşnicos responsables de la guerra a la que nos están sometiendo, son los principales beneficiados de una sociedad que no protesta y que, si lo hace, no pasa de ser un movimiento pintoresco, casi una exhibiciĂłn circense porque, dentro de ello, no hay pensamiento, ni direcciĂłn, ni liderazgo, ni claridad. Ni siquiera hay una respuesta para sus inquietudes.
Para ello, Redford se sirve de una estupenda compañĂa de actores que aportan oficio, seriedad, serenidad y gozosa profesionalidad a esta historia disfrazada de thriller cuando en su corazĂłn habita la denuncia y el deseo de intentar cambiar algo, aunque sea poco. AhĂ está la maravillosa escena de Susan Sarandon con Shia LaBeouf, el tremendo peso del avejentado Nick Nolte, el atractivo de la sediciĂłn representado por Julie Christie, el comprensible escepticismo de Richard Jenkins, la tranquilidad de Chris Cooper y la presencia magnĂ©tica aunque ya difĂcil por la edad del propio Redford. Todos ellos saben dibujar en su rostro las expresiones maduras de unos cuantos jĂłvenes que, en su dĂa, tuvieron y que a travĂ©s de un cĂłdigo de conducta irreprochable, retuvieron. Porque la peor traiciĂłn no es la de proporcionar pistas a un antiguo camarada en apuros, ni tampoco dejarse apresar por un sistema al que se desprecia. La peor traiciĂłn es volver la espalda a un pasado malherido que clama por encajar la verdad y, sobre todo, es renegar de lo que moviĂł a un puñado de jĂłvenes rebeldes que quisieron gritar oponerse a los desmanes de los que mandaban. Y es que la Ă©tica, el hacer lo correcto debe ser la autĂ©ntica enseña de la rebeldĂa y, tambiĂ©n de las futuras generaciones. Solo asĂ podrá haber una luz de honestidad y de verdad en unas vidas que tambiĂ©n tienen que retirarse para dejar que las satisfacciones personales se abran paso entre unos ideales que son alaridos de justicia.
Buena pelĂcula y excelente crĂtica.
ResponderEliminarGracias. Este tipo de comentarios siempre animan a seguir escribiendo y procurar ser mejores. Sobre todo cuando vienen de alguien que no tiene por qué dedicar el elogio.
ResponderEliminarUn saludo.