Al salir del cine: EL DINERO NO DA LA FELICIDAD (La gran estafa americana)
César Bardés [colaboraciones].-
El dinero no da la felicidad, pero manda a buscarla...No, eso no es del todo cierto. Puede que en una Ă©poca impersonal, cuando la moda era un manual de fealdad, cuando los postizos estaban a la orden del dĂa y las pinturas se aferraban a las caras de las chicas que eran realmente guapas, el dinero fuera lo más importante porque, al fin y al cabo, eso es lo que nos habĂan dicho.
Pero detrás de grandes cantidades de pasta ganada de forma fácil e ilegal no habĂa ni un solo resquicio para la felicidad. Puede que toda esa gente que se dedicaba a estafar fueran unos artistas del expolio, del robo a manos llenas, pero sus vidas eran tan vacĂas que solo se sentĂan millonarios en sus chalecos, en sus horribles chaquetas y en sus pantalones de campana. No tenĂan nada. Y ellos lo sabĂan.
Y es que solo se sentĂan capaces y poderosos mientras el negocio se quedara en las cuatro paredes en las

HabĂa que coger a más gente, incluso a los que se comportaban bien, haciendo que cogieran maletines creyendo que eran otra cosa. La ley al servicio de una sociedad que se estaba troceando por una crisis econĂłmica, por la guerra más larga del siglo XX y por la altura de unos cuantos polĂticos de perfil muy bajo.
Lo que se escondĂa realmente era una profunda inmadurez como adultos que acotaban sus responsabilidades al máximo y que pretendĂan dar satisfacciĂłn de una forma modesta, aunque solo fuera haciendo algo ilegal. Si el timo crece, el delito tambiĂ©n y entonces comienzan problemas de falsa moralidad que han estado ausentes mientras la infidelidad y el latrocinio tomaban posiciones. Y asĂ, tal vez, los que estaban del lado correcto de la ley, eran los malvados y los que se empeñaban en violarla una y otra vez, eran los hĂ©roes. AsĂ eran los setenta.
HISTORIA CONVINCENTE PERO DECEPCIONANTE
David O. Russell ha dirigido con brĂo una pelĂcula que habla bien a las claras que la gran estafa americana no residĂa en el timo sino en el escaparate que exhibĂa un modo de vida que parecĂa perfecto y que, sin embargo, era un puro engaño que hastiaba a sus protagonistas y no hacĂa más que poner en evidencia los agujeros de un sistema social y personal que no funcionaba. No es posible hacerse rico rápidamente sin sacrificar ningĂşn principio.

Bien es cierto que Russell maneja con maestrĂa un reparto que funciona muy bien de forma colectiva porque la ausencia de quĂmica entre ellos acentĂşa la aburrida dĂ©cada de los setenta, llena de excesos y de suciedad moral. Un peldaño por encima de los demás está Amy Adams, tocando muchos y variados registros y enseñando, una vez más, su talento.
Por supuesto, hay que destacar la apariciĂłn de Robert de Niro que llega a robar la escena durante unos segundos a todo el resto del reparto, dando una lecciĂłn de miradas y de expresiones y trazando todo un personaje con su simple fĂsico.
Por lo demás, no cabe duda de que se sale del cine con la impresiĂłn de que la honestidad es algo que deberĂamos guardar por encima de los ceros en la cuenta corriente y de los irrefrenables deseos de triunfo que tanto nos atenazan. Entre tantos dĂas de extravagancia y de olor a tela barata vendida como elegante, tenĂa que quedar un punto de clase y algo de verdad entre tanta mentira.
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