Dos mil catorce

No sĂ© cĂłmo nos las arreglamos, pero con la llegada de un nuevo año nos creemos que todo va a cambiar para mejor, por supuesto. En realidad, un nuevo año sĂłlo significa el breve transcurso de un segundo, pasar de una fecha en el calendario a la siguiente. Si el ejemplo lo trasmitiĂ©semos a cualquier otro par de dĂas de año, sonreirĂamos nosotros mismos ante la estupidez de nuestra falsa ilusiĂłn.
Todo nuevo año comienza con los mismos rancios programas de televisiĂłn, con los mismos buenos propĂłsitos, con comida y bebida de más en el cuerpo y…con los mismos problemas que el año anterior. ¡QuĂ© felices serĂamos en este mundo si con la llegada de un nuevo año pudiĂ©semos hacer borrĂłn y cuenta nueva de todo lo malo del anterior!
Sin embargo, la realidad suele ser obstinada, y los millones de parados siguen ahĂ, observando con angustia la llegada de unos Reyes Magos a los que no se les puede pedir que nos traigan un trabajo digno, con ese despliegue de lucecitas en las calles que no consiguen disipar las sombras de nuestra cabeza, con el consumo obligado de turrones y dulces que tan mal nos sientan y de los que al parecer no se puede prescindir y, para remate, con una sobreabundancia de reuniones familiares que suelen acabar las más veces en peleas personales que en encuentros para promover la concordia.
Los polĂticos siempre adolecen de los mismos tics cuando se refieren al nuevo año: será mejor, por supuesto, descenderá el paro (nunca dicen cuanto, porque ni ellos mismo saben dĂłnde tienen la cara), la economĂa mejorará en su conjunto (los empresarios han triplicado sus beneficios mientras los asalariados han visto menguados sus salarios) y seremos felices y comeremos perdices.
ESCARMENTADOS Y AVISADOS
Tengo un amigo que continuamente me dice lo mismo: “Paco, un pesimista es un optimista avisado” Y cada vez que me suelta esta frasecita, a mĂ se me viene a la memoria otra mucho más antigua, aunque contiene la misma sabidurĂa popular: “De los escarmentados nacen los avisados”.
Escarmentados deberĂamos estar despuĂ©s de estos dos años de desgobierno del Partido Popular, con su impecable lĂder a la cabeza, D. Mariano Rajoy. Avisados, no lo tengo tan claro. Nunca falta algĂşn bobo dispuesto a creerse las mentiras que nos cuentan a diario y, desde hace muchĂsimo tiempo, nuestros polĂticos han aprendido a mentir con toda naturalidad.
La realidad resulta, en cualquier caso, sangrante: todo el esqueleto pĂşblico y gratuito del Estado se resiente en manos de estos privatizadores convencidos de las innumerables ventajas de dichas privatizaciones, sobre todo para sus bolsillos y los de sus amigos”.
Aunque si se trata de los bancos, en ese caso hay que nacionalizar, esto es, hay que obligar a todos los españoles y españolas de a pie a pagar una deuda multimillonaria que nunca produjimos, porque para esos bancos nunca se aplica aquel axioma en el que se fundamenta el capitalismo, y que reza asĂ: “Las empresas se constituyen para ganar el máximo de dinero. Si el negocio te va mal, quiebras y punto”.
APAGAR INCENDIOS
Pues de punto, nada de nada. Si tu empresa gana cientos de millones, pagas menos impuestos que el mecánico de la esquina. Y si pierde, aquà estamos los españoles, que más que conciudadanos somos primos, para pagar tus platos rotos e inyectarte una buena suma de dinero en tu cuenta corriente para que sigas embolsándote los beneficios.
La verdad es que disfruto viendo a nuestra ministra Ana Pastor para apagar los incendios de una empresa privada española, cuyo mérito ha consistido en adjudicarse a la baja una obra faraónica para, a continuación, pedir la revisión al alza del contrato.
Total, se han equivocado sĂłlo en mil y pico de millones de euros. Si la empresa con problemas fuera del tendero de la esquina, seguro que la ministra no aparecĂa. Y encima tiene la desfachatez de decir pĂşblicamente que este viaje, con todo su sĂ©quito, no supondrá coste alguno para los españoles.
Sin embargo, si hay una noticia que realmente me ha hecho reconciliarme de alguna manera con la Humanidad, ha sido el auto del juez Castro imputando a la Infanta, que parece que sigue siendo adolescente porque sus abogados juran y perjuran que no se enteraba de nada”.
LA ESPERANZA BLANCA
Y sonrĂo al pensar en la cara del rey, con una plebeya como nuera, otro yerno plebeyo más falso que un duro de cuatro pesetas y, encima, su hija imputada. De la reina y del prĂncipe prefiero no hablar, porque bastante tienen con lo que tienen, contemplando cĂłmo poco a poco se hunde todo el tinglado que han montado durante dĂ©cadas.
Y quien me corta la sonrisa en seco vuelve a ser otro ministro, “la esperanza blanca”, nuestro amigo GallardĂłn, que ha conseguido lo imposible: hacer bueno a su padre, tras dejar una roncha de siete mil millones de euros en el Ayuntamiento de Madrid y, para colmo de su bravura, sacarse de la manga una futura ley del aborto dictada lĂnea a lĂnea por sus amigos del Opus Dei, para que las españolas ricas renueven su turismo sanitario viajando a paĂses en los que se les permita decidir en conciencia sobre el futuro de su embarazo y la españolas pobres… pues como decĂan los curas en los años cuarenta…cincuenta…sesenta…setenta, etc.: “Hija mĂa, hijos, los que Dios te mande, que son una bendiciĂłn”.
Feliz Año 2014.
¡Muy buen artĂculo Paco! ¡Viva PAGUMEROS UNIDOS!
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