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El Madrid de los años cincuenta…El Café “Noviciado”. Mi segundo escenario.

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Mi segundo escenario madrileño estaba en la calle de San Bernardo. Era el Café “Noviciado”, no porque en él se reunieran aspirantes a frailes y recatadas novicias, sino porque se hallaba junto a la boca del Metro Noviciado, -que daba nombre al local y lo recibía de la calle cercana-, a escasos metros del entonces ministerio de Justicia, a cuya espalda se hallaba la antigua Facultad de Derecho, en cuyo comedor almorzaba los días que podía.

Éste era mi barrio habitual en esas fechas, principios de los cincuenta, pues vivía en la calle Marqués de Leganés, justo encima del Cabaret “Morocco”, con cuya música y las risas y voces de su clientela me dormía todas las noches. Hasta me podía enterar de lo que conversaban.

La estrella principal de su espectáculo era Naima Cherky, vedette egipcia de moda, a la que conocí y traté ya como periodista acreditado, junto a la incombustible Celia Gámez, en una fiesta que organicé en un local de moda a la que asistieron ambas. Guardo  una foto con las dos como testimonio de esa fiesta y amistad. Era la musa del Madrid nocturno  y yo un joven con mucha marcha, poca “cuerda”  y no pocas ilusiones. 

Dormía en casa de una señora ya mayor, amiga de la familia, viuda de  guerra, como entonces se las decía, de un obrero de una imprenta, al que junto a su único hijo habían asesinado,  tras su paso por una checa. La casa era todo un mausoleo dedicado a la memoria de esos “mártires”, como los llamaba, con capillitas en las habitaciones y velas encendidas.

El tiempo parecía haberse detenido para esa buena mujer y toda la casa conservaba el mismo aspecto que debía tener en aquellos trágicos años, a pesar de que hacía ya doce años que había terminado “la Cruzada” de Franco. Así calificaba a nuestra guerra. “Katiuska”, su ya vieja tortuga, era la única que se movía a su antojo por esos espacios sobrecargados de muebles, baúles y otros objetos que ya tenían pátina.

Fue enormemente controladora y tenía que llegar antes de las diez de la noche en que se cerraba el portal. No consintió dejarme la llave en ninguna ocasión.

Pasaba mis tiempos de ocio en ese santuario, oyendo los programas musicales, que eran los que abundaban en nuestras emisoras, a través de una radio a galena. El único sitio donde la vi y tuve que usar”. 

CALAMARES

El “Noviciado” era un café al estilo de los de la época, espacioso, con grandes ventanales y largos sofás de “skay” y mesas de mármol, que eran habituales en este tipo de locales. Las sillas de madera. A su entrada, un freidor de calamares con ventana abierta a la calle, donde se vendían unos riquísimos bocadillos al precio de dos pesetas.

Era mi merienda y cena y a veces solo ésta última. Estaba deseando que fueran las nueve de la noche para ir por mi caliente y sabroso bocadillo. Nunca me ha sabido tan rico nada de lo que he comido”.

En este local desayunaba a veces con un joven empleado de una compañía de seguros. Un día lo vi acompañado por una joven. Me la presentó como su novia. Me contó que vivía en Segovia y había venido a pasar unos días. Tras unos momentos de amigable conversación, haciendo una gracia, dijo a su novia: “Mira, Félix es de Cádiz, la tierra donde hay más maricas”.

Entonces y allí no se utilizaba la palabra “maricón”, como decimos en nuestra tierra, ni había aparecido la cursilona y británica “gay”. Me cogió desprevenido, pero reaccioné rápido: “Si, soy de Cádiz, pero si crees que soy marica, déjame esta noche a tu novia y mañana le preguntas si estabas en lo cierto”. 

Se puso rojo y alterado y quiso contestarme de mala manera, pero la novia lo contuvo y le dijo: “No te enfades, pues Félix tiene toda la razón. Tú has sido el único culpable de esa respuesta”.  Desde ese día no volvimos a coincidir. Entonces ser gay o marica no se consideraba un orgullo.

PERSONAJES SINGULARES

En este entrañable local alterné con los personajes más singulares de la vida madrileña de la época. Era como una especie de “reserva” donde se refugiaban en las mañanas y algunas tardes todos cuantos no se sabía de qué vivían. Traté a toda clase de ejemplares de la bohemia madrileña que recorrían sus mesas buscando al “pichón” que le proporcionara el café de la mañana y si facilón, el menú de la semana. 

No obstante, dada su cercanía al ministerio, facultad de Derecho y oficinas y comercios, el público era poco ruidoso y en gran parte ocupantes de su barra y permanencias cortas cuando utilizaban alguna mesa. Éste era el motivo de que siempre hubiera mesa libre para pequeñas tertulias o momentos de lectura.

Entre los habituales tertulianos se hallaba Juan, no cito su apellido. Un personaje extravagante, con abundante melena que le caía desde su calva central y con la piel de la cara y manos muy tensas y nacaradas, sin el menor indicio de haber tenido barba en su apepinado rostro. Daba la sensación de ser algo amanerado, aunque luego no lo demostrara.

A todos cuantos llegaban a nuestro rincón, enseñaba orgulloso su cuento de “El lago de Sanabria”, que le habían publicado en una ya arrugada revista debido a su excesivo manoseo.

Hubiese sido un personaje perfecto para una película sobre alienígenas. Su mujer ajada y mal vestida, lo acompañaba siempre, aunque en un discreto segundo plano”.

Me los volví a encontrar años más tarde, repartiendo unos versos algo ripiosos por las mesas de una terraza, que acto seguido iba recogiendo su mujer, caso de no recibir “la voluntad solicitada”. No me reconocieron, ni siquiera cuando les di una moneda de cien pesetas. Yo no lo hice para evitarles la posible vergüenza.

GUIÓN DE CINE

Ramón era otro personaje que se cruzó en mi camino, aunque me dejara mal sabor de boca. Era un calco, hasta en su nombre, de un actor mejicano que figuraba en las películas de entonces, Ramón Novarro, que moriría unos veinte año más tarde. El del café trabajaba en una notaría, al menos eso me dijo, y también que estaba muy conectado al mundo escénico.

Me hizo escribirle un guión de cine, cuya protagonista “Silvia”, era una joven de clase media, que soñaba con el ballet y tras muchas vicisitudes consigue el triunfo y la fama. Sus tres amores, el primero en sus años de empleada en unos grandes almacenes, el segundo con un productor muy famoso que la encumbra y monopoliza y el tercero, el potentado de la nobleza que la colma de regalos y la considera como uno más de sus trofeos.

Al final, regresa al amor de su juventud, previa renuncia de su carrera y sus triunfos. El me asesoraba y corregía lo que yo iba escribiendo. Un día se fue con la sinopsis y cuanto llevaba escrito para enseñársela a unos productores amigos y no volví a verlo.

Días más tarde, cambiaba de domicilio y escenario y ¡otro viejo café recibía mis visitas y deparaba nuevos personajes al álbum de mis recuerdos”.

4 comentarios:

  1. Muy interesante artículo.

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  2. Gracias amigo Anónimo, por tu comentario. Te deseo feliz año, cargado de cosas buenas y paz, salud y muchi amior en tu entornol. Un abrazo

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  3. Yo empecé Económicas en el año 60 en la facultad de San Bernardo y como no podía ser de otra manera frecuentaban os el Noviciado. También un cine próximo, el X, donde en sesión matinal veíamos un programa doble que se solía componer de dos películas mejicanas, El Vampiro y El Ataud del Vampiro, que eran objeto de un cachondeo organizado.

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    1. Buenas tardes, tu comentario es de hace casi tres años pero voy a probar suerte. Estoy haciendo un trabajo sobre el CINEMA X y entiendo que lo frecuentabas. ¿Podrías hablarme un poco más de él? Qué películas echaron, cómo era por dentro..., información de ese estilo. Si lees esto te doy las gracias de antemano.

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